1ra edición: Editorial Roca Viva / Julio 1996
1º edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes /
2019
V.
MELANCOLÍA
ESPACIO
Y TIEMPO EN LA MELANCOLÍA* **
A
propósito de un síndrome de Cotard incompleto
HÉCTOR
GARBARINO
En este artículo nos
proponemos estudiar la metapsicología de la melancolía desde el punto de vista
de la teoría del Ser. Dejaremos de lado, por consiguiente, la contribución que
otros autores han hecho de este mismo tema desde otras perspectivas para
circunscribirnos a los aportes que puedan realizar las ideas sobre el Ser.
Basaremos nuestras
conclusiones en un material clínico de un síndrome de Cotard incompleto. Tal cual
ha sido presentado por Daniel Gil y Eduardo Gómez Mango. (********) (1)
Seguiremos en esto el método utilizado por Freud y que este tomó de Charcot,
según el cual las formas extremas de una afección nos dan lo esencial de la
misma, sin desconocer obviamente las variantes a introducir en las diferentes
formas clínicas.
La metamorfosis del
espacio: del yo instancia al yo corporal (1)
Freud (*****) ya había
considerado la transformación del espacio yoico, que se opera en un psiquismo
normal en el trabajo de duelo, refiriéndose al “angostamiento del yo”, por la
pérdida del interés y la inhibición general que él comporta. El mismo Freud
señaló que esta situación adquiere otra relevancia en la melancolía, donde el
objeto perdido “se comporta como una herida abierta” y “vacía al yo hasta el
empobrecimiento total” al atraer hacia sí toda la energía libidinal disponible.
Creemos que este
vaciamiento del yo, incluye una modificación del régimen espacio-temporal tridimensional
que conforma el yo.
Las representaciones de
sí se establecieron cuando se constituyó una distancia entre el sujeto y los
objetos, incluido el propio sujeto considerado como un objeto más. De este modo
el yo puede reflejarse y verse a sí mismo, lo que implica una articulación
entre las funciones que ejecuta el yo y la atribución entre las funciones que
ejecuta el yo y la atribución de estas funciones al sí mismo. Esta distancia se
pierde en la melancolía, lo que trae como consecuencia la anulación de la
mismidad.
Como dicen Gil y Gómez
Mango: “Hay un pronombre personal, pero no un pronombre posesivo. El yo no
puede referirse (denotar) ningún mi, nada a lo que pueda referirse como mi”.
Sostenemos que esto
significa un pasaje del espacio psíquico euclídeo a la bidimensionalidad, lo
que determina un aplanamiento del yo instancia al yo-Ser que si bien no es
total, por lo menos afecta una gran parte del mismo. No es total porque el yo
piensa y habla, y refiere las vivencias de muerte del yo corporal. La pulsión
de muerte que determina la reversibilidad del yo instancia al yo-Ser hace
estragos en su imagen corporal.
Dice la paciente: “Yo no
tengo vida, veo cruces por todos lados, todos ustedes tienen cruces en la
frente, en los botones, en los ojos, en las manos, son cruces chiquitas y
blancas… Estoy naufragada en vida, tienen que llevarme al cementerio, los
muertos no pueden estar con los vivos…”
Su representación del
símbolo de la cruz, a la vez que expresa su identificación con el suplicio del
crucificado, es vista por todos lados porque se ha vuelto presentación al
perder parcialmente la tridimensionalidad. Y su visión tridimensional percibe
las presentaciones de las cruces como duplicación de ella misma muerta,
presentaciones que se inscriben en todo lo que ve. Su yo se ha vuelto
tridimensional, por lo cual ella es las cruces que mira.
Aquí está claramente
expresado lo que decíamos antes, el sí mismo no puede hacerse cargo de las
funciones que ejecuta el yo. Son funciones sin sentidor (parafraseando a Bion).
El yo al aplanarse conserva algunas percepciones de la tridimensionalidad y el
yo Ser aporta impresiones de la bidimensionalidad, cada uno con su régimen
espacio-temporal propios. (2)
Continúa la paciente: “como
y no soy lo que como, no siento los gustos, en la boca tengo un gusto a podrido
y a vela…”, y agrega más adelante que “no tenía paladar y ponía demasiada sal
en las comidas”. El agujero em el yo-Ser no le permite sentir las sensaciones
gustativas de lo que come.
Su cuerpo muerto se está
pudriendo y sólo puede sentir el gusto a vela de los difuntos, tiñendo sus
sensaciones con las presentaciones de la bidimensionalidad. Pero aquí hay un
punto que nos interesa destacar especialmente y es la negación de su paladar.
¿La negación de órganos constituye un delirio de negación, o es la consecuencia
lógica de la falta de sensaciones gustativas? Nos inclinamos por la última
suposición: el delirio es aparente, la paciente no hace más que referir
acertadamente la vivencia de su realidad corporal, correspondiente a su yo
tridimensional.
Notas
(*) Este texto fue
discutido con Jackeline Bister, Carfmen Medicci, Lizardo Valdez y Gonzalo Varela;
lo que permitió una mejor precisión de las ideas contenidas en el mismo. Agradecemos
a los mencionados colegas la valiosa ayuda prestada.
(**) Este trabajo fue
discutido en octubre de 1995 en la APU.
(1) Estos autores
realizan una excelente interpretación del material clínico a la luz de
consideraciones fenomenológicas, filosóficas y mitológicas. Nosotros lo
abordaremos desde el ángulo de la teoría del Ser.
(2) Creemos que este
conflicto interdimensional intrayoico es el equivalente, en la psicosis, del conflicto
neurótico entre el yo y el ello. Cuando Freud dice que “la
sombra del objeto cae sobre el yo” implícitamente está hablando de un espacio
tri-bidimensional (comunicación personal de Lizardo Valdez) y las
identificaciones se convierten en sombras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario