Los efectos psíquicos del LSD (1)
El cuadro de acción del LSD, tal como se ofrecía después de estas primeras
investigaciones, no era nuevo para la ciencia. Concordaba en gran medida con el
de la mescalina, un alcaloide ya investigado a comienzos del siglo. La
mescalina es la sustancia psicoactiva contenida en el cactus mejicano Lophophora
Williamsii (sinónimo: Anhalonium Lewinii). Ya en época precolombina,
y aun hoy día, los indios comen este cactus como droga sagrada en el marco de
ceremonias religiosas. En su monografía “Phantastica” (Edit. Georg Stilke,
Berlín, 1924), L. Lewin ha descrito ampliamente la historia de esta droga que
los aztecas designaban peyotl. El alcaloide mescalina fue aislado por A.
Heffter a partir del cactus en 1896, y en 1919 E. Späth elucidó su estructura
química y la sintetizó. Era el primer alucinógeno o phantasticum (como
Lewin designó este tipo de sustancia activa) en forma de sustancia pura, con el
que podían estudiarse modificaciones químicamente provocadas de las
percepciones sensoriales, alucinaciones y cambios en la conciencia. En los años
veinte se realizaron vastos experimentos con animales y ensayos con seres
humanos, sobre los que K. Beringer dio una visión de conjunto en su escrito Der
Meskalinrausch (La embriaguez de la mescalina), Edit. Julius Springer,
Berlín, 1927. Dado que estas investigaciones no mostraban una aplicabilidad
terapéutica de la mescalina, esta sustancia activa dejó de suscitar interés.
Con el descubrimiento del LSD la investigación de los alucinógenos cobró nuevo
impulso. Lo novedoso del LSD frente a la mescalina era la elevada eficacia, que
se movía en otro orden. A la dosis activa de 0,2-0,5 g. de mescalina se
contrapone la de 0,00002-0,0001 g. de LSD, es decir que el LSD es 5.000-10.000
veces más activo que la mescalina.
Esta actividad tan elevada del LSD entre los psicofármacos no sólo tiene
una importancia cuantitativa, sino que es también una característica
cualitativa de esta sustancia, porque en ella se expresa una acción muy
específica, es decir, dirigida, sobre la psique humana. También puede deducirse
de esto que el LSD ataca centros capitales de regulación de las funciones
psíquicas y espirituales.
Los efectos psíquicos del LSD, generados por cantidades tan ínfimas de sustancia, son demasiado significativos y multiformes para que puedan explicarse a través de cambios tóxicos de las funciones cerebrales. Si sólo se tratara de un efecto tóxico en el cerebro, las experiencias con LSD no tendrían una importancia psicológica y psiquiátrica, sino sólo psicopatológica. Más bien deben de cumplir un papel las modificaciones en la conductibilidad de los nervios y la influencia en la actividad de las sinapsis, que han sido demostradas experimentalmente. De este modo podría lograrse también una influencia sobre el sistema sumamente complejo de conexiones transversales y sinapsis entre los miles de millones de células cerebrales en el que se fundan las actividades psíquicas y espirituales superiores. Habrá que investigar en esta dirección para explicar el profundo efecto del LSD.
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