¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas
del sentido
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a
su Querido!
DECLARACIÓN
9
/ Para que se entienda qué resplandores son
estos de las lámparas que aquí dice el alma y cómo el alma resplandece en
ellos, es de saber que estos resplandores son las noticias amorosas que las
lámparas de los atributos de Dios dan de sí al alma, en los cuales, ella unida
según las potencias, ella también resplandece como ellos, transformada en
resplandores amorosos. Y esta ilustración de resplandores, en que el alma resplandece
con calor de amor, no es como la que hacen las lámparas materiales que con sus
llamaradas alumbram las cosas que están alrededor, sino como las que están
dentro de las llamas, porque el alma está dentro de estos resplandores. Que por
eso dice: en cuyos resplandores, que es decir dentro; y no sólo
eso, sino, como habemos dicho, transformada y hecha resplandores. Y así,
diremos que es como del aire que está dentro de la llama, encendido y
transformado en la llama, porque la llama no es otra cosa que el aire
inflamado, y los movimientos y resplandores que aquella llama hace ni son sólo
del aire, ni sólo del fuego del que está compuesta, sino junto del aire y del
fuego, y el fuego los hace hacer al aire que en sí tiene inflamado.
10
/ A este talle entenderemos que el alma con sus
potencias está esclarecida dentro de los resplandores de Dios. Y los movimientos
de estas llamas divinas, que son los vibramientos y llamaradas que habemos
arriba dicho, no las hace sola el alma transformada en las llamas del Espíritu
Santo, ni las hace sólo él, sino él y el alma juntos, no sólo son resplandores,
sino también glorificaciones en el alma. Porque estos movimientos y llamaradas
son los fuegos y juegos y fiestas alegres que en el segundo verso de la
primera canción decíamos que hacía el Espíritu Santo en el alma, en los
cuales parece que siempre está queriendo acabar de darle la vida eterna y
acabarla de trasladar a la perfecta gloria, entrándola ya de veras en sí.
Porque todos los bienes primeros y postreros, mayores y menores que Dios le
hace al alma, siempre se los hace con motivo de llevarla a la vida eterna, bien
así como la llama todos los movimientos y llamaradas que hace con el aire
inflamado son a fin de llevarle consigo al centro de su esfera, y todos
aquellos movimientos que hace es porfiar por llegarle más a sí; mas, como
porque el aire está en su propia esfera, no le lleva. Así, aunque estos motivos
del Espíritu Santo son eficacísimos en absorber al alma en mucha gloria, todavía
no acaba hasta que llegue el tiempo en que salga de la esfera del aire de esta
vida de carne y pueda entrar en el centro del espíritu de la vida perfecta en
Cristo.
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