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JOSEPH CAMPBELL - EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (134) Psicoanálisis del mito

 CAPÍTULO III / TRANSFORMACIONES DEL HÉROE

 

2 / LA INFANCIA DEL HÉROE HUMANO (4)

 

Los Backfeet de Montana hablan de un joven exterminador de monstruos, Kut-o-yis, que fue descubierto por sus padres adoptivos cuando un viejo y su mujer pusieron un coágulo de sangre de búfalo a hervir en una marmita. “Inmediatamente salió de la marmita un sonido como el del llanto de un niño, como si se hubiera lastimado, quemado o escaldado. Miraron dentro de la marmita y allí estaba un niño, a quien sacaron rápidamente del agua. Se sorprendieron mucho… Al cuarto día, el niño habló y dijo: ‘Amarradme sucesivamente a cada uno de los postes de la casa, y cuando llegue al último, soltaré las ataduras y habrá crecido’. Así lo hizo la vieja y mientras lo amarraba a cada poste podía verse que crecía, y cuando lo amarraron al último, ya era un hombre.” (9)

 

Los cuentos populares sostienen o suplantan por lo común este tema del exilio con el del despreciado o maltratado: el hijo o la hija menor que sufre mal trato, el huérfano, el hijastro, el patito feo o el paje de extracción baja.

 

Una joven Pueblo que ayudaba a su madre a mezclar con el pie el barro para hacer vasijas, sintió que el lodo la salpicaba en la pierna, pero no le puso atención. “Después de unos días, la joven sintió algo que se movía en su vientre, pero no pensó que iba a tener un hijo. No se lo dijo a su madre, pero el niño crecía y crecía. Una mañana se puso muy enferma. Por la tarde nació el niño. Aquel día su madre cayó en la cuenta (por primera vez) que su hija iba a tener un hijo. La madre se enojó mucho, pero cuando miró al niño vio que no se parecía a un niño, sino que esa cosa redonda con dos salientes era una pequeña vasija. ‘¿De dónde sacaste esto?’, le dijo la madre. Pero la joven sólo lloraba. En ese momento el padre entró. ‘No importa, me alegro que haya tenido un niño’, dijo. ‘Pero no es un niño’, dijo la madre. El padre fue a verlo y vio que era un pequeño cántaro de agua. El padre, al verlo, sintió cariño por el cántaro. ‘Se mueve’, dijo. En seguida, el cántaro empezó a crecer. A los veinte días ya era grande. Podía hablar y jugar con los otros niños. ‘Abuelo, llévame afuera para que yo mire a mi alrededor’, dijo. Cada mañana el abuelo lo sacaba y él miraba a los niños, quienes lo querían y averiguaron que era varón, Niño Cántaro de Agua. Lo averiguaron por lo que decía.” (10)

 

En suma, la criatura del destino tiene que afrontar un largo período de oscuridad. Este es un momento de extremo peligro, impedimento o desgracia. Es lanzado a sus propias profundidades interiores o hacia afuera, a lo desconocido; de cualquier modo, todo lo que toca es la oscuridad inexplorada. Esta es una zona de presencias insospechadas, benignas o malignas: aparece un ángel, un animal auxiliar, un pescador, un cazador, una vieja, o un campesino. La criatura es criada entre los animales, o como Sigfrido, bajo tierra, en medio de los gnomos que nutren las raíces del árbol de la vida, o bien solo en un cuarto pequeño (la historia se repite de mil maneras), el joven aprendiz del mundo aprende la lección de las fuerzas germinales, que residen por encima de la esfera de lo que puede medirse y nombrarse.

 

Notas 

(9) Louis Ginzberg, The Legends of the Jews (Filadelfia, The Jewish Publication Society of America, 1911, vol. III, pp. 90-91).

(10) Elsie Clews Parsons, Tewa Tales (Memoirs of the American Folklore Society, XIX, 1926), p. 193.

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