El descubrimiento de los efectos psíquicos del LSD (3)
A la noche regresó mi esposa de Lucerna. Se le había comunicado por
teléfono que yo había sufrido un misterioso colapso. Dejó a nuestros hijos con
los abuelos. En el interín me había recuperado al punto de poder contarle lo
sucedido.
Luego me dormí exhausto y desperté a la mañana siguiente reanimado y con la
cabeza despejada, aunque físicamente aun un poco cansado. Me recorrió una
sensación de bienestar y nueva vida. El desayuno tenía un sabor buenísimo, un
verdadero goce.
Cuando más tarde salí al jardín, en el que ahora, después de una lluvia
primaveral, brillaba el sol, todo centelleaba y refulgía en una luz viva. El
mundo parecía recién creado. Todos mis sentidos vibraban en un estado de máxima
sensibilidad que se mantuvo todo el día.
Este autoensayo mostró que el LSD-25 era una sustancia psicoactiva con
propiedades extraordinarias. Que yo sepa, no se conocía aun ninguna sustancia
que con una dosis tan baja provocara efectos psíquicos tan profundos y generara
cambios tan dramáticos en la experiencia del mundo externo e interno y en la
conciencia humana.
Me parecía asimismo muy importante el hecho de que pudiera recordar todos
los detalles de lo vivenciado en el delirio del LSD. La única explicación
posible era que, pese a la perturbación intensa de la imagen normal del mundo,
la conciencia capaz de registrar no se anulaba ni siquiera en el punto
culminante de la experiencia del LSD. Además, durante todo el tiempo del ensayo
había sido consciente de estar en medio del experimento, sin que, sin embargo,
hubiera podido espantar el mundo del LSD a partir del reconocimiento de mi
situación y por más que esforzara mi voluntad. Lo vivía, en su realidad
terrorífica, como totalmente real, aterradora, porque la imagen de la otra, la
familiar realidad cotidiana, había sido plenamente conservada en la conciencia.
Lo que también me sorprendió fue la propiedad del LSD de provocar un estado
de embriaguez tan abarcador e intenso sin dejar resaca. Al contrario: al día
siguiente me sentí -como lo he descrito- en una excelente disposición física y psíquica.
Era consciente de que la nueva sustancia activa LSD, con semejantes
propiedades, tenía que ser útil en farmacología, en neurología y sobre todo en
psiquiatría, y despertar el interés de los especialistas. Pero lo que no podía
imaginarme entonces era que la nueva sustancia se usaría fuera del campo de la
medicina, como estupefaciente en la escena de las drogas. Como en mi primer
autoensayo había vivido el LSD de manera terroríficamente demoníaca, no podía
siquiera sospechar que esta sustancia hallaría una aplicación como estimulante,
por así decirlo.
También reconocí sólo después de otros ensayos, llevados a cabo con dosis
mucho menores y bajo otras condiciones, la significativa relación entre la embriaguez
del LSD y la experiencia visionaria espontánea.
Al día siguiente escribí el ya mencionado informe al profesor Stoll sobre
mis extraordinarias experiencias con la sustancia LSD-25; le envié una copia al
director de la sección farmacológica, profesor Rothlin.
Como no cabía esperarlo de otro modo, mi informe causó primero una
extrañeza incrédula. En seguida me telefonearon desde la dirección; el profesor
Stoll preguntaba: “¿Está seguro de no haber cometido un error en la balanza?
¿Es realmente correcta la indicación de la dosis?”. El profesor Rothlin formuló
la misma pregunta. Pero yo estaba seguro, pues había pesado y dosificado con
mis propias manos. Las dudas expresadas estaban justificadas en la medida en
que hasta ese momento no se conocía ninguna sustancia que en fracciones de
milésimas de gramo surtiera el más mínimo efecto psíquico. Parecía casi
increíble una sustancia activa de tamaña potencia.
El propio profesor Rothlin y dos de sus colaboradores fueron los primeros
que repitieron mi autoensayo, aunque sólo con un tercio de la dosis que yo
había empleado. Pero aun así los efectos fueron sumamente impresionantes y
fantásticos. Todas las dudas respecto de mi informe quedaron disipadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario