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LA PATRIA Y LA TUMBA (13) Crónica ficcionada del golpe de estado y de la Huelga General - RICARDO AROCENA


 A la memoria de María Cristina Díaz Marrero

  

Es tarde de noche y Conrado Vázquez no puede dormir. Escuchaba por la radio los comentarios sobre la derrota de Uruguay en el Centenario, cuando su hija lo llamó con urgencia para informarle que acababa de llegar al Clínicas una mujer en estado de descompensación, que en su delirio no cesaba de hablar de un crimen en los alrededores del cementerio. Gracias a los datos que Andrea extrajo de sus documentos pudo confirmar rápidamente que era la muchacha que había interrogado días atrás. Se llama Sara Leiva, pero todos la conocen como Mina, según le confesó. Sus familiares están al tanto de lo ocurrido, nunca antes había discutido sus casos con ellos, pero lo esperaban en pleno al finalizar la entrevista con el Juez Militar en el ESMACO y resolvió contarles pormenorizadamente lo ocurrido. Nunca antes lo había hecho, pero había pensado que esta vez la ocasión lo ameritaba, hasta por una razón familiar. Pero está arrepentido. Conoce a sus hijos y ahora que la muchacha apareció, teme que se inmiscuyan más de lo que deben. Calmó como pudo a Andrea y como en ocasiones anteriores, durante los interrogatorios, los custodias no habían querido dejarlo solo con la indagada y tuvo que ponerse firme para que se retiraran, le insistió que la ocultara en un lugar seguro. En su fuero íntimo Vázquez ya tiene decidido que, por lo menos, va a averiguar las razones por las que el Ejército no quiere que continúe investigando, aunque tiene claro que lo que de ahora en más ocurra con el juicio, en gran medida depende de lo que suceda en el plano político. Tendrá que probarlo, pero los hechos le sugieren que el concubino de Mina es el asesino, lo que explica el silencio de la mujer, pero lo que sigue sin entender es la razón por la que calla el hermano del muerto. A Vázquez el sospechoso le pareció un individuo de escasa empatía, inseguro, controlador, notoriamente consumido por el alcohol, mientras que de ella recuerda que hablaba en forma confusa, reiterativa, que alteraba el orden de las palabras y de las frases y que olvidaba frecuentemente lo que acababa de declarar. Ahora piensa que tiene la edad de su hija, pero que las arrugas en la cara y el cuerpo gastado la hacen aparentar mucho más, salvo cuando habla, ya que su voz revela una particular lozanía. Es evidente que Mina teme a su concubino, a tal punto que cuando les hizo un careo, ella tuvo una crisis de angustia. La notó sometida, que se subordinada a lo que él decía y sin la mínima capacidad de defenderse ni de contradecir la mirada inquisidora que su pareja cada tanto le lanzaba. Vázquez recapacita que es indudable que él la golpea y que ella está atrapada por la violencia y la miseria. Pero la entrevista con el juez militar le ha confirmado que atrás de todo este asunto hay mucho más que una riña de momento y eso le ha dado otra dimensión al caso, una dimensión que, por lo que acaba de darse cuenta, mantiene en suspenso a Andrea, que está inquieta ante el eventual secreto militar. Por eso se esforzó por tranquilizar a su hija y le indicó que por ahora hay que proteger a la muchacha, tener paciencia, esperar a que mejore y en el momento propicio y con todo el cuidado del mundo, volver a interrogarla.

 ***

 6 DE JULIO. Andrea y Cristina llegan temprano a la Universidad. Las dos quieren asegurarse un lugar privilegiado, ya que es previsible que vaya mucha gente. Y es por eso que se encuentran y se saludan con un gran abrazo. Hace apenas 48 horas que no se ven, pero han sido días tan intensos que les parece como si fueran años. Lo repite una y otra, mientras suben la escalinata principal. 

 

Pese a las dificultades en el transporte, llegamos al décimo día de Huelga y la paralización en la producción y en la Banca se mantiene –resume Cristina.

 

-Pero, ¿qué está pasando con los ómnibus? ¿Qué dice el sindicato? –pregunta Andrea.

 

-Están siendo conducidos por patrones y clases del Ejército. El problema es que aunque suba poca gente, el solo hecho de que algunos estén funcionando, de por sí es un golpe ante la opinión pública. Muchos compañeros están saliendo a pararlos con molotov y miguelitos, pero unos cuantos fueron detenidos y procesados.

 

Andrea mira a Cristina mientras le cuenta. La nota muy cansada y que se fatiga cuando habla. Pero lo atribuye al nerviosismo y al esfuerzo y solamente agrega:

 

-No te veo del todo bien. Tratá de descansar un poco.

