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MARYSE RENAUD - A LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD EN LA OBRA DE JUAN CARLOS ONETTI (2)


Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola

1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la Universidad de Poitiers.
1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el apoyo de la Universidad de Poitiers.

INTRODUCCIÓN (2)

La búsqueda, multiforme, cambiante, nos obliga a sobrepasar las determinaciones de una Historia percibida como carente de sentido, como una estafa fundamental. Ella nos conduce hacia nuevos horizontes que una lectura de tipo psicoanalítico puede contribuir a explicitar. Convendría sin embargo precisar la utilización que hemos hecho del psicoanálisis, porque la tentativa de asentar la crítica literaria sobre bases psicoanalíticas no está menos desprovista de ambigüedades e inconvenientes, como lo demuestra el brillante pero por momento discutible intento de Charles Mauron (6) y otros estudios inspirados en la psicocrítica. Una vez más, en nombre de la primacía absoluta de la obra, nos negamos a considerarla como un epifenómeno, como un reflejo mecánico de la biografía del autor. Por eso no hemos tomado demasiado en cuenta los pequeños detalles de la vida cotidiana de Juan Carlos Onetti quien, por otra parte, muestra una reserva proverbial cuando nos descubre, no sin cierta ironía novelesca, ciertos aspectos de su pasado. Que él haya sido en efecto “un niño conversador, lector y organizador de guerrillas a pedradas entre (su) barrio y otro”, que su padre haya sido “un caballero esclavista” y su madre “una dama del sur de Brasil” (7) no nos aclara mucho el sentido global de su obra, aunque detectamos efectivamente en sus relatos de juventud -especialmente en Los niños en el bosque y El posible Baldi- algún eco de esta infancia turbulenta o alguna reminiscencia fantasmal de la violencia esclavista.

Aun enriquecida por la aportación del psicoanálisis, la biografía del autor -a menudo fragmentaria y siempre difícil de establecer, sobre todo cuando se trata de un escritor vivo- no podría revelar por sí misma las claves de una obra. El sentido biográfico no constituiría, en el mejor de los casos, más que uno entre muchos otros. Su ausencia no entorpece la comprensión de la obra, como lo testimonian los numerosos y fecundos análisis realizados en torno a textos anónimos u obras en las que la personalidad del autor permanece enigmática. Por el contrario, el instrumento psicoanalítico aplicado al funcionamiento interno del texto puede resultar de gran utilidad, sobre todo en el caso de escritores cuya obra reclama, como la de Juan Carlos Onetti, la necesaria revalorización de lo imaginario. Ciertos conceptos claves de la teoría psicoanalítica (represión, sublimación, etc.), ciertos mecanismos fundamentales de los procesos inconscientes tales como el desplazamiento y la condensación, por ejemplo, facilitan en efecto el análisis de los sueños o las fantasmagorías contenidas por las historias onettianas. Pero ellas permiten sobre todo, por su cuestionamiento de la noción de transparencia de la obra, un mejor asedio al complejo proceso de elaboración del sentido y la tendencia a la apertura, a la labilidad del texto.

Es además justamente el concepto analítico de sobredeterminación, aplicado a la literatura, el que nos ha incitado a multiplicar las vías de acceso al texto. Así, los trabajos de Gastón Bachelard -cuyos presupuestos no compartimos totalmente- nos han ayudado a percibir mejor el papel determinante en la obra de Juan Carlos Onetti, de las materias fundamentales, de los elementos generalmente menospreciados por la crítica. Otras muchas reflexiones teóricas, especialmente aquéllas, determinantes, de George Bataille (8) sobre la transgresión, el erotismo y la muerte, nos han permitido comprender mejor el aspecto paradójico de la obra de Juan Carlos Onetti: la aparente desesperación de muchos protagonistas de las ficciones onettianas no alcanza a ocultar en efecto la fuerza vital que las empuja a traspasar sus propios límites, cediendo a la llamada de un vértigo multiforme. Vértigo cuya manifestación más contundente aparece indiscutiblemente expresada por la práctica febril del relato, de la ficción, por el abandono a una escritura proliferante, abierta, gracias a la cual los principales personajes buscan domesticar el tiempo y la muerte a través de numerosas y hábiles combinaciones novelescas. Sobre este punto, hemos recurrrido a los penetrantes análisis de Jean Ricardou (9) sobre el “nouveau roman”.

