por Abel de Medici
Donato di Niccolò di Betto Bardi nació en 1386 en Florencia y, como el
artista que sería, no habría podido pedir un lugar ni un momento más idóneo. La
ciudad toscana estaba viviendo la llegada al poder de una nueva élite, formada
por banqueros y comerciantes, cuyo mecenazgo la convertiría en pocas
décadas en una meca de artistas. Era un auténtico punto de inflexión
del que él mismo formaría parte como el padre de la escultura renacentista.
JÓVENES EN BUSCA DE INSPIRACIÓN
Lo que se sabe de los primeros años de aquel muchacho es poco y proviene
principalmente de la obra de Giorgio Vasari Las vidas de los más
excelentes pintores, escultores y arquitectos, incluyendo el apodo
de Donatello: un diminutivo con el que algunos le llamaban por su carácter
refinado y elegante. Provenía de una modesta familia de artesanos de la
lana, pero la suerte le sonrió cuando los Martelli, una antigua y respetada
familia de la aristocracia florentina, lo tomaron bajo su protección, se
encargaron de su educación y uno de los hijos de la familia, Roberto Martelli,
se convirtió más adelante en su mecenas.
A los quince años se le menciona como aprendiz en un taller de
orfebrería de Pistoia, junto con otro ayudante diez años mayor que él con el
que iba a compartir muchas cosas: Filippo Brunelleschi, que pasaría a la
historia por la construcción de la monumental cúpula de la
catedral de Florencia. Entre ambos nació una
amistad fomentada sobre todo por su pasión común por el arte antiguo, que
les llevó a emprender un viaje de dos años a Roma para estudiar sus monumentos
y esculturas; los romanos los apodaron “la pareja del tesoro” porque, viéndoles
hurgar entre las ruinas de los antiguos edificios, creían que estaban buscando
tesoros sepultados.
EL ARTISTA DEL MÁRMOL
En 1404, al terminar su aventura romana, Donatello volvió a su
Florencia natal y entró en el taller de Lorenzo Ghiberti, un orfebre poco
mayor que él que estaba empezando su carrera como maestro con importantes
encargos para el conjunto de la catedral de Santa Maria del Fiore y la iglesia
de Orsanmichele. A Donatello, que por aquel entonces ya había desarrollado una
preferencia por la escultura y el relieve, le encargó la elaboración de
diversas estatuas principalmente para los nichos de las fachadas.
Entre 1411 y 1417 trabajó en dos esculturas para la iglesia de Orsanmichele
-las de San Marcos y San Jorge- en las que
desarrolló el que sería conocido como estilo renacentista: las figuras
recordaban mucho más a las antiguas estatuas romanas que a las de la Edad Media a
la que todavía pertenecía; y causaron tanta impresión que inmediatamente le
encargaron más para decorar los nichos del campanario de la catedral. En todas
ellas trabajó con mármol, que sería el material que más utilizaría durante gran
parte de su carrera.
En aquellos primeros trabajos se hace ya patente una
característica del arte de Donatello: su deseo de experimentar constantemente,
en vez de repetir una y otra vez los mismos patrones aunque estos hubieran dado
buenos resultados. A él se le considera el padre de la escultura renacentista:
después de experimentar una fusión entre el arte romano y el gótico, descartó
este último en favor del primero. Inspirándose en las que había visto y copiado
en Roma, creó figuras ricas en detalles que evocaban el viejo estilo de las
esculturas romanas y que captaron inmediatamente la atención de su maestro y
sus clientes.
En 1425 la fama de Donatello ya era tal que le permitió abrir su propio
taller junto con el escultor y arquitecto Michelozzo, con quien colaboró
durante casi quince años. Esa relación fue muy fructífera tanto en el aspecto
profesional como en el personal: Michelozzo prefería dedicarse a las obras
arquitectónicas que a las estatuas y le encargaron varios trabajos en el
baptisterio de Florencia, en la catedral de Prato y en varias iglesias de Roma,
que Donatello decoró con sus relieves. Aunque sea principalmente conocido como
escultor, su aporte en esta disciplina es muy importante: inventó la
técnica del stiacciato, consistente en variaciones milimétricas en
el espesor de los relieves, que crean efectos de sombras y dan profundidad
al grabado.
UN ARTISTA DESPISTADO
La colaboración con Michelozzo también le fue muy bien por lo que
respecta a la gestión del taller, una tarea por la que Donatello
siempre manifestó un gran desinterés: se olvidaba de pagar el alquiler -por
lo cual le cayeron diversas multas-, de visitar a sus clientes y de llevar las
cuentas de los gastos. Vasari escribe que su preocupación por los asuntos
financieros era casi nulo y que se decía incluso que en su taller colgaba una
cesta con monedas para que los ayudantes las tomaran libremente cuando les
hicieran falta, sin preocuparse de si realmente las utilizaban para asuntos
profesionales o personales.
Para su suerte, en esa época Cosimo el Viejo se convirtió en el
cabeza de la familia Medici. Era uno de los banqueros más importantes de
Florencia y dedicó buena parte de su fortuna al mecenazgo para ganar influencia
política. Había conocido a Donatello años atrás y lo apreciaba como artista y
como amigo, por lo que no solo le encargó muchas obras sino que, en su
lecho de muerte, incluso le quiso regalar una de sus villas de campo, el
castillo de Cafaggiolo. Cuando Piero, el hijo y heredero de Cosimo, le comunicó
la última voluntad de su padre, el escultor rechazó la oferta diciendo que no
habría sabido qué hacer en una casa tan grande; divertido por la respuesta,
Piero le concedió en cambio una pensión semanal que le permitió vivir con más
tranquilidad los últimos años de su vida.
Fue Cosimo de Medici quien le encargó una de sus esculturas más
conocidas, el David. Concebido inicialmente para decorar el patio
del Palacio Medici-Riccardi, causó bastante polémica en su momento
porque representaba al héroe bíblico completamente desnudo y hubo
quien tachó la obra de indecente e incluso blasfema por representar de forma
erótica un tema religioso. También fue su primera obra en bronce como maestro,
aunque en su juventud había trabajado con este material.
EXPERIMENTANDO HASTA EL FINAL
Y fue precisamente esta obra la que lo alejaría de Florencia y de sus
patrones durante una buena temporada, ya que el bronce era un material bastante
caro y para las obras públicas se prefería el mármol. En 1443 Donatello
partió hacia Padua, que había caído en la órbita de la rica República de
Venecia; el encargo inicial era para realizar el monumento fúnebre
del condottiero Gattamelatta, pero finalmente se quedó en la
ciudad véneta durante toda una década. Allí pudo dedicarse, como deseaba, a la
escultura en bronce, pero su obra más famosa fue precisamente la primera:
el Monumento ecuestre a Gattamelatta, para el que se
inspiró en la estatua ecuestre de Marco Aurelio en Roma y que se convirtió a su
vez en modelo para todas las que se harían en Italia hasta la época de
la unidad del país, demostrando de
nuevo el papel fundamental de Donatello como maestro de la escultura.
A principios de 1454, con casi setenta años y tal vez sintiendo la nostalgia de su ciudad natal, volvió a Florencia y abrió un nuevo taller en la plaza de la catedral. Aunque sus trabajos en bronce carecían de la refinada solemnidad de sus esculturas de mármol y no iban en sintonía con las modas artísticas del momento, no le faltó nunca trabajo hasta su muerte. A esa época pertenece otra de sus obras más famosas en bronce, Judit y Holofernes.
(NATIONAL GEOGRAPHIC / 13-12-2020)
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