 

El Paraninfo se ha ido llenando, lo mismo que el resto de la Facultad. Son miles cuando llega la hora de comenzar y las consignas y pancartas rompen con el protocolo tradicional. Domina un clima tenso, de combate, que estalla en aplausos y consignas cuando culmina el Himno Nacional y que lentamente se va convirtiendo en un sobrecogedor silencio, para permitir la lectura de las declaraciones emitidas por la Universidad, de condena al Golpe de Estado. Hay firmeza y decisión en los estudiantes, en los docentes, en los egresados, en los funcionarios.

 

Luego de unos momentos, interviene el Rector Samuel Lichtensztejn. No vuela una mosca, puede sentirse hasta el respirar de la gente, alguna tos. Cristina suspira con ansiedad, siente que va a hablar por todos los universitarios, con un mensaje que no tiene la menor duda de que estará a la altura del momento histórico. Está emocionada y se le escapa: ¡Viva la Huelga General! ¡Viva la Universidad! El agónico grito truena en el recinto y es acompañado por los presentes, con tono severo, pero es cortado por el pausado hablar del Rector:

 

-Compañeros del Consejo Directivo Central, compañeros universitarios…

 

Y comienza a dar lectura al extenso texto que tiene preparado. Andrea mira a Cristina de reojo. Está absorbida por las palabras que le van llegando. Más que escucharlas parece que las respira.  Cristina siente como si el Rector estuviera contando pormenorizadamente los últimos años de su vida y mientras escucha le van llegando miles de imágenes, recuerdos y sentimientos, de un pasado que por su intensidad le parece lejano, aunque en realidad sea tan reciente. El recuerdo de cuando su madre la empujó para que viajara a la Capital a estudiar Arquitectura le dibuja una sonrisa. Fue un cambio drástico, en primera instancia a nivel cultural. De un día para otro pasó de la calma chicha de su pueblo natal, de los paseos alrededor de la Plaza y de los bailes en el Centro Cultural a un Montevideo convulsionado por los conflictos. Con cierta vergüenza recuerda la timidez de los primeros tiempos, el miedo y la sensación de desamparo, que más de una vez la tentaron a regresar. Hace una mueca: hasta el día de hoy no falta algún guarango que la conoce desde entonces y que para provocarla se burla de la vestimenta que usaba, de su apocamiento y de su acento fronterizo. Todavía guarda en algún lugar del ropero las ropas con las que llegó a Montevideo, las faldas largas y el abrigo raído y oscuro, que ni bien pudo, influida por la moda, sustituyó por polleras por encima de la rodilla, ponchos y un Montgomery. 

 

-¡Pobre mamá, fue un impacto verme vestida de ese modo! ¡Me costó convencerla de que es lo que usan las demás estudiantes! –piensa.

 

La madre no solamente se encontró con que su hija había cambiado su forma de vestir. Parecía otra en todo sentido. Cristina le hablaba de un mundo desconocido para ella, en el que alternaban los Beatles, el teatro independiente, el canto popular, Zitarrosa, Viglietti, los Olimareños, la insatisfacción de la juventud, Fidel, el “Che”, el socialismo y la revolución. Y la madre se hacía cruces, por temor a que le pasara algo, sobre todo después que conoció a Juan José. Las sucesivas visitas no la tranquilizaron, pero de a poco se fue resignando. La última vez que se encontraron fue en las pasadas vacaciones de turismo, la madre estaba exasperada por los pronunciamientos militares de fines de febrero. Desde entonces solamente se habían comunicado por carta o por teléfono.

 

-¡Pobre mamá! –repite afligida Cristina. Y luego de unos segundos murmura con sentimiento de culpa: -Desde que comenzó la Huelga no he podido llamarla y ha de estar preocupada…

 

Un cambio en la entonación del discurso, trae a la muchacha a la realidad. El Rector está hablando del azaroso presente:

 

-El golpe de estado del 27 de junio es la culminación de ese proceso que marca su signo inequívoco desde el año 1968. La represión, la violencia, las prisiones masivas, las torturas, la eliminación de las libertades, la inexistencia de las garantías individuales se convierten hoy, en la disolución del Parlamento y la ilegalización de la CNT, que funcionaban como centros de denuncia y protesta, y como medios de expresión política y social de los sectores asalariados, obreros y otras capas de la población…

 

