1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la
Universidad de Poitiers.
1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el
apoyo de la Universidad de Poitiers.
Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola
HISTORIA Y FICCIÓN
I. EL IMPACTO DE LA
HISTORIA (2)
A medida que avanzamos en
la obra de Juan Carlos Onetti, vamos encontrando un afincamiento más preciso en
la realidad histórica. Trataremos de demostrarlo tomando como ejemplos las
etapas más destacadas en este proceso de apertura al mundo exterior. En 1939,
fecha de la publicación de El pozo, la actitud del novelista parece
haber cambiado sensiblemente en relación a los años anteriores. La novela se
hace eco -manejando modalidades que examinaremos a su debido tiempo- tanto de
las tensiones políticas nacionales como de las internacionales. Es cierto que
los primeros acontecimientos políticos a los que se alude por primera vez sólo
aparecen en el capítulo seis, y que la fluidez del narrador tiende a restarles
importancia:
Según la radio del
restaurante, Italia movilizó medio millón de hombres hacia la frontera con
Yugoeslavia; parece que habrá guerra. (10)
La Historia aparece
rebajada a la categoría de simple suceso, al escamotearse sin más ni más la
profunda significación de la Segunda Guerra Mundial. Pero conviene prestarle
una especial atención a las páginas siguientes porque ciertos elementos
contribuyen a ilustrar y matizar nuestras anteriores afirmaciones: una de ellas
es la acrecida presencia de Lázaro, cuya combatividad militante evoca el vigor
milagrosamente reencontrado del personaje bíblico. El peso novelesco del personaje
se confirma: el capítulo seis constituye un tramo que sólo cobrará real sentido
en el capítulo catorce, donde son revelados en toda su ambigüedad los vínculos
conflictivos pero fraternales que unen a Eladio Linacero y a su compañero de
cuarto. A pesar de la hostilidad con que Linacero trata a Lázaro, la influencia
y hasta el prestigio ejercidos por el obrero resultan difícilmente
disimulables: cuando Eladio Linacero se dispone a contar su encuentro con el
poeta Cordes, una imperiosa necesidad lo obliga, a pesar suyo, a abandonar el
tema para expresar su preocupación por el camarada sindicalista (11). Esta
curiosa bifurcación del relato constituye un reconocimiento implícito de la
necesidad de superar la experiencia estrictamente subjetiva, representada en El
pozo por la práctica orgullosa y solitaria de la escritura. Las múltiples invocaciones
del odiado y a la vez secretamente admirado Lázaro permiten interpretar la
magnitud del peso que ejerce sobre Eladio Linacero el excesivo repliegue sobre
sí mismo. Y si bien él no se siente capaz de adherir a la lucha contra la
injusticia social, resulta innegablemente fascinado por la acción colectiva, el
optimismo y la devoción de los militantes.
Si dejamos de lado Convalecencia,
que nos presenta un oasis de calma y serenidad al abrigo de las interpelaciones
de la Historia, y tomamos Tiempo de abrazar, volvemos a comprobar la
cruda penetración del mundo exterior. Sin embargo, no se trata de arremeter
contra el idealismo algo utópico -según el narrador de El pozo- de los
sindicalistas embriagados por el progreso y la justicia social, sino de exponer
con toda claridad el turbio funcionamiento del mundo de los negocios. Entre
Seidel y Jason, el personaje principal de Tiempo de abrazar, el problema
se reduce estrictamente al enriquecimiento personal:
Vea, Jason: lo toma o lo
deja. Hace casi un año que ando atrás de esto. He cuidado hasta el último
detalle. Todo está perfectamente maduro, pulido… Y estafa… Ah, no. Estoy
resuelto a mandar al cuerno los escrúpulos. Si no hago yo el negocio, lo harán
ellos u otros peores. Bueno: resolverse. Si él no aceptaba, Seidel se
arreglaría con Pins. Mil, dos mil pesos, cualquier cosa (12).
Se hace evidente que Juan
Carlos Onetti pretende hacer hincapié en el mercantilismo de la sociedad “rioplatense”
y su dependencia económica del capital extranjero, como lo sugiere la
presencia, en el mismísimo centro de los libros y las carpetas, de un grueso
tomo de ‘El Capital’ encuadernado en rojo” (13)
Pero no es sino un poco
más tarde, en 1941, en Tierra de nadie, cuando Juan Carlos Onetti abre
generosamente las puertas de la novela a los grandes debates ideológicos
impuestos por la Historia a nivel mundial. Son entonces desmenuzados la forma
de vida -juzgada como opaca y mediocre- del “rioplatense medio”, la subordinación
cultural y económica a Europa y los Estados Unidos, la actitud de los
intelectuales hacia el comunismo y sus reacciones frente a la guerra de España.
Nunca hasta ahora Juan Carlos Onetti había demostrado un interés tan minucioso por
la dimensión política de la existencia humana. Con una vivacidad que acentúan
la escritura fragmentada y la alternación de los pasajes narrativos y
dialogados de Tierra de nadie, el narrador, desapareciendo a menudo
entre sus personajes, duda sistemáticamente de los valores más arraigados de la
sociedad “rioplatense”. Aquí, como en El pozo, las limitaciones del
individualismo pequeño-burgués son sufridas hondamente, y no hay nada -.ni el
escapismo a través del arte, ni la camaradería que une a los integrantes de la “barra”,
ni los amores pasajeros de los principales personajes, ni el mito egoísta de la
isla paradisíaca que obsesiona a algunos de ellos- capaz de enmascarar el vacío
y la insatisfacción sobre los que se fundan estas vidas. Sólo la movilización
sindical, a pesar de los efectos y la pequeñez de algunos de sus representantes
(14), surge como una valiente tentativa de superar el individualismo y
encontrar una cohesión de otro tipo, capaz de contener el desmoronamiento
provocado por la dispersión del grupo. El narrador manifiesta su simpatía por
los que luchan -Bidart y sobre todo Rolanda- un personaje secundario que
termina por acceder al papel principal de compañera de Aránzuru-, pero rechaza
la ideología marxista que subyace implícitamente a los análisis políticos de
los militantes sindicales. Al igual que El pozo, se manifiesta una
desconfianza casi instintiva hacia todo tipo de sistema. Recordemos las
desengañadas reflexiones de Linacero al respecto:
No sé si la separación de
clases es exacta y puede ser nunca definitiva. Pero hay en todo el mundo gente que
compone la capa tal vez más numerosa de las sociedades. Se les llama “clase
media”, “pequeña burguesía”. Todos los vicios de que pueden despojarse las
demás clases son recogidos por ella. No hay nada más despreciable, más inútil.
Y cuando a su condición de pequeños burgueses agregan la de “intelectuales”,
merecen ser barridos sin juicio previo (15).
Notas
(10) El pozo,
p. 19.
(11) Ibid., p. 37: “Estoy
muy cansado y con el estómago vacío. No tengo idea de la hora. He fumado tanto
que me repugna el tabaco y tuve que levantarme para esconder el paquete y
limpiar un poco el piso. Pero no quiero dejar de escribir sin contar lo que
sucedió con Cordes. Es muy raro que Lázaro no haya vuelto. A cada momento me
parece que oigo la escalera…” (El subrayado es nuestro).
(12) Tiempo de abrazar,
en Tiempo de abrazar, p. 154.
(13) Ibid., p. 155.
(14) Tierra de nadie,
Cap. XI, XXII, XXIIII, XXXIV, etc.
(15) El pozo, p. 40.
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