martes

LA PATRIA Y LA TUMBA (18) Crónica ficcionada del golpe de estado y de la Huelga General - RICARDO AROCENA

 A la memoria de María Cristina Díaz Marrero

Falta para mediodía, hora en la que está previsto arrancar con la procesión, pero en la esquina de 8 de Octubre y Pan de Azúcar ya hay miles de personas concentradas. De entre la multitud ni bien Javier y Andrea llegan, irrumpen Cristina y Juan José, están encantados de que a su amiga no le haya pasado nada.

 -Ya nos conocemos. Vos militás en la Coordinadora M del Frente Amplio –le dice Juan José a Javier.

 Los dos hombres quedan conversando sobre la marcha de la huelga y Andrea dirigiéndose a Cristina le dice:

 -Para mañana están los resultados de tus análisis. Así que no faltes.

 Pero unos gritos interrumpen la respuesta. Una mujer mayor se abre paso entre la gente, que se corre para que pase. Va acompañada de un hombre joven y dirigiéndose a Cristina, grita: ¡Muchacha! ¡Muchacha!

 Cristina gira hacia donde viene la voz. Y cuando reconoce a la anciana, corre a abrazarla.

 -¡Coca! –se emociona. Y se la presenta a Andrea, a Juan José y a Javier.

 -Ella es la que me dio refugio cuando me escapé de la represión en la textil –les explica.

 Y la anciana presenta a Jorge, su hijo.

 -Es mecánico y trabaja en CUTSA.

 Mientras hablan el cortejo fúnebre se pone en movimiento rumbo al Cementerio del Norte. Juan José calcula unas diez, quince mil personas. Hay una vigilancia feroz, pero es mucha gente como para reprimir sin consecuencias.

 Mientras marchan, Jorge va contando:

 -Yo conocí a Walter Medina en Jacinto Vera, adonde ayudaba a su padre a repartir diarios. Era de una familia muy humilde, estudiaba, trabajaba, escribía poesía. La muerte de Ramón Peré lo alteró tanto que hizo una crayola y salió a escribir en los muros la consigna “Consulta Popular” en el cruce de Campamento y Rinaldi, es una zona bastante descampada y un tira lo vio y le dio tres tiros en la espalda.

 Finalmente llegan hasta el Cementerio y el féretro es colocado sobre una cureña. La tristeza es enorme y Coca, haciendo la señal de la cruz, murmura:

 -¡Pobre chiquilín!

 ***

 Terminado el entierro, Javier y Andrea se despiden. Mientras Cristina conversa con Coca, Jorge lo hace con Juan José.

 -El transporte fue nuestra mayor debilidad desde que comenzó la huelga –comenta Juan José.

 -Tampoco nos pueden responsabilizar de todo –retruca amoscado Jorge-, mucha gente ha dejado el alma durante estos quince días.

 Juan José nota el malestar y trata de apaciguar.

 -Toco de oído, en realidad no conozco bien la situación. Tengo entendido que en AMDET un dirigente traicionó y dio la orden de trabajar.

 -Peor que eso. Lo que informaba sobre los niveles de organización era completamente falso. Igualmente, el día de las reocupaciones, algunos viejos dirigentes lograron organizar a la gente y ponerla en pie de lucha, pero no pudieron sostener la huelga por mucho tiempo, porque había riesgo de que el gremio se fracturara.

 -¿Y en CUTSA cuál es la situación? –interroga Juan José con precaución.

 -Hay que partir de la base de que hay dos sindicatos. Y que en uno de ellos, en el SAO, participan cientos de accionistas, que también votan. No pudimos re-ocupar porque pusieron guardia militar en los talleres, pero además a partir del lunes 2 de julio, los milicos empezaron a hacer funcionar las unidades con custodia armada –relata Jorge.

 -Al principio iban casi vacíos… -interrumpe Juan José.

 -Y con mucha custodia. Porque la gente cuando los veía reaccionaba violentamente. Pero los decretos represivos y los plebiscitos amañados por el régimen debilitaron al gremio y un sector se reintegró. No fue el caso de los que integramos la Organización Obrera del Ómnibus, que continuamos la huelga hasta el día de hoy, pero somos solamente una cuarta parte del personal.

 ***

 Milton Fernández y Pablo López se cruzan al final del entierro y mantienen un diálogo tenso, los separa viejas rivalidades que vienen desde su adolescencia en La Teja. Con el tiempo Pablo consiguió trabajo en FUNSA y se fue a vivir a Villa Española y dejaron de verse, pero volvieron a encontrarse en la UTU y al mutuo encono le sumaron diferencias ideológicas. Con el correr de los años se toparon muchas veces en los congresos sindicales y en los actos de masas, como en este caso, y siempre estalló la discusión. Esta vez el detonante es la marcha de la huelga. Para Milton, que integra la mayoría sindical hay que levantarla antes de que se desarme sin negociar nada y convocar a la lucha contra el régimen, pero Pablo, quien sigue las directivas de la Tendencia, sostiene que hay que, por lo menos, obtener la libertad de los presos, antes de levantar el conflicto.

 -Hasta ahora es una huelga exclusivamente de la clase obrera y de los estudiantes, con apoyo por supuesto, pero no logramos dividir a las Fuerzas Armadas ni que los partidos políticos se pongan a la cabeza de la resistencia –inicia Milton la discusión.

 -Ese es el problema de ustedes. Siempre con el cuento de que la correlación de fuerzas no es suficiente –responde Pablo con hosquedad.

 -¿Vos sos de los que andan diciendo que estamos ante una situación revolucionaria? ¿No te das cuenta que la huelga nació como respuesta al golpe y que solamente con el movimiento obrero no alcanza? –pregunta Milton.

 -Lo que yo digo es que se puede llegar más lejos –retruca Pablo.

 -Que yo sepa nunca descartamos pasar a la ofensiva, pero a 15 días del comienzo de la huelga hay sectores que están aflojando –analiza Milton.

 -Desde el principio faltó un mensaje contundente. Debía haberse exigido la renuncia de Bordaberry y elecciones anticipadas –contesta Pablo.

 -Venimos planteando la renuncia desde el año pasado. ¿Realmente te crees que por sacar una declaración pidiendo su renuncia, Bordaberry va a caer en pleno golpe de estado? –retruca Milton.

 -El primer parte de guerra, con una orientación categórica y clara contra el régimen, lo dio el Frente Amplio, no lo dio la CNT –arremete Pablo.

 -Por supuesto que fue importante, pero cuando el Frente se pronunció, las fábricas ya estaban ocupadas y la gente movilizada por el llamado de la CNT –se defiende Milton.

 -Pero sin estrategia... Nunca hubo un plan de movilización. Y la concentración más importante fue la de ayer. ¿Por qué no hubo otras antes? –vuelve a la carga Pablo.

 -¿Y todas las que se hicieron en los barrios, no cuentan? –responde Milton.

 -Mirá, te voy a decir una cosa... El movimiento sindical está dirigido por tipos como vos, poco revolucionarios, conciliadores, que frenan el combate y no lo llevan hasta el fin. Ustedes ablandan los métodos de lucha porque están inspirados en concepciones simplemente reivindicativas –agrede Pablo.

 -¿Y vos sos el que reparte los carné de revolucionario? ¿Nunca te preguntaste la razón por la que ustedes son una minoría? Hablás de no conciliar pero al cabo de una huelga netamente política, querés negociar con los milicos –responde Milton con violencia.

 -Por lo menos hay que conseguir reivindicaciones mínimas, como la derogación de los decretos represivos y la libertad de los detenidos –se exaspera Pablo.

 -La huelga nació contra una dictadura y la única victoria posible es reconquistar las libertades –responde Milton.

 No hay acuerdo. Y la discusión amenaza con terminal mal, pero algunos militantes que los conocen intervienen y el incidente no pasa a mayores. Prácticamente los arrastran hacia lugares diferentes, mientras los dos hombres se miran con hostilidad.

 ***

 11 DE JULIO. Bordaberry se regodea con la información de que el movimiento sindical está discutiendo la finalización de la huelga. Al final la permanente presión, los decretos, las detenciones, las amenazas de despidos y los plebiscitos impuestos a la fuerza en los lugares de trabajo, parecen estar dando resultado, pero no puede evitar un retrogusto amargo, ya que no ha podido quebrar a la organización sindical y al arco de alianzas que la ha apoyado. Hasta la Iglesia de la que es tan devoto ha marcado distancia y algunos de sus integrantes le han manifestado personalmente que no creen que los recientes acontecimientos, como el asesinato del estudiante y la detención de cuatro diputados blancos, contribuyan a ver el futuro con optimismo. Les respondió con hosquedad, su obsesión no admite disidencias, para su psicología dogmática las mayorías parlamentarias que no lo acompañaron en la aventura golpista, eran artificiales y accidentales y la razón por la cual amplios sectores económicos, sociales y culturales lo rechazan, es porque anteponen sus intereses a los de la nación. Está convencido que él la encarna y que los que se le oponen conspiran contra la patria. Que los sindicatos quieren destruir a la economía, que las fuerzas de izquierda están sometidas a directivas extranjeras y que la multitudinaria movilización de hace dos días, fue una asonada pergeñada por el traidor de Seregni. Solamente pensar en él lo enfurece. Pero se calma pensando que por estas horas lo más probable es que junto a sus cómplices Licandro y Zufriategui, esté siendo trasladado a un lugar alejado, para que no moleste. No puede evitar sentirse solo y aislado, por eso ha fortalecido el gabinete con hombres como José Enrique Etcheverry Stirling, junto al que comparte su amor por el campo y Edmundo Narancio, de similares convicciones filosóficas. Necesita reafirmarse para responderle a los que lo han tachado de títere de los militares y por eso llama a uno de sus allegados, para que transmita que hay que redoblar la vigilancia sobre la población, como forma de impedir el accionar de los agitadores.

 La respuesta de su allegado lo baja a la realidad.

 -Esta noche los Ministros de Defensa y del Interior van a discutir la seguridad nacional con los Comandantes de las tres armas y los Jefes de las regiones militares.

 Bordaberry queda en situación incómoda frente a su subordinado, por eso agrega, más por decir algo que por otra cosa:

 -Por suerte las Fuerzas Armadas están consustanciadas con el Proceso y se esfuerzan por aplicar las directivas del Poder Ejecutivo. El accionar de los elementos sediciosos deberá ser anulado en el preciso momento en que se detecte.

 ***

 Mezzera mira un cuadro cuando llega el Coronel.

 -Veo que aprecia, digamos, mi nueva adquisición… –bromea cínicamente el Juez Militar, mientras tiende la mano al empresario.

 -A decir verdad no conozco mucho del tema –responde Mezzera.

 -Tampoco sé nada de pintura, pero me han dicho que está bien cotizado en el mercado. Lo traje porque sabía que usted venía. Tengo unos veinte más y pensé que usted puede conocer gente interesada, que no pregunte demasiado sobre la procedencia de las obras –pide el militar.

 -¿Y puedo saber cómo los ha conseguido? –interroga Mezzera.

 -Eran de un tipo al que le allanamos la casa. Pero nadie lo puede saber salvo que sea necesario, así que manéjese con total discreción. Quiero sacarme estos cuadros de encima lo antes posible, supongo que son fáciles de rastrear. Esto tiene urgencia.

 Mezzera queda pensativo. Cuando está en actividad recupera su fortaleza.

 -Haré todo lo posible. Dicho sea de paso, siempre le estaré profundamente agradecido por haberme ayudado a sacar del país a Santiago.