Como puede apreciarse, hemos intentado elaborar un tipo de crítica adaptada a la naturaleza cambiante de la búsqueda de la identidad en la que se funda la obra de Juan Carlos Onetti. Hemos tratado de señalar las modulaciones, las bifurcaciones del sentido y las contradicciones que hacen de esta búsqueda una empresa dinámica, viva. Por eso estuvo particularmente presente en nuestro ánimo el descentralizado análisis que hace Roland Barthes de Sarrazine. La noción de “plural del texto”, la afirmación de que el texto “es una galaxia de significantes, no una estructura de significados”, la negación de la exhaustividad, la misma revalorización del olvido nos han parecido defensas necesarias contra las eventuales tentaciones de una excesiva totalización:

La lectura cependant ne consiste pas à arrêter la chaine des systèmes, à fonder une verité, une legalité du texte et par conséquent à provoquer les “fautes” de son lecteur; elle consiste a embrayer ces systèmes, non selon leur quantité finie, mais selon leur pluralité (qui est un être, non un decompte); je pase, je traverse, járticule, je déclenche, je ne compte pas. L’oubli des sens n’est pas matière a excuses, défaut malhereux de performance: cést une valeur affirmative, une façon d’affirmer l’irresponsabilité du texte, le pluralismo des systèmes (si j’en fermais la liste, je reconstituerais fatalement un sens singulier, théologique): cést précisement parce que j’oublie que je lis. (10)

De todas maneras, a pesar de nuestro vivo interés en el método inaugurado por Roland Barthes en S/Z, no lo hemos aplicado integralmente: el estudio de un vasto corpus implica necesariamente un mínimo de estructuración. Hemos distribuido las diferentes obras de Juan Carlos Onetti en grandes grupos, desprendiendo y privilegiando incluso determinados temas; estableciendo implícitamente, en una palabra, cierta forma de jerarquía. Pese a una terminología que deja ver inevitablemente la perspectiva unificadora que implica toda empresa de crítica literaria, hemos procurado, a través de la multiplicación de las vías de acceso al texto y el particular acento puesto sobre el dinamismo de la búsqueda, tomar en cuenta esa fuga del sentido tan agudamente señalada por Roland Barthes y tan característica en la obra de Juan Carlos Onetti. A pesar de nuestras referencias a una estructura última, quisimos pues, revelar ante todo una posible estructuración de la obra de Juan Carlos Onetti dividida entre la permanencia y el vértigo, entre la transgresión limitada y la transgresión infinita.

Más precisamente, nos hemos dedicado a estudiar, en una primera parte, las relaciones entre la búsqueda de la identidad y el mundo urbano -no el de la verdad sociológica, sino el que establece la ficción. Multiforme, contradictorio, áspero y seductor a la vez, éste aparecerá dominado por las doble presencia de Buenos Aires, la gran metrópoli y Santa María, la “ciudad.pueblo”. Nuestra atención será luego absorbida por la interiorización pasional de la Historia. Finalmente, examinaremos las complicadas relaciones entre el individuo y el grupo. En una segunda parte, ubicada bajo el doble signo de la transgresión -limitada y después infinita- intentaremos entresacar las diferentes etapas del cuestionamiento y la superación de la racionalidad mezquina que las normas sociales imponen a los héroes onettianos: la práctica irónica y patética de los rituales; la valorización del universo onírico; la fascinación ejercida por la locura femenina; la interiorización del juego; la presencia permanente de un trasfondo donde los elementos naturales no cesan de recordar que la vida no es más que desgaste y exceso; en fin, la celebración de la escritura -forma suprema de la apertura infinita- que arranca al sujeto de su fragilidad, de la cruel irreversibilidad del tiempo lineal, y le hacen experimentar, en el corazón mismo de su precaria condición, la euforia y la embriaguez del exceso; en una palabra, la grandeza de la aventura humana.


Notas

(6) Charles Mauron, L’inconscient dans l’oeuvre et dans la vie de Racine, Publications des Annales de la Faculté des Lettres, Aix-en-Provence, Nouvelle serie -nº 16, 1957. Editions Ophyrs.

(7) “Tres textos de Onetti”, en Onetti, op. cit., p. 8.

(8) Georges Bataille, L’érotisme, 10/18, Union Générale d’Éditions, 1965.

(9) Jean Ricardou, Le Nouveau Roman, Ecrivains de toujours, Editions du Seuil, 1973.

(10) Roland Barthes, S/Z, Collection ‘Tel quel’, Editions du Seuil, p. 18.

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