miércoles

HACIA UN TEATRO POBRE (11) - JERZY GROTOWSKI

  

 EL NUEVO TESTAMENTO DEL TEATRO (*)

 

EUGENIO BARBA Y JERZY GROTOWSKI (4)

  

¿Cómo se educa entonces al actor en su teatro y cuál es su función en la representación?

 

El actor es un hombre que trabaja en público con su cuerpo, ofreciéndolo públicamente; si este cuerpo no muestra lo que es, algo que cualquier persona normal puede hacer, entonces no es un instrumento obediente capaz de representar un acto espiritual. Si es explotado por dinero y para ganar el favor del público, entonces el arte de actuar linda con la prostitución. Durante muchos años el teatro ha sido asociado con la prostitución en un sentido de la palabra o el otro. Las palabras “actriz” y “cortesana” fueron sinónimos alguna vez. Ahora están separadas por una línea mucho más clara, no porque haya ocurrido ningún cambio en el mundo sino porque la sociedad ha cambiado; actualmente es la diferencia entre la mujer respetable y la cortesana la que se ha borrado.

 

Lo que más llama la atención cuando se contempla el trabajo de un actor tal y como se practica en estos días es su vileza: el regateo sobre un cuerpo que es explotado por sus protectores -productor, director- y que en cambio crea a su vez una atmósfera de intriga y rebelión.

 

De la misma manera en que sólo un gran pecador puede ser santo de acuerdo con los teólogos (no olvidemos la Revelación: “puesto que eres tibio, por tanto no eres ni frío ni caliente, te arrojaré de mi boca”), la vileza del actor puede convertirse en una especie de santidad. La historia del teatro contiene numerosos ejemplos de esto.

 

No hay que malinterpretarme: hablo de “santidad” en tanto que no creyente. Si el actor, al plantearse públicamente como un desafío, desafía a otros y a través del exceso, la profanación y el sacrilegio injurioso se revela a sí mismo deshaciéndose de su máscara cotidiana, hace posible que el espectador lleve a cabo un proceso similar de autopenetración. Si no exhibe su cuerpo, si en cambio lo aniquila, lo quema, lo libera de cualquier resistencia que entorpece los impulsos psíquicos, entonces no vende su cuerpo sino que lo sacrifica. Repite la expiación; se acerca a la santidad. Para que ese tipo de actuación no se quede en lo pasajero y en lo fortuito, como fenómeno que no pueda definirse ni en el tiempo ni en el espacio, si queremos que un grupo teatral tenga como pan cotidiano ese tipo de trabajo, entonces debemos seguir un método especial de investigación y entrenamiento.

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