Cristina sonríe. Conoce bien a lo que el Rector se refiere. La defensa de la Universidad agredida por el gobierno de Pacheco le fue moldeando sus convicciones y la empujó a las organizaciones populares, en particular a la Federación de Estudiantes. La militancia fue una escuela, aprendió de malones represivos, de perdigonadas, de detenciones arbitrarias. Debió enfrentar a la policía y a las bandas de ultraderecha. Y no tuvo más remedio que aprender a defenderse. El asesinato de los primeros estudiantes la escandalizó, la impactó hasta lo más profundo. Con Líber había compartido marchas y asambleas. ¡Podía haber sido ella! Pero la confrontación la fue templando. Y comenzó a encarar a la muerte como un precio que posiblemente haya que pagar para cimentar la construcción de la nueva sociedad. Lo ha conversado con Juan José, al que conoció durante la ocupación de una fábrica metalúrgica cuatro años antes. Cristina pintaba una pancarta y él se le acercó. Quedó prendada de aquel apuesto joven con grandes dotes oratorias y con el cual al cabo de un corto noviazgo pasó a convivir. Desde entonces para ella ha sido el hombro sobre el cual descansar, el compañero de romances y de bohemias, pero por sobre todo la encarnación de la lucha a la que está entregada. Maduraron juntos en mil combates, compartieron debates y definiciones. Y fue por mutuo acuerdo que decidieron ingresar a filas comunistas.

 

El Rector continúa leyendo. Al cabo de unos minutos hace una pausa para respirar. Y sigue:

 

-Porque, compañeros, se trata de enfrentar algo más que un golpe de estado: la tarea trascendente consiste en evitar que se afiance en el país, a partir de las cenizas de un régimen liberal e injusto, un mal mayor como sería un régimen retrógrado, fascista, dependiente del capitalismo brasileño. La consolidación de una nueva provincia cisplatina, sería la reiteración de la derrota del ideario de Artigas a más de un siglo de su lucha…

 

La mención del prócer le trae a la memoria la alegría con la que vivió junto a Juan José el surgimiento del Frente Amplio, apenas dos años atrás. Sintieron que nacía la esperanza. Detrás de la bandera de Otorgués vieron encolumnarse a todos aquellos con los cuales resistieron el ataque a las libertades democráticas, a los luchadores con los que habían compartido barricadas y ocupaciones, a los que habían defendido a la enseñanza, a los que enfrentaron las medidas prontas de seguridad, a obreros, empleados, estudiantes, intelectuales, artistas, universitarios. Aquellos a los que la calle fue uniendo, finalmente encontraron un espacio adonde encontrarse, un programa, una bandera, un discurso, una mística, un espíritu en común, con los cuales enfrentaron las ofensivas represivas del último año y medio hasta este presente adonde el fascismo quiere imponerse.

 

El Rector parece que estuviera respondiéndole con su discurso:

 

-El vendaval ha roto la forma institucional del país, ha roto sus ramas, quizás hasta el tronco, pero la raíz está viviente, y de la raíz vendrá la sabia nueva de la nueva vida. La raíz, el pueblo, el pueblo oriental, vive y lucha, porque no se le usurpe su capacidad soberana de decidir. Lucha en las fábricas, en las facultades, en los gremios, en las casas.

 

Cristina reflexiona que hace rato que no cree en el desgastado liberalismo ni en sus carcomidas instituciones. Que el viejo Uruguay ha muerto. Que solamente queda la alternativa socialista, pero que para llegar a ella indefectiblemente hay que acabar con el dominio de la oligarquía y del imperialismo, que han respondido con un golpe de estado al avance de las fuerzas populares, pero se han topado con una colosal resistencia popular. Por eso se para y aplaude entusiasmada lo que dice el Rector, hasta que advierte que el resto de los presentes también se incorpora. El Rector hace una pausa y recomienzan las consignas, que son coreadas a lo largo y ancho de la Facultad.

 

Lichtensztejn debe levantar la voz para ser escuchado

 

-¡Compañeros! ¡Qué ejemplo histórico brinda esta clase obrera organizada, sufriente, pero hidalga vanguardia emprendedora de una nueva tarea histórica, creadora, inventiva de un auténtico nuevo Uruguay!

 

De tan emocionada que está Cristina no escucha el resto del discurso. Culminada la sesión y a instancias de las autoridades universitarias, los miles de participantes salen por la puerta principal, que por razones de seguridad están abiertas de par en par, y se lanzan a 18 de Julio, en una manifestación que tiene como destino el Obelisco de los Constituyentes. La encabeza el Rector y varios Decanos que portan la bandera nacional. A escasos metros, tomadas del brazo, Andrea y Cristina, mientras marchan, no quitan los ojos a los militares que acechan y que cuando la columna llega a la calle Acevedo Díaz, reprimen con cachiporras y gases lacrimógenos.

