3. EL VIENTRE DE LA REDENCIÓN (1)
El
mundo de la vida humana es ahora el problema. Guiado por el juicio práctico de
los reyes y por la instrucción de los sacerdotes de los dados de la revelación
divina, (10) el campo de la conciencia se contrae de tal forma que las grandes
líneas de la comedia humana se pierden en un acertijo de finalidades cruzadas.
Las perspectivas humanas de achatan, y comprenden sólo las superficies
tangibles de la existencia que reflejan la luz. La visión de la profundidad se
cierra. La forma significativa de la agonía humana se pierde de vista. La
sociedad cae en el error y en el desastre. El Pequeño Ego ha usurpado el trono
del juicio del Yo.
Esto
es en el mito un tema perpetuo; en las voces de los profetas un grito familiar.
La gente ansía una personalidad que en un mundo de cuerpos y almas torcidos,
represente de nuevo las líneas de la imagen encarnada. Nos hemos familiarizado
con el mito de nuestra propia tradición. Sucede en todas partes, bajo una
variedad de maneras. Cuando la figura de Herodes (el símbolo extremo del ego
tenaz y equivocado) ha llevado la especie humana al nadir de la bajeza
espiritual, las fuerzas ocultas del ciclo empiezan a moverse en sí mismas. En
un pueblo perdido nace la doncella que se mantendrá pura antes los errores
comunes a su generación: una miniatura, en medio de los hombres, de la mujer cósmica
que fue desposada del tiempo. Su vientre, que permanece ajeno como el vacío
primordial, convoca, por su misma disposición, la fuerza original que fertilizó
el vacío.
“Al
día siguiente, mientras se encontraba María junto a la fuente, llenando el
cántaro de agua, se le apareció el ángel de Dios y le dijo: ‘Dichosa eres,
María, porque has preparado al Señor una habitación en tu seno. He aquí que una
luz del cuelo vendrá para morir en ti y por tu medio iluminará a todo el mundo,’”
(11)
La
historia se repite en todas partes, con tan asombrosa uniformidad en los
contornos principales, que los primeros misioneros cristianos se vieron
obligados a pensar que el diablo mismo se burlaba de sus enseñanzas en
dondequiera que ponían la mano.
Notas
(10)
El hakata de los hijos de Mwuetsi, supra, p. 275.
(11)
Evangelio del Pseudo Mateo, cap. IX.
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