miércoles

OCHO CUENTOS DE ULISES PANIAGUA (6) / EXCLUSIVO DESDE MÉXICO


 La isla de los sueños salvajes

 

Villa Morgana, por la noche.

 

Cada solsticio se practica una extraña costumbre en esta isla que asoma por Oriente (allí donde los habitantes acostumbran el ascetismo), pues en las fechas referidas los villa morganos liberan las pesadillas a manera de gimnasia espiritual. En una ceremonia nocturna el sacerdote se encarga de correr los pestillos y los cerrojos de las celdas. Como bestias furiosas las pesadillas embisten los pensamientos de los ascetas, semejando en el asedio el vapor de una cacerola una vez que ha alcanzado el punto de ebullición. Pero la paciencia impide cualquier incursión de los malos sueños, cual poderoso escudo de cruzado en Tierra Santa. Los ascetas, que permanecen con los ojos cerrados, en una postura vertical pero relajada, consiguen en armonía desplazar de su mente las imágenes en que el soñante cae desde una almena mora; o donde la amada escapa en las grupas de un caballo del demonio; o aquéllas donde se es atravesado por un tiro de ballesta o devorado por un jabalí; incluso los sueños recurrentes en que se está sediento en medio de un oasis intangible. Después del acoso que se prolonga hasta las luces del alba, reina la voluntad de los ascetas. A las pesadillas, derrotadas y en franca humillación, no les queda más que emprender una huida decorosa para volver a la soledad de la prisión, donde a pesar de las incomodidades se sienten a salvo del desdén de sus pretendidas víctimas. Los habitantes de Villa Morgana regresan a la vida común esperando con ansias el próximo solsticio, sólo para volver a comprobar la fuerza invencible de su interior (al menos esto refieren, en un lenguaje cincelado, una pila de menhires que se exponen en aquellas playas).

  

·         Del libro Bitácora del eterno navegante (2015)

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