martes

CHARLES BUKOWSKI - JAMÓN Y CENTENO (LA SENDA DEL PERDEDOR) - 73

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-¿Así que no pudiste conservar el trabajo ni siquiera una semana?

 

Estábamos comiendo albóndigas y espaguetis. Mis problemas se discutían a la hora de cenar. La cena era casi siempre un momento desgraciado.

 

No le quise contestar a mi padre.

 

-¿Qué pasó? ¿Por qué te encajaron la patada en el culo?

 

Yo seguí callado.

 

-Henry, ¡contestale a tu padre cuando te habla! -chilló mi madre.

 

-¡No fue capaz de aguantarlo, eso fue lo único que pasó!

 

-Mirá cómo tiene la cara -dijo mi madre. -¿Quién fue el que te lastimó, Henry? ¿Tu jefe?

 

-No, madre…

 

-¿Y por qué no comés? Parece que nunca tuvieras hambre.

 

-No puede comer -dijo mi padre: -No puede trabajar, no sabe hacer nada… ¡No se merece ni que le den por el culo!

 

-No digas esas cosas en la mesa, papito -lo rezongó mi madre.

 

-¡Es que es la pura verdad! -mi padre había enrollado una enorme bola de espaguetis en el tenedor y mientras estaba masticándola pinchó y engulló una albóndiga y enseguida un pedazo de pan francés.

 

Yo me acordé de lo que dijo Iván en Los hermanos Karamazov: “¿Quién no quiere matar a su padre?”.

 

Y mientras mi padre masticaba todo aquel pelotón de comida se le salió un fideo de la boca y él demoró mucho en chuparlo haciendo un ruido horrible. Después agarró su taza de café, le echó dos grandes cucharadas de azúcar y tomó un trago largo que terminó escupiendo sobre el plato y el mantel.

 

-¡Está mierda está demasiado caliente!

 

-Tenés que tomarlo con más cuidado, papito -dijo mi madre.

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