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PETER BROOK - EL ESPACIO VACÍO (63) Arte y técnica escénica


Arte y técnica escénica

EL TEATRO INMEDIATO (15)

La música es un lenguaje relacionado con lo invisible por medio del cual la nada cobra de repente una forma que no puede verse aunque sí percibirse. La declamación no es música, si bien corresponde a algo distinto del discurso corriente: Sprechgesang, también. Carl Orff ha colocado la tragedia en un elevado nivel de discurso rítmico, mantenido y puntuado por percusión, y el resultado no es sólo sorprendente sino esencialmente distinto de la tragedia hablada y cantada: habla de una cosa diferente. No podemos separar la estructura ni el sonido del “Nunca, nunca, nunca, nunca, nunca” de Lear de su complejo de significados, ni aislar el “Monstruo de ingratitud” del mismo Lear sin ver que la brevedad de la línea del verso acentúa de manera tremenda las sílabas. En “Monstruo de ingratitud” hay un movimiento que traspasa las palabras. La textura del lenguaje se aproxima a las experiencias que Beethoven puso en modelos de sonido; sin embargo, no es música, no puede abstraerse de su sentido. El verso es engañoso.

Uno de los ejercicios que realizamos en otro tiempo consistía en tomar una escena de Shakespeare, el adiós de Romeo y Julieta, e intentar (claro está que artificialmente) desenmarañar los diferentes estilos entretejidos en el texto. La escena es como sigue:

JULIETA: ¿Quieres marcharte ya? Aun no ha despuntado el día. Era el ruiseñor, y no la alondra, la que hirió el fondo temeroso de tu oído. Todas las noches trina en aquel granero. ¡Créeme, amor mío, era el ruiseñor!

ROMEO: Era la alondra, la mensajera de la mañana, no el ruiseñor. Mira, amor mío, qué envidiosas franjas de luz ribetean las rasgadas nubes allá en el Oriente. Las candelas de la noche se han extinguido ya, y el día bullicioso asoma de puntillas en la brumosa cima de las montañas. ¡Es preciso que parta y viva, o que me quede y muera!

JULIETA:  Aquella claridad lejana no es la luz del día, lo sé, lo sé yo. Es algún meteoro que exhala el Sol para que te sirva de porta antorcha y te alumbre esta noche en tu camino a Mantua. ¡Quédate, por tanto, aun! No tienes necesidad de marcharte.

ROMEO: ¡Que me prendan! ¡Que me hagan morir! ¡Si tú lo quieres, estoy decidido! Diré que aquel resplandor grisáceo no es el semblante de la aurora, sino el pálido reflejo de Cintia, y que no son tampoco de la alondra estas notas vibrantes que rasgan la bóveda celeste tan alto por encima de nuestras cabezas. ¡Mi deseo de quedarme vence a mi voluntad de partir! ¡Ven, muerte, y sé bienvenida! Julieta lo quiere. Pero ¿qué te pasa, alma mía? ¡Charlemos; aun no es de día!

Se requería a los actores a seleccionar sólo aquellas palabras que pudieran interpretar de manera naturalista, las que pudieran usar de modo inconsciente en una película. El resultado era el siguiente:

JULIETA: ¿Quieres marcharte ya? Aun no ha despuntado el día. Era el ruiseñor, (pausa) y no la alondra (pausa).

ROMEO: Era la alondra, (pausa) no el ruiseñor. Mira, amor mío, (pausa) es preciso que parta y viva, o que me quede y muera.

JULIETA: Aquella claridad lejana no es la luz del día; (pausa) quédate, por tanto, aun. No tienes necesidad de marcharte.

ROMEO: ¡Que me prendan! ¡Que me hagan morir! ¡Si tú lo quieres, estoy decidido! (Pausa) ¡Ven muerte, y sé bienvenida! Julieta lo quiere. Pero ¿qué te pasa, alma mía? ¡Charlemos; aun no es de día!

Los actores interpretaban este fragmento como si se tratara de la escena de una obra moderna llena de vivas pausas, decían en voz alta las palabras seleccionadas, aunque repetían para sí solos las palabras que faltaban, con el fin de recobrar la desigual longitud de los silencios. La escena que surgía habría sido buena para el cine, ya que en una película los momentos de diálogo unidos por un ritmo de silencios de duración se mantendrían con primeros planos y otras imágenes silenciosas y concomitantes.

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