 -Como dice el refrán, una mano lava la otra. Ya está en Chile, en una Colonia alemana, adonde es adiestrado de acuerdo a sus posibilidades. Pero es un secreto militar.

 -No se preocupe, todos creen que está en Estados Unidos…

 -Pero volviendo al tema, hágame el favor, llévese el cuadro y averigüe. No puedo aguantarlos demasiado en donde están. No conviene que consulte yo, y además prácticamente no tengo tiempo como para hacerlo.

 -Está agitada la cosa… -afirma, más que pregunta Mezzera.

 -Anteayer, en 18 de Julio, fue imponente. Hubo enfrentamientos con los manifestantes. Nos balearon y les respondimos con agua y gases, pero nuestros efectivos están desgastados, tenga en cuenta que hace ya dos semanas que estamos desocupando fábricas y facultades.

 -Me lo dice a mí que tengo a las fábricas paradas. Son desocupadas, pero las vuelven a ocupar –se queja Mezzera.

 -Todo está que arde, nos ha llegado información de que puede haber otra asonada importante. Y para colmo hay problemas entre policías y militares, que son incapaces de patrullar juntos sin pelear. Pero también de que es posible que la huelga se levante, por eso le repito, resuélvame este tema y cuando todo esté controlado, podremos dedicarnos a nuestros negocios con más tranquilidad.

 ***

 Casi junto con Milton, ingresan a la Parroquia San Juan Bautista, en el corazón de Pocitos, Silvia Praderi, Esther Linares y María Micaela Rovira, quien a último momento tuvo que suspender su viaje de luna de miel, porque según ella Roberto “enloqueció” y se pasa el día entero “haciendo política” con Miguel Muñoz. Están en la Parroquia para orar por Santiago, del que no tienen noticias. El sindicalista las reconoce porque más de una vez en el pasado su hermana trabajó para ellas, pero no las recuerda con simpatía, porque de acuerdo a lo que Gloria le contaba cuando la pasaba a buscar, solían destratar al personal. Mientras mira a las mujeres, Milton sonríe pensando que el panorama que las rodea es radicalmente distinto del que conocen, ya que la Capilla está atestada de trabajadores que se han dado cita para discutir el futuro de la huelga. Recostado en la vieja puerta de hierro de entrada, el militante estudia el panorama: desparramados, entre sindicalistas, vecinos y feligreses, no pocos individuos, con actitud indefinida, parecen querer controlarlo todo.

 -Son tiras. Están haciendo el manyamiento de la gente –piensa Milton, antes de entrar a la Parroquia.

 Le cuesta unos segundos adaptarse al interior del lugar. Lo primero que le impacta es el enorme vitral que recuerda la Vía Crucis. El ornamento le trae a la memoria las palabras de un viejo sindicalista de ANCAP, de origen cristiano, que definía a Jesús como un “montonero de Judea”. Afina un poco la vista y cerca del altar mayor distingue gente conocida de distintos gremios, en particular bancarios, docentes, textiles, metalúrgicos y trabajadores del Portland; estos últimos le habían informado de la asamblea, en la que participan principalmente militantes de la Tendencia.

 -La CNT se está desorganizando. Y hay que discutir con algunos sectores militares menos fascistas para que sean anulados por lo menos algunos decretos represivos, como condición para reintegrarnos a trabajar –le habían dicho.

