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Los experimentos con LSD también dieron nuevos impulsos a la investigación
de experiencias religiosas y místicas. Teólogos y filósofos discutían la
cuestión de si las experiencias que a menudo aparecían en las sesiones de LSD
eran auténticas, es decir, equiparables a las experiencias e iluminaciones
místico-religiosas espontáneas.
Esta fase no médica, pero seria, de la investigación médica, fue pasando a
principios de los años sesenta cada vez más a un segundo plano, cuando el LSD,
en el curso de la ola de toxicomanía estadounidense, se difundió con velocidad
epidémica como estupefaciente sensacional en todas las capas de la población.
El rápido aumento del consumo de drogas, que se inició alrededor de veinte años
atrás en los Estados Unidos, no fue, sin embargo, una consecuencia del
descubrimiento del LSD, según lo aseveraban a menudo observadores
superficiales, sino que tiene profundas causas sociológicas. Son estas: el
materialismo, el alejamiento de la naturaleza a consecuencia de la
industrialización y de la vida urbana, la insuficiente satisfacción en la
actividad profesional en un mundo del trabajo mecanizado y desalmado, el
aburrimiento y la falta de objetivos en una sociedad saturada de bienestar, y
la falta de un motivo vital religioso, protector y coherente como concepción
del mundo.
Los drogadictos consideraron que la aparición del LSD precisamente en aquel
momento era una suerte de lance de fortuna; desde su perspectiva, la droga
llegó justo a tiempo para ayudar al hombre que debe sufrir las condiciones
actuales. No es casual que el LSD circulara como estupefaciente primero en los
Estados Unidos, el país en el que la industrialización, la tecnificación,
incluso la agrícola, y la urbanización están más avanzadas. Son los mismos
factores que llevaron al surgimiento y a la difusión del movimiento hippie, que
se desarrolló al mismo tiempo que el del LSD; son inseparables uno del otro.
Valdría la pena investigar hasta qué punto el consumo de drogas ha fomentado el
movimiento hippie y viceversa.
El paso del LSD de la medicina y psiquiatría a la escena de las drogas fue iniciado
e impulsado por publicaciones sobre sensacionales experimentos que seguramente
se realizaron en clínicas psiquiátricas y en universidades, pero sobre los que
luego no se informó en revistas especializadas, sino, con grandes titulares, en
diarios y revistas de difusión general. Hubo periodistas que se prestaron a ser
conejitos de Indias, como por ejemplo Sidney Katz, quien realizó un experimento
con LSD en el Hospital de Saskatchewan, Canadá, bajo la supervisión de
renombrados psiquiatras. Pero luego publicó sus experiencias, no en una revista
médica, sino con fotos a todo color y fantasiosa minuciosidad en su revista Mac
Lean’s Canada National Magazine, bajo el título de “Mis doce horas de loco”.
La muy difundida revista alemana Quick publicó en su número 12 del 21 de
marzo de 1954 un reportaje sensacionalista sobre “Un osado experimento
científico” del pintor Wilfred Zeller, quien había ingerido “unas pocas gotas
de ácido lisérgico” en la clínica psiquiátrica de la Universidad de Viena. De
entre las numerosas publicaciones que hicieron una eficaz propaganda del LSD
para legos, citemos por último un artículo amplio e ilustrado, publicado en la
revista norteamericana Look de setiembre de 1959 con el título de “The
curious story behind the New Cary Grant” (*) que debe haber contribuido singularmente
a la difusión del consumo de LSD. En una renombrada clínica de California, al
actor Cary Grant se le había administrado LSD en el marco de un tratamiento
psicoterapéutico. Cary Grant le informó a la periodista de Look, que
toda su vida había estado buscando la paz interior. El yoga, el hipnotismo y el
misticismo, sin embargo, no se la había convertido en un hombre nuevo y seguro
de sí mismo que ahora, tras tres fracasos matrimoniales, creía que podría amar
de verdad y hacer feliz a una mujer.
(*) La extraña historia detrás del nuevo Cary Grant.
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