4. CUENTOS POPULARES SOBRE LA MATERNIDAD DE LAS VÍRGENES
El
Buddah descendió del cielo al vientre de su madre en la forma de un elefante
blanco como la leche. La diosa azteca Coatlicue (“La de la falda de serpientes”)
fue seducida por un dios que tenía la forma de una bola de plumas. Los
capítulos de las Metamorfosis de Ovidio abundan en escenas de ninfas
perseguidas por los dioses en diversos disfraces: Zeus fue un toro, un cisne,
una lluvia de oro. Cualquier hoja que se tragara accidentalmente, una nuez o el
soplo de la brisa podía fertilizar el vientre propicio. La fuerza procreadora
está en todas partes. Y de acuerdo con el capricho o con el destino del
momento, un héroe salvador o un demonio aniquilador del mundo puede ser concebido;
nunca se sabe.
Las
imágenes del nacimiento virginal abundan en los cuentos populares tanto como en
el mito. Un ejemplo basta: un extraño cuento popular de Tonga, que pertenece a
un corto ciclo de cuentos relatados del “hombre hermoso” Sinilau. Este cuento
reviste un interés particular, no por su absurdo extremo, sino por sus claros
anuncios, en una parodia inconsciente; cada uno de ellos es uno de los motivos
principales de la vida típica del héroe: nacimiento de una virgen, búsqueda del
padre, pruebas, reconciliación con el padre, asunción y coronación de la virgen
madre, y finalmente el triunfo celestial de los verdaderos hijos mientras que
los pretendientes son expuestos al fuego ardiente.
“Había
una vez un hombre con su mujer, y la mujer estaba embarazada. Cuando vino el
tiempo de dar a luz a su hijo, llamó a su marido para que viniera y la
levantara, para que pudiera parir. Ella dio a luz una almeja y su marido la tiró
al suelo con ira. Ella, sin embargo, le suplicó que tomara la almeja y la
dejara en la pileta de Sinilau. Cuando Sinilau vino a bañarse, tiró la corteza
de coco que había usado para lavarse dentro del agua. La almeja se acercó,
chupó la corteza de coco y quedó embarazada.
Un
día la mujer, la madre de la almeja, vio que esta venía rodando hacia ella. Le
preguntó enojada por qué había venido, pero el molusco le contestó que no era
el momento de enojos y le pidió que prepara un lugar para que pudiera dar a
luz. Se le colocó un biombo y la almeja parió un hermoso varón. Luego regresó a
la pileta y la mujer cuidó del niño que fue llamado Fatai-el-que-va-por-debajo-de-la-madera-de-sándalo.
El tiempo pasó y la almeja se embarazó de nuevo y de nuevo vino rodando a la
casa para poder dar a luz a su hijo. Todo se repitió y de nuevo la almeja dio a
luz un hermoso niño a quien se llamó Mirto-liado-al-azar-en-el-fatai. A él
también lo cuidaron la mujer y su marido.
Cuando
los dos niños llegaron a la edad viril, la mujer oyó que Sinilabu iba a hacer
un festival y determinó que sus dos nietos estuviesen presentes. De manera que
llamó a los jóvenes y les dijo que se prepararan, añadiendo que el hombre a
cuyo festival iban a ir era su padre. Cuando llegaron al festival toda la gente
los miró. No había mujer que no tuviera los ojos fijos en ellos. Cuando pasaron
un grupo de mujeres los llamó para que se sentaran junto de ellas, pero los dos
jóvenes rehusaron, y avanzaron hasta que llegaron al lugar en donde se bebía la
kava. Allí se sirvieron la kava.
Pero
Sinilau, enojado porque habían perturbado su festival, ordenó que trajeran dos
vasijas. Luego ordenó que sus hombres se apoderaran de uno de los jóvenes y lo cortaran
en pedazos. Afilaron el cuchillo de bambú para cortarlo, pero cuando lo
colocaron sobre su cuerpo, resbaló sobre su piel y gritó:
El cuchillo fue colocado y resbaló;
Siéntate y míranos
Y ve si somos como tú o no.
Entonces
Sinilau preguntó qué había dicho el joven y le repitieron los versos. Ordenó
que los jóvenes le fueran traídos y les preguntó quién era su padre. Ellos
contestaron que él era su padre. Entonces Sinilau besó a sus hijos recién
encontrados y les dijo que trajeran a su madre. Fueron a la pileta y buscaron
la almeja, se la llevaron a su abuela quien la abrió en dos, y de ella salió
una hermosa mujer llamada Hina-la-que-vive-en-el-río.
Entonces
se pusieron en camino para ver a Sinilau. Cada uno de los jóvenes llevaba una
esfera a franjas de las que se llaman taufohua; pero su madre llevaba la
mejor estera, llamada tuoua. Los dos hijos iban delante; Hina los
seguía. Cuando llegaron ante Sinilau lo encontraron sentado con sus mujeres.
Cada uno de los jóvenes se sentó en uno de los muslos de Sinilau; Hina tomó
asiento a su lado. Entonces Sinilau dijo a su pueblo que prepara una hornilla y
la calentara bien; y el pueblo tomó a sus otras mujeres y a sus hijos, los mató
y los asó; pero Sinilau se casó con Hina-la-que-vive-en-el-río. (14)
Notas
(14) E.E:V. Collocott, Tales and Poems of Tonga (Bernice P. Bishop Museum Bulletin, Nº 46, Honolulú, 1928), pp. 32-33-
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