 Eran los mismos argumentos que manejó Pablo. Milton continúa discrepando y ha ido a la Capilla a discutir el planteo. No lejos, a la derecha del templo, Pablo conversa con Magdalena y Héctor. Por un instante se cruzan los ojos de Milton y Pablo, ambos se miran con rencor. La violenta discusión del día anterior dejó un sedimento de rabia y acrecentó las diferencias por las cuentas no saldadas. Pero no es el momento ni el lugar y cada uno continúa en lo suyo, hasta que el inesperado arresto de cuatro curas de San Juan Bautista, concita su atención. La gente grita, rodea a los que los llevan y canta el himno, hasta que los religiosos son introducidos en una chanchita y sacados del lugar. Casi simultáneamente la Guardia Metropolitana arremete, apoyada por tiras y policías. Silvia y Esther, que no entienden lo que está pasando, se esconden atrás del atrio, mientras María Micaela intenta convencer a un oficial que se la quiere llevar, de que es su luna de miel, pero que está en la Iglesia porque no ha podido viajar. Las fuerzas represivas están particularmente tensas y violentas, en la escalinata de la Iglesia detienen a León Duarte, antes de lanzarse contra el resto. También mientras sale a la calle, Milton es violentamente golpeado por la espalda y una vez en el suelo arrastrado hacia un Ropero por efectivos de la Metropolitana. Aunque está indefenso y en el piso, lo golpean con furor, con saña, pero cuando uno de los agentes arremete con su bayoneta, un cuerpo empuja y se interpone. Pese a su debilidad Milton reconoce a su salvador: es Pablo y está herido. Intenta protegerlo, pero los dos son bruscamente arrojados al vehículo policial, adonde Milton constata que Pablo sangra profusamente. Para detener la hemorragia, con su camisa y con la ayuda de Héctor, que también ha sido apresado, Milton lo venda. Y para que esté más cómodo lo recuesta sobre su pecho. Los dos hombres se miran y sonríen. Los códigos son los códigos. Ya no hay hostilidad ninguna. Y por  eso Pablo levanta su mano salpicada por la sangre. Y dice:

 -Mano tendida al compañero…

 Milton la aprieta mientras mira a los guardias que custodian. Y responde:

 -Puño cerrado al enemigo…

 ***

 En casa de Conrado Vázquez todos guardan silencio mientras esperan que llegue Andrea, a tal punto que puede escucharse en la estufa a leña el chisporrotear de las brasas. No todos los presentes tienen clara la razón del encuentro. Salvo Vázquez y Muñoz que fueron los convocantes y Doris y Elsa, sus respectivas esposas, el resto desconoce el motivo por el que fueron citados, por lo que están impacientes y nerviosos, escondidos en sus propios pensamientos. No lo tiene claro Miguel que desde la concentración del 9 de Julio está en Montevideo, ni Clara que se acomoda todavía maltrecha por los golpes recibidos durante el desalojo de El Popular, ni Andrea que todavía viene en camino, y menos que menos Carlos, que continúa detenido. Miguel mira de reojo a su madre tratando de adivinar su estado de ánimo y la nota reservada y distante, prácticamente impenetrable. Doris parece que estuviera en otra parte y que la abruma la ausencia de Carlos. Lo ha visto. Han conversado. Y aunque él lo ha ocultado para no preocuparla, ella sabe que ha soportado momentos duros, que ha dormido en el suelo, que ha padecido mucho frío, que está lastimado y que no está recibiendo la atención necesaria, por lo que lo visitó su hermana para darle los cuidados básicos.

 Andrea entra como un vendaval y el auditorio se reanima.

 -Te esperamos desde hace rato –la rezonga Vázquez.

 -Tardé porque con el frío a Javier se le paró la moto… -comenta la muchacha, a la que no se le escapa la mirada entrometida de la madre. Y agrega, disculpándose:

 -Vengo de la Ciudad Vieja… Por 18 está todo el tránsito cortado, desde Ejido a Ciudadela. Hay un enorme patrullaje, con jeeps, camellos y roperos y por la Rambla, a la altura de la Casa de Gobierno, hasta una columna de tanques.

 -Bueno, ahora que estamos todos… O casi todos… -se interrumpe el Juez –Amílcar y yo queremos conversar de algo que desde hace un tiempo venimos analizando con nuestras respectivas esposas y que tiene que ver con nuestro futuro. Y por lo tanto con el de ustedes también. Pero antes de hacerlo queríamos compartir algo doloroso y que para nosotros fue determinante en el momento de tomar una decisión que ya veníamos madurando. Tiene que ver con Mina.