 

-¡Soltá la bandera, hijo de puta! –sienten que grita en forma poco académica el Decano de la Facultad de Derecho, cubierto de sangre, pero no pueden hacer nada porque lo ocultan los gases.

 

Andrea ve que Cristina cae desvanecida y la arrastra a la vereda. Están rodeadas de gritos, humo, corridas, pero poco a poco logran escabullirse por una de las calles y dirigirse a la pensión estudiantil adonde vive la joven estudiante. Por momentos Andrea tiene que arrastrarla, muchas veces se detienen en algún portal, o contra un árbol, hasta que al final llegan a destino. Andrea la recuesta en la cama. Y decide quedarse con ella hasta que se reponga para hacerle un rápido chequeo médico. No se anima a dejarla sola, entre otras cosas porque no tiene confianza de que se quede descansando. La conoce y sabe que apenas repuesta va a volver a la Universidad.

 ***

 Mientras Cristina duerme, Andrea se recuesta en un sillón. Se siente cómoda en aquel cuarto, humilde y desordenado, pero cálido y acogedor. Cada tanto mira a su amiga que respira pausadamente. Entraron el mismo año a la Universidad, pero pudo recibirse antes, sobre todo por contar con un mayor respaldo familiar, aunque también porque no tiene el mismo grado de compromiso con las causas sociales que tiene Cristina. En eso se diferencian. Pero no puede evitar admirarla. Admira su compromiso, su espíritu de sacrificio y en particular su claridad, que le permite encontrar el camino correcto cuando todo parece hundirse en el marasmo y la confusión. Por lo general no se equivoca cuando hay que tomar postura en una compleja coyuntura política, mientras que ella por el contrario se enreda ante el primer hecho imprevisto y ante las variables que se le presentan y que terminan por confundirla. Piensa que con Juan José hacen una hermosa pareja, como la que todos sueñan. Y la embarga una sana envidia. No es su caso. Desde hace meses está separada de quien fuera su compañero desde que inició la Facultad, la hiperactividad le ha permitido adormecer el vacío y el dolor, pero en momentos como éstos, de soledad, la ausencia emerge, lacera, sofoca y empobrece el alma. Lo último que se enteró es que participa de la Huelga en el Hospital Maciel, que fue detenido por los militares durante algunos días. Cuando lo supo estuvo a punto de llamar a su familia, con la que la unen tantos lazos, pero Cristina le recomendó que no lo hiciera. Que cortara. Que mirara hacia adelante. Pero por momentos el pasado la absorbe, la hunde en melancolía. Por eso no quiere quedarse sola, cuando esto ha ocurrido, por lo general sube hasta los últimos pisos del Clínicas a mirar las estrellas, porque también a él lo alumbran y a respirar el aire fresco, porque esté donde esté, también lo envuelve. En esos momentos quisiera estar a su lado para arroparlo y para mirar el cielo, como lo hacían antes. Para bautizar estrellas, para adivinar constelaciones, para sentir su protesta cuando equivoca sus nombres… El ruido de la cerradura la saca de su ensimismamiento, es Juan José, quien se sorprende al verla. Mientras Andrea le manifiesta su preocupación por el estado de salud de Cristina, esta despierta por las voces. Y ni bien distingue a su compañero, se aferra a su torso. Juan José está tenso, intenta acomodarse a una situación que no esperaba, pero no lo logra del todo y las dos mujeres se dan cuenta. Y le preguntan por lo que pueda estar pasando. Está cortado. Y lo primero que atina a decir es que obviamente la situación de su mujer es lo primero… Pero le insisten. Y turbadamente relata:

 

-Asesinaron a un compañero, se llamaba Ramón Peré, era estudiante de Veterinaria y padre de dos chiquilines. Parece que salió de la Facultad con otros compañeros a volantear y fue baleado en Rivera y Bustamante por militares de particular que bajaron de un Maverick. Fue un auténtico ajusticiamiento. Llegó muerto al Hospital Militar. El Rector ya está enterado, y ofreció a la Universidad para que lo velaran, pero la policía rodeó los locales universitarios para impedir movilizaciones y cientos de estudiantes quedaron cercados.

 

Luego de dejarles una serie de consejos médicos, Andrea sale a la calle. Tiene unas cuantas cuadras por delante, ya que piensa volver al Hospital de Clínicas, adonde seguramente muchos requieren de su servicio. En torno suyo todo es silencio y oscuridad, pero la indignación ahuyenta el miedo y su silueta inapresable se desliza raudamente entre las luces delatoras, sorprendiendo a los contados transeúntes. El repicar de los tacos en las veredas mojadas despierta esporádicos ladridos de perros y hace saltar hilos de agua, que como improvisados surtidores, emergen desde abajo de las baldosas flojas.

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