miércoles

MARYSE RENAUD - A LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD EN LA OBRA DE JUAN CARLOS ONETTI (14)

 

1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la Universidad de Poitiers.

1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el apoyo de la Universidad de Poitiers.

 Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola

 

UN IMPERATIVO ESTÉTICO Y MORAL: LA CREACIÓN DE LA NOVELA URBANA

 

CAPÍTULO PRIMERO

 

II. SEGUNDO PERÍODO:

 

VIOLENCIA Y HOSTILIDAD DEL ESPACIO URBANO (2)

  

Buenos Aires y Montevideo -que funcionalmente se confunden en la obra de Juan Carlos Onetti- se instalan con rapidez y marcada persistencia como uno de los polos esenciales de las ficciones onettianas. Las dos ciudades asedian, desde los cuentos y las novelas, el mundo psíquico de los héroes de Juan Carlos Onetti, y descargan todo su peso sobre sus destinos muy a menudo irrisorios, sobre sus intentos de salvación y sus fracasos. Porque la ciudad, que simbolizan Montevideo y Buenos Aires, no se reduce jamás a un simple decorado, a un trasfondo ocasional de aventuras más o menos confesables. De los muchos actuantes que componen el frondoso entramado de las obras de Juan Carlos Onetti, es uno de los más decisivos. Es ella la que les confiere ese inconfundible sabor agridulce que constituye, una vez rebasadas las metáforas colorísticas de Los niños en el bosque o de Tiempo de abrazar y olvidados el paganismo eufórico o el júbilo contenido de los textos juveniles, la nueva imagen emblemática de las obras posteriores a 1940.

 

Pero la ciudad es antes que nada un espacio. Un espacio concebido a la medida de las ambiciones del autor y sus personajes: inmenso, infinito, totalmente dispuesto a dejarse recorrer, observar, describir, en una palabra invadir por la literatura. Y eso es lo que se intenta realizar en Tierra de nadie, la novela urbana por excelencia de Juan Carlos Onetti. Pero sería injusto pasar por alto al respecto un texto más antiguo y acaso algo endeble, aunque extremadamente representativo de la tarea que el escritor uruguayo asignaba entonces a la novela del Río de la Plata. Se trata, por supuesto, de Avenida de Mayo-Diagonal-Avenida de Mayo donde el héroe Suaid, cercado por el frío, el estruendo del tránsito y el impacto luminoso de los letreros de la gran ciudad, se refugia en infinitos ensueños antes de encontrarse bruscamente “cansado y calmo, como si hubiera llorado mucho tiempo”, rumbo hacia “los cristales y las luces policromas que techaban la calle con su pulsar rítmico” (72).

 

En este cuento de 1933, Buenos Aires llega a izarse -como lo sugiere el texto- hasta el nivel de las más célebres metrópolis de la literatura universal, y la emoción un tanto literaria que siente Suaid al aspirar en el aire de la ciudad un perfume cosmopolita constituye manifiestamente un signo de victoria: Buenos Aires ha roto, a partir de este momento, sus ataduras con un pasado provinciano. Ella es -al menos así lo indica el postulado que funda muchas novelas urbanas de Juan Carlos Onetti- la apertura infinita y el espacio ilimitado que contribuirán a definir los protagonistas de futuras historias. No es por tanto casual que una de las funciones principales de los personajes de Juan Carlos Onetti consista precisamente en desplazarse por la ciudad. Es el caso de Suaid, quien atraviesa ansiosamente algunas grandes arterias -Florida, la avenida Rivadavia- de Buenos Aires; el de Baldi, “jovial y tranquilo, balanceando el cuerpo sobre las piernas abiertas, mirando plácido el cielo, los árboles del Congreso, los colores de los colectivos” (73) y dirigiéndose, confiado, hacia Palermo: o incluso el del tío Horacio, quien renuncia por un tiempo a retornar al sur y cruza súbitamente, sin razones aparentes, “la valla invisible de Rivadavia (…), recorriendo la corta cuadra que llevaba a la Avenida de Mayo” (74). Pero el representante más destacado de esta larga familia de caminadores y paseantes solitarios es sin duda el personaje de Aránzuru, figura central de Tierra de nadie, cuyas apariciones y eclipses precipitan o entorpecen el curso de la acción y que, más allá de la dimensión estrechamente anecdótica de la novela, contribuyen a crear su coloración existencial específica. Caminatas y paseos errantes: condiciones favorables y necesarias para una aprehensión directa de la realidad urbana.

 

La ambigüedad de este mundo está sugerida desde el comienzo por Tierra de nadie y los textos posteriores que despliegan ante los ojos del lector todas las seducciones de la ciudad, aunque dejando aflorar igualmente ciertas notas inquietantes. Así, las primeras líneas de Tierra de nadie, ofrecen el espectáculo exótico y cautivante de una kermesse, en el fondo de un parque:

 

Frente a ellos, la parte desnuda del jardín donde se bailaba. Un círculo de farolitos de papel ondulaba suavemente.

-Estoy loca de ganas de que venga la primavera -dijo Nené.

Había unas gruesas palmeras con las hojas formando sombrilla. Algunos vestidos claros se amontonaban en los kioscos de paja, como diminutas chozas indígenas. Una mujer con falda de rafia y flores en la cabeza encima de una mesa. A veces echaba la cabeza para atrás y la luz le iluminaba la garganta.

-Este tiempo va a acabar en lluvia -dijo Nené.

Aránzuru encendió un cigarrillo y se recostó en el árbol. Fumaba mirando a las mujeres que pasaban bailando.

-Bueno, no está mal. Hawai o algo por el estilo (75)

 

Porque teóricamente al menos, la ciudad debería ser el símbolo de la libertad, la promesa de la aventura, la espera de una revelación, de un deslumbramiento. Es así como ella se presenta ante los ojos de Jorge y Tito, los dos adolescentes oriundos de Santa María que estudian en Buenos Aires. Y lo mismo sucederá con Rita, ex-sirvienta de los Malabia en Para una tumba sin nombre, que pretenderá ganarse más fácilmente la vida con la mendicidad y la prostitución. Múltiples personajes onetttianos sentirán la llamada del mundo urbano: hombres y mujeres de toda condición, adolescentes y adultos, se precipitan atraídos por el espejismo de otra vida. Sólo allí es concebible la diferencia, la “otredad”. Sólo ese nuevo entorno favorecerá la edificación de una nueva identidad, ya que en definitiva es el imperiosamente deseado autodescubrimiento lo que está en juego en esta búsqueda.

 

Notas

(72) Avenida de Mayo – Diagonal – Avenida de Mayo, en Tiempo de abrazar, p. 7.

(73) El posible Baldi, ibíd., p. 20.

(74) Regreso al sur, ibíd., p. 83.

(75) Tierra de nadie, pp. 19-20.

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