CAPÍTULO III / TRANSFORMACIONES DEL HÉROE
2
/ LA INFANCIA DEL HÉROE HUMANO (2)
En
la parte I, “La Aventura del Héroe”, hemos visto el hecho de la redención desde
el primer punto de vista, que puede ser llamado psicológico. Ahora debemos
describirlo desde el segundo, en que se convierte en símbolo del mismo misterio
metafísico que le tocó al héroe mismo redescubrir y traer a la luz. En el
presente capítulo, por lo tanto, hemos de considerar primero la infancia
milagrosa, por medio de la cual se muestra que una manifestación especial del
principio divino inmanente ha encarnado en el mundo, y luego, en sucesión, los
diferentes papeles vitales por medio de los cuales el héroe puede realizar su
tarea de destino. Estos varían en magnitud, de acuerdo con las necesidades de
las épocas.
Para
decirlo en los términos ya formulados, la primera tarea del héroe es
experimentar conscientemente los estadios antecedentes del ciclo cosmogónico;
retroceder a las épocas de la emanación. La segunda es regresar de ese abismo
al plano de la vida contemporánea, y servir allí de transformador humano de los
potenciales demiúrgicos. Huang Ti tenía la facultad del sueño, este era su
camino de descenso y de regreso. El segundo nacimiento o nacimiento del agua de
Väinamöinen lo devolvió a una experiencia de lo elemental. En la fábula de
Tonga de la mujer almeja, la retirada empezó en el parto de la madre: los héroes
hermanos salieron de un vientre infrahumano.
Los
hechos del héroe en la segunda parte de su ciclo personal han de ser
proporcionados a la profundidad de su descenso durante el primero. Los hijos de
la mujer almeja salieron del nivel animal; su belleza física era superlativa.
Väinämöinen renació de los vientos y de las aguas elementales; su don era
levantar o someter con canciones poéticas los elementos de la naturaleza y del
cuerpo humano. Huang Ti viajó por el reino del espíritu; enseñó la armonía del corazón.
El Buddha atravesó la zona de los dioses creadores y regresó del vacío; anunció
la salvación del ciclo cosmogónico.
Si
los hechos de una figura histórica real lo proclaman como un héroe, los que
hicieron su leyenda inventaron para él las aventuras apropiadas en profundidad.
Estas serán descritas como jornadas a reinos milagrosos y han de ser interpretadas
como simbólicas, por una parte, de los descensos al mar nocturno de la psique,
y por la otra, de los reinos o los aspectos del destino del hombre que se
manifiestan en sus respectivas vidas.
El
rey Sargón de Agade (hacia 2550 a. C.) nació de una madre de clase baja. Su
padre es desconocido. Se le echó en una canasta de juncos a las aguas del
Eufrates y fue descubierto por Akki, el agricultor, a quien fue traído para
trabajar de jardinero. La diosa Ishtar favoreció al joven. Así llegó a ser,
finalmente, rey y emperador, y adquirió renombre como el dios vivo.
Chandragupta
(siglo IV a. C.), el fundador de la dinastía hindú Mauyra, fue abandonado en
una vasija de barro en el umbral de un establo. Un pastor descubrió al niño y lo
adoptó. Un día que jugaba con sus compañeros al juego del Gran Rey en el trono
del Juicio, el pequeño Chandragupta ordenó que al peor de los delincuentes se
le cortaran las manos y los pies, y luego, a su orden, los miembros amputados
volvieron inmediatamente a su lugar. Un príncipe que pasaba contempló el juego
milagroso, compró a la criatura en mil harshapanas y en su casa descubrió por
señales físicas que era un Maurya.
El
Papa Gregorio el Grande (540?-604) nació de unos nobles gemelos que a instigación
del diablo habían cometido incesto; su madre, arrepentida, lo envió al mar en
una pequeña caja. Fue encontrado y recogido por unos pescadores y a la edad de
seis años fue enviado a un claustro para ser educado como sacerdote. Pero él
deseaba la vida de un noble guerrero. En un barco, fue llevado milagrosamente
al país de sus padres, donde ganó la mano de la reina, quien posteriormente
resultó ser su madre. Después de descubrir este segundo incesto, Gregorio
permaneció diecisiete años en penitencia, encadenado a una roca en medio del
mar. Las llaves de las cadenas se echaron a las aguas, pero cuando al final de
un largo período se descubrieron en el vientre de un pescado, esto se tomó como
un signo de la Providencia: el penitente fue conducido a Roma en donde fue
elegido Papa. (5)
Carlomagno
(742-814), fue perseguido de niño por sus hermanos mayores y huyó a la España
sarracena. Allí, bajo el nombre de Mainet, prestó señalados servicios al rey. Convirtió
a la hija del rey a la fe cristiana, y los dos arreglaron secretamente su
matrimonio. Después de realizar diversas hazañas el real joven regresó a
Francia, en donde derrotó a sus antiguos perseguidores y triunfalmente ciñó la
corona. Luego gobernó cien años, rodeado por un zodíaco de doce pares. De
acuerdo con todas las noticias, su barba y sus cabellos eran largos y blancos.
(6) Un día, sentado bajo su árbol del juicio, hizo justicia a una serpiente, y
por gratitud, el reptil le dio un amuleto que le hizo posible tener un asunto
amoroso con una mujer ya muerta. Este amuleto cayó en un pozo en Aix, por eso
Aix se convirtió en la residencia favorita del emperador. Después de sus largas
guerras contra los sarracenos, sajones, esclavos y hombres del Norte, el
emperador intemporal murió; pero sólo duerme y ha de despertar en la hora que
su pueblo lo necesite. Durante la última parte de la Edad media, se levantó una
vez de entre los muertos para participar de una cruzada. (7)
Cada
una de estas biografías exhibe el tema racionalizado en varias maneras del
exilio y regreso del niño. Este es un ángulo prominente en todas las leyendas,
los cuentos populares y los mitos. Usualmente se hace un esfuerzo para darle
alguna semejanza con la plausibilidad física. Sin embargo, cuando el héroe en
cuestión es un gran patriarca, brujo, profeta o encarnación, es permitido que
los milagros se desarrollen por encima de todo límite.
Notas
(5)
Estas tres leyendas aparecen en el excelente estudio psicológico del Dr. Otto
Rank, The Myth of the Bird of the Hero (Nervous and Mental Disease
Monographs, Nueva York, 1910). Una variante de la tercera aparece en Gesta
Romanorum, cuento LXXXI.
(6)
En realidad, Carlos el Grande era calvo y no tenía barba.
(7) Los ciclos de Carlomagno han sido estudiados definitivamente por Joseph Bédier, Les légendes épiques (3ª edición, París, 1926).
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