AUTOR Y PERSONAJE EN LA ACTIVIDAD ESTÉTICA (22)
LA
TOTALIDAD TEMPORAL DEL HÉROE
(el
problema del hombre interior o el alma) / 13
El enfoque estético del
ser interior del hombre exige ante todo que no le creamos, ni contemos con él,
sino que lo aceptemos por encima de la fe y la esperanza, que no nos
encontremos con él y en él, sino fuera de él (porque a partir de su interior no
puede haber ninguna valoración fuera de la fe y la esperanza). La memoria
empieza a actuar como la fuerza que une y concluye; desde el primer momento de
la aparición del héroe, este nace para esta memoria (muerte), y su proceso de
formación es el de la recordación. La encarnación estética del hombre interior anticipa
desde un principio la irremediabilidad semántica del héroe; la visión artística
nos ofrece a todo el héroe calculado y medido hasta el final; en él no
debe haber un secreto de sentido para nosotros, y nuestra fe y esperanza han de
permanecer calladas. Desde un principio debemos buscar los límites de su
sentido, admirarlo como algo formalmente terminado, pero no esperar de él
revelaciones de sentido; desde un principio lo debemos vivenciar en su
totalidad, y en su sentido, debe estar formalmente muerto para nosotros.
Podemos decir que la muerte es una forma de conclusión estética de una
personalidad. La muerte en tanto que fracaso semántico y en tanto que falta de
justificación totaliza el sentido, plantea el problema y ofrece el método de
una justificación estética fuera del sentido. Cuando más perfecta y profunda es
una encarnación, tanto más claramente de manifiesta en ella la conclusión-muerte
y al mismo tiempo el triunfo estético sobre la muerte, la lucha de la memoria
con la muerte (memoria en el sentido de una determinada tensión valorativa, de
una fijación y aceptación por encima del sentido). Los tonos de réquiem suenan
a lo largo de toda la vida del héroe personificado. De allí la particular irremediabilidad
del ritmo y su ligereza, al mismo tiempo triste y alegre, la liberación de la
seriedad irremediable del sentido. El ritmo abarca la vida vivida, y ya
en la canción de cuna empiezan a sonar los tonos del réquiem final. Pero en el
arte esta vida vivida se conserva, se justifica y se concluye en la memoria
eterna; de allí que aparezca la cariñosa y bondadosa irremediabilidad del
ritmo.
Y si el sentido motor de
la vida del héroe nos arrastra como tal, gracias a su carácter planteado y no
como una dación individual en su ser interior, esto obstaculiza la forma y el
ritmo; la vida del héroe empieza a querer atravesar la forma y el ritmo,
recibir un sentido autoritario desde el punto de vista del cual la refracción individual
del sentido en el ser del alma, la existencia de un sentido encarnado, aparecen
como su distorsión; una conclusión artísticamente convincente se vuelve imposible:
el alma del héroe pasa de la categoría del otro a la del yo, se
desintegra y se pierde en el espíritu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario