CAPÍTULO III / TRANSFORMACIONES DEL HÉROE
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/ LA INFANCIA DEL HÉROE HUMANO (4)
Los
Backfeet de Montana hablan de un joven exterminador de monstruos, Kut-o-yis,
que fue descubierto por sus padres adoptivos cuando un viejo y su mujer pusieron
un coágulo de sangre de búfalo a hervir en una marmita. “Inmediatamente salió de
la marmita un sonido como el del llanto de un niño, como si se hubiera
lastimado, quemado o escaldado. Miraron dentro de la marmita y allí estaba un niño,
a quien sacaron rápidamente del agua. Se sorprendieron mucho… Al cuarto día, el
niño habló y dijo: ‘Amarradme sucesivamente a cada uno de los postes de la
casa, y cuando llegue al último, soltaré las ataduras y habrá crecido’. Así lo
hizo la vieja y mientras lo amarraba a cada poste podía verse que crecía, y
cuando lo amarraron al último, ya era un hombre.” (9)
Los
cuentos populares sostienen o suplantan por lo común este tema del exilio con
el del despreciado o maltratado: el hijo o la hija menor que sufre mal trato,
el huérfano, el hijastro, el patito feo o el paje de extracción baja.
Una
joven Pueblo que ayudaba a su madre a mezclar con el pie el barro para hacer vasijas,
sintió que el lodo la salpicaba en la pierna, pero no le puso atención. “Después
de unos días, la joven sintió algo que se movía en su vientre, pero no pensó
que iba a tener un hijo. No se lo dijo a su madre, pero el niño crecía y
crecía. Una mañana se puso muy enferma. Por la tarde nació el niño. Aquel día
su madre cayó en la cuenta (por primera vez) que su hija iba a tener un hijo.
La madre se enojó mucho, pero cuando miró al niño vio que no se parecía a un
niño, sino que esa cosa redonda con dos salientes era una pequeña vasija. ‘¿De
dónde sacaste esto?’, le dijo la madre. Pero la joven sólo lloraba. En ese
momento el padre entró. ‘No importa, me alegro que haya tenido un niño’, dijo. ‘Pero
no es un niño’, dijo la madre. El padre fue a verlo y vio que era un pequeño
cántaro de agua. El padre, al verlo, sintió cariño por el cántaro. ‘Se mueve’,
dijo. En seguida, el cántaro empezó a crecer. A los veinte días ya era grande.
Podía hablar y jugar con los otros niños. ‘Abuelo, llévame afuera para que yo
mire a mi alrededor’, dijo. Cada mañana el abuelo lo sacaba y él miraba a los
niños, quienes lo querían y averiguaron que era varón, Niño Cántaro de Agua. Lo
averiguaron por lo que decía.” (10)
En
suma, la criatura del destino tiene que afrontar un largo período de oscuridad.
Este es un momento de extremo peligro, impedimento o desgracia. Es lanzado a
sus propias profundidades interiores o hacia afuera, a lo desconocido; de
cualquier modo, todo lo que toca es la oscuridad inexplorada. Esta es una zona
de presencias insospechadas, benignas o malignas: aparece un ángel, un animal
auxiliar, un pescador, un cazador, una vieja, o un campesino. La criatura es
criada entre los animales, o como Sigfrido, bajo tierra, en medio de los gnomos
que nutren las raíces del árbol de la vida, o bien solo en un cuarto pequeño
(la historia se repite de mil maneras), el joven aprendiz del mundo aprende la
lección de las fuerzas germinales, que residen por encima de la esfera de lo
que puede medirse y nombrarse.
Notas
(9) Louis Ginzberg, The
Legends of the Jews (Filadelfia, The Jewish Publication Society of America,
1911, vol. III, pp. 90-91).
(10) Elsie Clews Parsons, Tewa Tales (Memoirs of the American Folklore Society, XIX, 1926), p. 193.
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