1ra edición: Editorial Roca Viva / Julio 1996
1º
edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2019
VI.
AUTISMO
DEL
GRITO Y EL LLANTO INICIALES AL LENGUAJE HABLADO (*)
(Hipótesis
para estos recorridos en Inés) (2)
MARÍA
AURORA ANDRADE
Los comienzos fueron muy
difíciles para Inés.
Su voz, grito y llanto al
nacer, perturbaban mucho a la madre que transitaba el duelo por la muerte de su
madre, ocurrido un año atrás. La niña pudo nacer después de largos tratamientos
y pérdidas de embarazos, pero en esas circunstancias, la mamá no podía recibir
su llanto, “aunque el médico había dicho que era normal”.
El padre dice: “Cuando ella
nació quedaba demasiada tristeza”. Ahora, Inés “está por cumplir seis años”.
Sólo pronuncia fonemas, especialmente vocales y dice “mam” y “miau” alguna vez.
El llanto lo calmaba
únicamente la presencia de una tía materna que todas las tardes iba a hacerla
dormir. Pero el cuadro de indiferencia que la niña presentaba hacia el final de
los dos años, motivó consultas neuropediátricas de las que surgieron
diagnósticos de ceguera y de sordera orgánicas, que luego se descartaron.
Por esa época, la tía se
alejó definitivamente a causa de una discusión familiar. Inés no volvió a verla
más… “Dejó de llevarse el pan a la boca por su mano”.
Ahora, toma mamadera y
comidas licuadas que le da la madre y por su cuenta, sólo come golosinas junto
a los animales de la casa, a los que a veces imita comiendo del plato o las
mete adentro de sus juguetes preferidos.
Tiene dificultades con la
marcha y no controla los esfínteres.
La trataron por una
lesión y los padres cortaron otros tratamientos, “porque no se veían resultados”.
Todo parece indicar que el dolor por los primeros diagnósticos amplificó en
ellos sus propias dificultades para aceptar la severa realidad de su pequeña
hija que transcurre la mayor parte del día en una colchoneta, que de noche es también
su cama, sin que nunca le preocupe la llegada de la oscuridad.
En los primeros
encuentros percibo que aunque su interés es fugaz, puede contactarse conmigo en
flashes muy breves y es esta posibilidad en ella la que alienta mi decisión de
acompañarla, aunque sus códigos me resultan muy difíciles de desentrañar y toda
la situación es muy compleja.
Inés se mueve desconectada
de su cuerpo y como si estuviera más allá del espacio que la rodea, pero a
veces se interesa por algunos objetos y suspende sus continuos recorridos. Por
momentos parece que sopla o emite otros sonidos sin que mi presencia la
moleste, pero se va enseguida a la ventana después que se produce un breve
acercamiento.
Aunque parece
indiferente, cuando llega a la sesión se puede advertir un signo de ansiedad
antes de entrar al consultorio, le entrega a la madre las carpetitas de crochet
del sillón en el que se sienta por un momento en la sala de espera. Sin
embargo, no se muestra temerosa conmigo. (1)
Así, la existencia de
Inés parece transitar con un psiquismo que se escurre sin poder retener la
identificación con lo humano o distinguir lo animado de lo inanimado, por
coordenadas de tiempo y de espacio diferentes.
Ausente la notificación
de cuerpo, sus contenidos se escurren de ella, en continuidad con todo,
identificada con objetos de la naturaleza.
La hipótesis inicial
correlaciona sus dificultades con el cuerpo y con el lenguaje y remite su
situación de este par “cuerpo-lenguaje”, instalado precariamente en ella, a su
psiquismo caracterizado por la formación del “yo Ser”. (2)
Por eso, las tareas
terapéuticas más urgentes consisten en ayudarla a crear la noción de cuerpo
posibilitándole las funciones de simbolización que facilitarán “el pasaje del
cuerpo a la palabra”. (2)
(*) Trabajo leído en Jornadas de Ceipsem sobre narcisismo, 1992.
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