AUTOR Y PERSONAJE EN LA ACTIVIDAD ESTÉTICA (26)
EL HÉROE COMO TOTALIDAD
DE SENTIDO
Acto, confesión,
autobiografía, héroe lírico, biografía, situación, carácter, tipo, personaje,
hagiografía. (5)
Saquemos conclusiones de
todo lo dicho. En la confesión-rendimiento de cuentas no hay héroe ni autor, porque
no hay postura desde la cual podrían realizarse sus relaciones mutuas, no hay
lugar para una extraposición valorativa; el héroe y el autor se funden en uno:
es el espíritu que supera el alma en su devenir, que no puede ser concluido
sino apenas materializado en Dios (un espíritu que se ha vuelto ingenuo). Aquí no
hay ni un solo momento de autosuficiencia que sea irresoluble. Está claro que
el argumento como momento de significación estética no es posible en la confesión
(la carne autosuficiente y limitada del acontecer, aislada, tiene principio y
fin positivamente justificados); no puede existir un mundo objetual en tanto
que entorno estéticamente significativo, es decir, como momento artístico
descriptivo (paisaje, ambiente, vida cotidiana, etc.). La totalidad biográfica
de la vida con todos sus acontecimientos no es autosuficiente ni representa un
valor (este valor sólo puede ser artístico); resulta que la confesión-rendimiento
de cuentas no conoce la tarea de construir una totalidad biográfica valiosa de
una vida realizada potencialmente. La forma de la actitud hacia uno mismo
vuelve imposibles todos estos elementos valorativos.
¿De qué modo percibe el
lector la confesión-rendimiento de cuentas, con qué ojos la lee? Nuestra
percepción de la confesión inevitablemente va a tender a una estetización. Bajo
este enfoque, la confesión aparece como materia prima para una elaboración
estética posible, como contenido de una obra literaria posible (que se aproximaría
a una biografía). Al leer nosotros la confesión, aportamos con el mismo hecho
de lectura una extraposición valorativa con respecto a su sujeto, con todas las
consecuencias relacionadas con esta posición, agregando una serie de momentos
de transgresión: damos un acabado al final y a otros momentos (puesto que nos
encontramos provisionalmente extrapuestos), añadimos un segundo plano y un
fondo (esto es, la percibimos sobre el fondo de los datos que conozcamos
mejor), ubicamos en un espacio los momentos aislados de la realización, etc. De
todos estos momentos aportados por la percepción del excedente puede originarse
la forma estéticamente acabada de la obra. El contemplador empieza a inclinarse
por la autoría, el sujeto de la confesión-rendimiento de cuentas llega a ser
personaje (por supuesto, el espectador en este caso no crea junto con el autor,
como cuando se percibe una obra de arte, sino que realiza un acto creativo
primario; por supuesto, es un acto primitivo). Una semejante visión de la
confesión-rendimiento de cuentas corresponde a la finalidad, que de antemano
no es la artística. Por supuesto, de cualquier documento humano se puede
hacer un objeto de percepción estética, lo cual se realiza aun más fácilmente
con un documento que está en el pasado de la vida (aquí, la conclusión dentro
de la memoria estética viene a ser a menudo nuestra obligación), pero no
siempre esta percepción es la principal y determinada finalidad del documento,
y aun más: la percepción y la profundidad de la estetización presuponen una
realización anticipada en la comprensión de la tarea inmanente, extraestética
del documento (lo cual no cubre la noción de “invención” y “ficción” en toda su
plenitud y legalidad propia.
¿Quién es, pues, el lector de la confesión-rendimiento de cuentas (autoinforme) y cómo debe percibir este género para realizar la tarea extraestética inmanente? Lo esencial consiste en que no hay autor con quien crear conjuntamente, ni hay héroe al cual se podría concluir estéticamente junto con el autor. El sujeto de la confesión-rendimiento de cuentas se nos contrapone en el acontecimiento del ser como alguien que realiza su acto, al que nosotros no debemos reproducir (imitar) ni contemplar artísticamente, sino que debemos reaccionar frente a él por medio de un acto-respuesta (así como un ruego dirigido a nosotros no debe ser reproducido ni vivenciado o imitado, ni tampoco percibido artísticamente, sino que debe recibir una reacción mediante un acto: cumplirlo o negar; este acto no es inmanente al ruego, mientras que la contemplación estética -la creación conjunta- es inmanente a la misma obra de arte, aunque no como a una obra dada empíricamente). Nos oponemos al sujeto de la confesión en el único y unitario acontecimiento del ser que abarca a nosotros dos, y nuestro acto de respuesta no lo debe aislar en el acontecer, el futuro inminente del acontecer nos une a los dos y determina nuestra interrelación (nos encontramos uno frente al otro en el mundo de Dios). Por supuesto, la extraposición le resulta aun más intensa (de no ser así, esta postura no sería creadoramente productiva), pero no se utiliza estéticamente, sino de un modo moral y religioso. Porque además de la memoria estética y de la memoria histórica, existe la memoria eterna proclamada por la Iglesia, que es un recuerdo que no concluye a la personalidad (en el plano fenomenológico), que es una conmemoración eclesiástica (del difunto “esclavo de Dios”, Fulano) y una mención en la oración por la paz de su alma. Todo acto laico inmanente de la cultura sería en este caso insuficiente y banal. El análisis de este momento sobrepasa los propósitos de nuestro trabajo, que es de carácter absolutamente laico. Existe otro aspecto en la finalidad de la confesión-rendimiento de cuentas, que es el preceptivo (el conocimiento ético-religioso, puramente práctico). En la realización de una finalidad preceptiva tiene lugar una simpatía hacia el sujeto, pero no con el propósito de concluirlo sino con el fin de su propio crecimiento espiritual; la confesión comunica y enseña acerca de Dios, porque, como hemos visto, mediante un rendimiento de cuentas a solas con uno mismo se entiende Dios, se conoce la fe que está en la vida misma (vida-fe). (El significado puramente preceptivo de las parábolas acerca del publicano en parte de los salmos.) Este es, en términos generales, el propósito de la confesión-rendimiento de cuentas para el lector. Lo cual no excluye, por supuesto, la posibilidad de enfocarla desde el punto de vista cognoscitivo teórico y estético, pero ninguno de estos enfoques realiza esencialmente el propósito de este género.
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