1ra edición: Editorial Roca Viva / Julio 1996
1º edición WEB:
elMontevideano Laboratorio de Artes / 2019
VI. AUTISMO
ESPACIO Y TIEMPO EN EL
AUTISMO (3)
HÉCTOR GARBARINO
Pero el propio niño
intenta alcanzar los límites movido por la evolución creadora de la irradiación
vital.
Es así como lo vemos, en
algunos casos, cerrando todas las aberturas, carteras, cajones, ventanas,
puertas, en otros, cerrando los ojos de la terapeuta al poner sus dedos sobre los
mismos ya que los ojos de la terapeuta, en el yo-Ser bidimensional, son también
sus ojos.
En múltiples formas
expresa este deseo de limitar su cuerpo: apoyándose sobre el cuerpo del terapeuta
o sobre la pared de la sala, pasándose una maderita por la cara, o recorriendo
con sus dedos varias veces el marco de un espejo.
De esta manera buscan
diferenciar su cuerpo de los otros cuerpos, objetos o de los elementos
naturales que los rodean, buscando constituir su imagen corporal y diferenciando
de esta manera un adentro y un afuera, estableciendo una discontinuidad con las
personas y los objetos, y aproximándose entonces al orden humano.
Esto no se realiza sin
fluctuaciones, oscilando entre adquirir los límites y perderlos, entre cerrar y
abrir su cuerpo, lo que se expresa, por ejemplo, abriendo y cerrando puertas
repetidas veces, o yendo del consultorio a la ventana, y de la ventana al
consultorio. Expresado esto en referencia al narcisismo significa una
alternancia entre el narcisismo del Ser y el narcisismo yoico.
A medida que se va consolidando
el narcisismo yoico, estableciéndose los límites corporales, se crean las condiciones
necesarias para lograr el pasaje a la tercera dimensión.
Como es lógico, esto no
se logra de una sola vez, exigiendo un esfuerzo largo y sostenido, oscilando el
niño permanentemente de la segunda a la tercera dimensión.
Los juegos de introducir
y sacar objetos de un recipiente, meter el dedo en diversas aberturas, como la
boca, llenar y vaciar de agua la pileta del baño, les permite diferenciar un
adentro y un afuera y, por consiguiente, la superficie de la profundidad.
Es así que adquieren la
noción de su propio cuerpo como masa o volumen sustituyendo gradualmente al
cuerpo imaginario plano. Es el momento en que se interesan por su imagen
especular distinguiéndola de su propio cuerpo. Se van, de este modo,
estableciendo las oposiciones del narcisismo yoico.
Pero esta adquisición de
la tercera dimensión no se realiza sin angustias. El niño se siente amenazado
doblemente, no sólo experimenta el temor al vaciamiento sino que además, lo que
es mucho más angustiante, comprende que existe un otro independiente de él.
Con respecto al primer
temor, como lo lleno puede vaciarse, él queda expuesto al vaciamiento, en tanto
todavía se confunde con los objetos que se vacían.
Pero la angustia mayor es comprender que hay otro con existencia propia que no es meramente un apéndice de él, puesto enteramente a su servicio. Esto puede producir en algunos niños un espantoso sufrimiento, y con ello, un sostenido rechazo a formar parte de la comunidad humana siendo meramente un individuo entre otros individuos.
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