 Para Doris y Andrea el tema está tristemente presente. No para los demás que si bien lo conocen, no han vivido la situación con tanta cercanía.

 -Hemos continuado investigando lo ocurrido con la muchacha. Su muerte ha sido presentada como consecuencia de una sobredosis, pero peritos de confianza nos han comentado que el cuerpo presentaba signos de sofocación y estrangulamiento, traumatismos varios y escoriaciones en boca y nariz, que suelen producirse cuando se intenta acallar a la víctima –informa Amílcar Muñoz.

 -Está claro que fue asesinada. Y que el que está detrás de su muerte ni siquiera se preocupó demasiado de maquillar el crimen –concluye Vázquez.

 -Lo lamento mucho. Es un tema doloroso. ¿Pero en qué afecta a nuestras familias…? -se adelanta Miguel. Pero rápidamente recuerda que su padre acompañó a Vázquez el día de la entrevista al Juez militar y calla preocupado.

 -Amílcar y yo tenemos algunas teorías sobre el crimen, pero no se trata del hecho en sí mismo, sino de la impunidad con la que lo han ocultado, de la misma forma que intentaron desfigurar el fusilamiento de los dos estudiantes, haciéndolo pasar como si hubieran sido tiroteos…, algo que no es precisamente novedoso… Pero si bien hasta hace poco, en el marco de un Estado de Derecho, desde el Poder Judicial, a pesar de todo, pudimos investigar… ahora que se consolida un régimen de excepción, ya no vamos  a  poder hacerlo… -explica Vázquez.

 -Y por eso hemos decidido renunciar a nuestra condición de jueces de la nación –concluye Muñoz.

 La noticia cae como un balde de agua fría. Pero solamente Andrea interviene.

 -Pero… ¡le han dedicado la vida a la profesión!

 -Es verdad querida. Es verdad. Ya no somos jóvenes. Durante nuestras vidas hemos ejercido la abogacía con lealtad, siempre acompañando su evolución. Hemos creído en el Derecho como forma de convivencia y en la justicia como fuente de paz y de libertad. Por eso debemos renunciar: sin libertad no hay derecho, ni justicia, ni paz –responde Vázquez.

 -Los dos estamos convencidos de que no tiene sentido continuar en funciones en un estado sin Derecho, la de la renuncia es una opción que adoptamos juntos en consulta con ellas…, porque un día, hace muchos años, juntos abrazamos la misma causa. Y decidimos informar en una reunión en conjunto de las dos familias, porque las decisiones que hemos tomado las afecta por igual –agrega Muñoz.

 Andrea mira a su madre. Piensa que ha de estar contenta, ya que va a contar con su marido a tiempo completo. Sin embargo Doris no muestra demasiada alegría... Por ese motivo decide esperar

 -Pero no es lo único que tenemos para contar. Está claro que tenemos dictadura para rato… -agrega Vázquez.

 -La huelga posiblemente vaya a ser levantada, pero el régimen ha quedado debilitado… Y viene una nueva etapa de lucha -quiere dar perspectivas Andrea.

 -Esa es otra de las razones por la que decidimos retirarnos. Seguramente en el futuro habrá más destituidos, habrá más presos, habrá más perseguidos… Y creemos que como abogados en algo podemos ayudar.

 Andrea queda sin palabras y descubre la razón por la cual tanto su madre como Elsa han preferido no hablar.

 ***

 En la metalúrgica los ocupantes esperan la llegada de Juan José. No falta nadie. Todos saben que está decidiéndose el levantamiento de la huelga, que en algunos lugares ya la han levantado, que trastabilla el transporte y que hay fábricas en las que el régimen está reuniendo grupitos de trabajadores y los hace votar, para luego decirle a la opinión pública que hay empresas en las que el 90% quiere trabajar. Promedia la tarde cuando llega Juan José. Su rostro lo dice todo. En la puerta lo retiene uno de sus compañeros de más confianza, verdadero puntal de la ocupación, que no abandonó nunca durante los 15 días de huelga el local de la fábrica, que cocinó, limpió, hizo barriadas y no le sacó el cuerpo a ninguna tarea, por ingrata que fuera.

 -¡Decime que no es verdad! –exclama el obrero.

 Juan José mira con cariño al hombrón que tiene frente suyo. Le tiene mucho afecto, por su nobleza, por su bonhomía, por su probidad. Sabe que no es muy afecto a hablar, que le cuesta expresar sus sentimientos, que por eso casi no interviene en las asambleas y que está haciendo un esfuerzo enorme al encararlo.

 -Mañana volvemos a trabajar –es la escueta respuesta de Juan José.

 -¡No me jodas! –contesta el hombrón. Tiene los ojos humedecidos. Transpira pese al frío y no sabe adonde poner sus recias manos, acostumbradas al trabajo pesado.

 -No te jodo. Nos estamos desgastando. Por eso levantar la huelga es un triunfo si lo hacemos en forma organizada. Pero ahora dejáme hablarle a la asamblea que está esperando.

 Cuando Juan José toma la palabra el aire se corta con un cuchillo.

 -Hoy al mediodía la Mesa Representativa de la CNT, por amplia mayoría, decidió que a partir de las cero horas, volvemos al trabajo.

 A Juan José no se le escapa que a sus compañeros la noticia les cae como un balde de agua fría. Intuye lo que están pensando, es que han sido 15 días de enormes sacrificios, de entrega total, de compromiso militante, de carencias, de enfrentamientos, de solidaridades. Y advierte que pasan del silencio a comentar con el más próximo, que poco a poco crece el murmullo, y que en algunos rincones se forman espontáneos grupos. La noticia ha sido dada, pero es necesario continuar informando para que no gane el desánimo, el desconcierto, la derrota. Cuesta aplacar los diálogos y por eso Juan José grita fuerte, hasta que consigue ganar la atención de sus compañeros.

 -¡Volver al trabajo no es bajar los brazos! –agrega.

 Y explica:

 -Pese a todo el esfuerzo, no hemos conseguido la victoria. El combate debe seguir, pero es necesario cambiar la forma de lucha. El principio fundamental en una lucha prolongada como la que se nos ha abierto desde el golpe de estado, es desgastar y debilitar al enemigo.

 El silencio es total. Juan José llena de aire sus pulmones. Y continúa:

 -Por eso la Representativa ha decidido terminar esta etapa. No salimos derrotados, es solamente un repliegue para fortalecernos y pasar a la ofensiva. El que sale debilitado es Bordaberry y los que lo sostienen, que han visto estrecharse sus bases sociales y políticas, por eso estoy seguro que las luchas venideras nos llevarán a la victoria.

 Terminada la asamblea Juan José intenta abrirse paso entre la gente. Cristina lo espera para ir al Clínicas, a conocer el resultado de los  análisis ordenados por Andrea. Pero un grupo de ocupantes lo detiene y le vuelve a preguntar, incrédulo:

 -¿Entonces, es de veras que volvemos a trabajar mañana?

 -Siempre supimos que la huelga no podía ser indefinida. Que en algún momento iba a terminar –confiesa Javier.

 -Pero mientras duraba había perspectivas –es la respuesta de un trabajador.

 Desde la puerta de la empresa Juan José mira a sus compañeros. Nadie se mueve de donde está. La gente discute, intercambia, opina. Es consciente que ha gestado un combate histórico, que ha sido protagonista, que ha escrito una página única en la historia del país. Y por eso conversa y no se resigna. No quiere que nada se venga abajo.

 -Tenemos que organizarnos mejor –es lo último que Juan José escucha antes de partir.

