lunes

ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (79) -


 EL HÉROE COMO TOTALIDAD DE SENTIDO

 

4 / 5) El problema del carácter como forma de interrelación entre el autor y el héroe.

 

Pasemos al segundo tipo de estructuración del carácter: el romántico. A diferencia del clásico, el carácter romántico es arbitrario y posee la iniciativa valorativa. Además, el hecho de que el héroe inicie responsablemente la serie semántico-valorativa de su vida es de suma importancia. Es precisamente la orientación solitaria y completamente activa de los valores, su postura ético-cognoscitiva en el mundo la que debe ser estrictamente superada y concluida por el héroe. El valor del destino que presupone la existencia de la familia y la tradición es impropio para una conclusión artística. Entonces ¿qué es lo que confiere la unidad e integridad artística, la necesidad artística interna a todas las definiciones transgredientes del héroe romántico? Aquí conviene mejor el término “valor de la idea”, que proviene de la misma estética romántica. La individualidad del héroe no se manifiesta como destino sino como idea o, más exactamente, como encarnación de una idea. El héroe que desde su interior actúa de acuerdo con los propósitos, realizando los significados temáticos y semánticos, en realidad realiza cierta idea, cierta verdad necesaria de la vida, cierta protoimagen suya, la concepción divina de su persona. Por eso la vida, los sucesos y el entorno objetual aparecen como simbólicos. El héroe es un vagabundo, un peregrino, un explorador (personajes de Byron, Chateaubriand; Fausto, Werther, Heinrich von Ofterdingen y otros), y todos los aspectos de sus búsquedas de valor y de sentido (él ama, quiere, considera como verdad, etc.) encuentran una definición transgrediente como ciertas etapas simbólicas del camino artístico único de realización de la idea. Los aspectos líricos de un personaje romántico ocupan inevitablemente un lugar importante (amor a una mujer, como en la lírica). La orientación de sentido que se había concentrado en un carácter romántico dejó de ser autoritaria y solamente se vivencia líricamente.

 

La extraposición del autor con respecto a un héroe romántico es, indudablemente, menos estable que en el tipo clásico. La debilitación de esta postura lleva a la desintegración del carácter, las fronteras empiezan a desdibujarse, el centro valorativo se transfiere a la misma vida (a la orientación ético-cognoscitiva) del héroe. El romanticismo es una forma de héroe infinito; el reflejo del autor con respecto al héroe se introduce en el interior del personaje y lo reconstruye, el héroe le quita al autor todas las definiciones transgredientes para sí mismo, para su desarrollo propio y para su autodefinición, que a consecuencia de ello se vuelve infinita. Paralelamente a ello tiene lugar la destrucción de fronteras entre áreas culturales (idea de hombre integral). Aparecen los gérmenes de locura y de ironía. Con frecuencia la unidad de la obra coincide con la unidad del héroe, los momentos transgredientes se vuelven fortuitos y dispersos y pierden su unicidad. O bien la unicidad del autor es manifestadamente convencional, estilizada. El autor empieza a esperar revelaciones de su héroe. El intento de la autoconciencia de forzar una revelación que sólo es posible a través de otro, el intento de arreglárselas sin Dios, sin lectores, sin autor.

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