Peligros de los ensayos no médicos de LSD
Reacciones psicóticas (2)
Causó especial sensación el caso de aquel Dr. Olson, a quien, a principios
de los años cincuenta, en el marco de experimentos con drogas en el ejército de
los Estados Unidos, se le había suministrado LSD sin que él lo supiera, y que
luego se suicidó saltando por la ventana. En aquel entonces a su familia le
resultó inexplicable cómo este hombre tranquilo y equilibrado había podido
cometer semejante acción. Sólo quince años más tarde, cuando se publicaron las
cartas secretas sobre aquellos experimentos la familia se enteró de las verdaderas
circunstancias. El entonces presidente de los Estados Unidos, Gerald Ford, le
expresó públicamente las condolencias a la nación.
Las condiciones para un curso positivo de un experimento con LSD, en el que
la probabilidad de un descarrilamiento psicótico sea reducida, se hallan por un
lado en el individuo, y por otro lado en el marco externo del experimento. En
el uso lingüístico inglés los factores internos, personales, se denominan set,
y las circunstancias externas, setting.
La belleza de un cuarto o de un lugar al aire libre se vivencian con
especial profundidad con la sensibilización que provoca el LSD, y contribuyen determinantemente
al desenlace del experimento. Asimismo forman parte del setting las personas
presentes, su aspecto, sus rasgos de carácter. Igualmente significativo es el
medio acústico. Unos ruidos en sí inocuos pueden convertirse en una tortura, y
viceversa una bella música en una experiencia dichosa. En experimentos de LSD
en un entorno desagradable o ruidoso es muy grande el peligro de un curso
negativo de la experiencia, con posibilidad de crisis psicóticas. El mundo
actual, con sus músicas y aparatos, ofrece todo tipo de escenarios y ruidos que
con una sensibilidad aumentada pueden muy bien generar el pánico.
Tan o más importante que el marco externo es el estado anímico del sujeto,
su disposición en ese momento, su actitud ante la experiencia de las drogas y
sus expectativas concomitantes. También pueden entrar en acción dichas o miedos
inconscientes. El LSD tiende a intensificar el estado psíquico en que uno se
encuentra. Un sentimiento de alegría puede crecer hasta la dicha suprema, una
depresión puede ahondarse hasta la desesperación. Por consiguiente el LSD es el
recurso menos idóneo para ayudar a superar una fase depresiva. Tomar LSD en una
situación perturbada, infeliz o incluso en un estado de angustia es peligroso,
y crece la posibilidad de que el experimento termine con un colapso psíquico.
Hay que desaconsejar por completo los experimentos de LSD con personas que
tengan una estructura de personalidad inestable y tendiente a reacciones
psicóticas. Aquí un shock de LSD hace peligrar el psico-organismo sensible y
todavía en su fase de desarrollo. Incluso en el caso de una aplicación médica
de LSD en el marco de tratamientos psicoanalíticos o psicoterapéuticos en
jóvenes menores de dieciocho años, los círculos profesionales han expresado sus
prevenciones, a mi juicio, justificadas. Entre los jóvenes suele faltar aun esa
relación estable y firme con la realidad, necesaria para integrar la vivencia
dramática de nuevas dimensiones de la realidad racionalmente en la imagen del
mundo. En vez de llevar a una ampliación y profundización de la conciencia de
realidad, aquella experiencia contribuirá más bien a una inseguridad y una
sensación de estar perdido en los adolescentes. La frescura de las percepciones
sensoriales y la capacidad aun irrestricta de vivenciar cosas nuevas motivan
que en la juventud las experiencias visionarias espontáneas sean mucho más
frecuentes que en la edad madura, de modo que también por este motivo debería
impedirse el empleo de estimulantes psíquicos entre los jóvenes.
Aun en personsa adultas y sanas y siguiéndose todas las medidas
preparatorias y protectivas discutidas, un experimento con LSD puede malograrse
y desencadenar reacciones psicóticas. Por eso debe recomendarse fervientemente
una supervisión médica incluso en los experimentos no médicos. Ello incluye el
chequeo previo. El médico no necesita estar presente durante la experiencia,
pero debería contarse con la posibilidad de una rápida asistencia médica.
Las psicosis agudas de LSD pueden interrumpirse rápida y seguramente y
controlarse mediante la inyección de cloropromazina u otro tranquilizante de
este tipo.
La presencia de una persona de confianza, que pueda pedir auxilio médico en caso de necesidad, es una medida de seguridad incluso por motivos psicológicos. Pese a que la embriaguez de LSD se caracteriza en general por una inmersión en el mundo interior propio, de todos modos suele surgir, sobre todo en fases depresivas, una profunda necesidad de contacto humano.
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