 ***

 El levantamiento de la huelga también es un golpe para los estudiantes universitarios, entre ellos Cristina, quien aunque no está bien de salud, se ha dedicado a levantar los ánimos de la gente. A unos les explica que si la huelga se alargara en forma indefinida, los sectores más organizados y combativos quedarían aislados y serían fácil presa del enemigo; a otros les recalca que el derroche de firmeza, serenidad y heroísmo de la clase obrera ha hecho madurar las condiciones como para construir un gran frente anti dictatorial. Y a todos les repite que volver al trabajo y al estudio desde ningún punto de vista implica abandonar la lucha, sino continuarla en cada casa, en cada salón de clases, en cada facultad. Y para su alegría comprueba que más allá del momentáneo desánimo los distintos actores universitarios se mantienen en estado de efervescencia, a tal punto que inmediatamente se disponen a trabajar para que las elecciones universitarias de setiembre se transformen en una nueva instancia de lucha contra el régimen. La nueva coyuntura inicia con nuevos desafíos, la incertidumbre se va disipando y a Cristina comienza aclarársele el objetivo inmediato del movimiento estudiantil y de la propia Universidad. Mientras espera a Juan José, no puede dejar de mirar a las multicolores carpas del estanque de la Facultad de Arquitectura. Sus sincronizados movimientos le infunden paz y tranquilidad, pero el arquitecto simpatizante de la Lista 15 con el que siempre discute, la trae bruscamente a la realidad:

 -Siempre propusimos soluciones para el país, pero dentro de un marco institucional. Lo que yo me pregunto, con este nuevo panorama, es… ¿la Universidad para quién va a trabajar?

 -Está claro que la dictadura va a enfilar sus baterías contra nosotros. Desde hace mucho que los sectores más reaccionarios nos tienen ganas, en particular el Ministro Edmundo Narancio, que siempre acusó a la Universidad de infiltrada y que para nada es afín a la autonomía y al cogobierno.

 El arribo de Juan José interrumpe la conversación, pero antes de ir a su encuentro, Cristina le dice en voz alta al arquitecto, que se aleja:

 -Pero si nos buscan, nos van a encontrar…

 Cuando llegan al Clínicas encuentran a Andrea con Javier.

 -Ahora que termina la Huelga no vas a venir tan seguido por acá –bromea Juan José, dirigiéndose a él.

 -Si no viene lo mato. Espero verlo más que durante la huelga… -se interpone Andrea.

 -Veo que han formalizado como pareja. Y me alegro por los dos –dice Cristina, mientras mira a los ojos de su amiga.

 -Ahora tengo que hacer de médica –corta sonrojada Andrea y hace pasar a Cristina y Juan José a un lugar reservado, mientras le pide a Javier que espere.

 -Primero es lo primero: te confirmo que estás embarazada –informa, dirigiéndose a Cristina.

 Para la pareja la noticia no es un impacto. Era una probabilidad y finalmente se confirma. Estuvieron discutiendo del tema, manejaron que no es el momento ideal, que posiblemente la patronal se ensañara con Juan José por su condición de dirigente y lo despidiera, que tendrían  que conseguir un lugar más favorable para criar al niño, que vendrían tiempos difíciles y que alguno de los dos podría faltar. Pero están decididos a seguir adelante.

 -No es para alarmarlos, pero es mi obligación decirles que el embarazo puede tener algunas complicaciones. Es necesario que estés permanentemente controlada –agrega Andrea con tono médico.

 Juan José y Cristina se abrazan. No dicen nada, solamente asienten con la cabeza.

 A la salida del consultorio los tres ríen al ver que Javier camina nervioso por el corredor. Cuando le informan, corre a abrazar a sus amigos. Y grita que Andrea y él quieren ser los padrinos. Segundos después y poniéndose serio, agrega:

 -Hay que tener mucho coraje para tomar una decisión como la que han tomado en un momento como este… Como dice la canción… Se precisan niños…

 Andrea interrumpe a su novio y completa lo que va a decir:

 -Para amanecer…


 Los personajes que aparecen en la novela son producto de la imaginación, cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia.

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