Desde la pasada crisis de febrero, un
personaje de gestos pomposos y con aire un tanto payasesco, comenzó a ser
aupado por los militares: el Coronel Néstor Bolentini. A partir del golpe es
Ministro del Interior y portavoz del gobierno, y como tal le solicitó a la CNT
una reunión. Repantigado sobre un felpudo sillón, con un dedo en el chaleco y
con el otro enroscándose el mostacho, había mirado a José D´Elía, Ignacio
Huguet y Gerardo Cuesta, los representantes sindicales y les había planteado:
-No me sorprende la declaración de huelga,
pero el gobierno ha disuelto las Cámaras haciendo uso de su derecho
constitucional y para normalizar el país. Estoy en condiciones de proponer, en
el caso de que se levante la huelga, comisiones paritarias en los entes
autónomos y aumento general de salarios
Los sindicalistas le contestaron que
pronto tendría una respuesta por escrito. Y no tardaron en alcanzársela.
Bolentini la ojea y frunce el ceño, parece un bulldog. En el documento la CNT
reitera sus reclamos: la plena vigencia de las garantías sindicales, políticas
y de expresión, el restablecimiento de los derechos constitucionales, la
recuperación del poder adquisitivo…. El Coronel lee escuetamente y responde,
con el papel arrugado entre sus manos:
-Llevaré la respuesta al Presidente, pero
no creo que haya ninguna clase de entendimiento sobre las bases que plantean.
Está furioso y hace trascender el
encuentro del gobierno con la Central Obrera, para sembrar desconfianza. Y en
algunos casos lo logra. Tarde de noche y de regreso a la Facultad de
Arquitectura, Cristina tropieza con un viejo docente, ahora jubilado, votante
de la Lista 15, que está en contra del golpe, pero que siguiendo a su líder, no
apoya la huelga general. Ni bien la ve, el profesional la provoca
campechanamente:
-Mi querida Cristina, siempre
subvirtiendo… Escuché que la CNT ha estado manteniendo reuniones con el
gobierno y que está dispuesta a entregar la huelga a cambio de un aumento de
salarios…
-¿A Usted le parece que estoy en eso? La
Central fue clara, la libertad es innegociable. Es por obvias razones tácticas
que dialogamos con el enemigo. En las entrevistas mantenidas con el Coronel
Bolentini fuimos claros: queremos salarios, sí, pero con libertades públicas y
sindicales, por eso el ministro rompió el diálogo -contesta entre ofuscada y
agitada Cristina, está apurada por llegar a la Facultad, adonde la esperan.
El arquitecto sonríe contento, en el
fondo está ansioso de conversar con alguien que le pueda informar más en
detalle de cuanto está pasando.
-No veo qué pueden conseguir. Ni adónde
van. Ni cuáles son las perspectivas…
-Supongo que Ud. habrá recibido,
reiteradamente, nuestras opiniones y valoraciones, en el mano a mano, en las
concentraciones y mítines que desde hace dos días venimos realizando en todos
los rincones del país y que no precisa que yo le explique cuáles son nuestros
planteos. Estamos logrando aislar al régimen. La huelga es noticia de primera
página en los diarios de todo el mundo y crece la solidaridad internacional… -agrega
un tanto amoscada la muchacha, mientras piensa que no tiene tiempo para debates
bizantinos.
Al profesional no se le escapa la
indirecta.
-Estoy al tanto de muchas cosas, pero la
medida sindical nos perjudica a todos, en las estaciones de servicio las colas
son interminables…
-Pese a la huelga general, mientras los
centros de trabajo estén bajo nuestro control, mantendremos el abastecimiento
de los servicios fundamentales, como combustibles para sanatorios y hospitales,
atención médica, transportes esenciales, agua, luz, leche… Pero por qué Ud. ahora protesta y
antes no. Antes de la huelga, durante el gobierno de su partido ¿quién
conseguía un litro de aceite o de leche, o un quilo de carne, o de yerba, sin
grandes sacrificios? ¿Es atribuible a nosotros el desabastecimiento? ¡No hay
nafta!, grita ahora Ud., repitiendo a Bolentini, pero olvida que hace 15 días
que la CNT denunció el acaparamiento de combustibles, practicado por los
especuladores, para multiplicar sus ganancias.
-También estoy en contra del golpe, no
repito a Bolentini, solamente comento en voz alta lo que veo y lo que me
cuentan -ahora el amoscado es el arquitecto.
-Le guste o no, Ud. está haciéndose eco de
la campaña psicológica que ha lanzado el régimen para mellar la imagen que la población
tiene del movimiento popular organizado. ¡Escúchese! No está ayudando a los que
combatimos por las libertades democráticas. No es con declaraciones con lo que
vamos a derrotar a la dictadura, es con compromiso. Lo espero en la Facultad,
nuestra lucha también es por usted. Y por lo que a los dos nos vienen enseñando
en estos días la Facultad de Arquitectura y la Universidad de la República.
***
29
DE JUNIO. Promedia la tarde y Conrado Vázquez y
Amílcar Muñoz, aprovechando el inicio de la Feria Judicial Menor, reunidos en
la casa del primero, clasifican la información que vienen consiguiendo, para
hacerla correr entre su red de amigos y conocidos. Se apoyan en la prensa
nacional y extranjera y en lo que pueden averiguar con sus contactos.
-¿Y qué me decís del golpe de estado en
Chile? Por lo que sé los tanques rodearon La Moneda pero tienen la oposición de
sectores militares constitucionalistas. No como acá. La cosa está que arde
-inicia el diálogo Vázquez.
-Es lo que vengo diciendo, no puede ser
casual que en los mismos días en que Bordaberry encabeza el golpe en Uruguay,
ocurra un tanquetazo en Santiago. Y no te olvides que hace bien poco fue lo de
Ezeiza en Argentina. ¿Te parece que puede ser una simple coincidencia? Sería
como creer que en la lotería salió la bolilla que tiene letras –comenta Muñoz.
-La Mañana dice que a Bordaberry no le
quedaba otro camino –acota Vázquez.
-No me hables de ese tipo… Alguna cosa
tienen que decir. A propósito, ¿viste que Aldunate, Erro, Gutiérrez Ruiz y
Michelini están en Buenos Aires?
Vázquez queda en silencio. Admira al
legislador, que hasta no mucho tiempo atrás perteneció a su partido. Lo había
votado en las elecciones de 1967. Más de una vez fue a escucharlo hablar en la
Cámara, lo fascina su apasionada oratoria. Luego de unos segundos reflexiona en
voz alta:
-Como batllista estoy en contra del golpe
de estado y la dictadura, aunque no estemos preparados para el uso de armas,
tenemos que resistir, junto con todos los uruguayos que estén de acuerdo con
una salida electoral, por eso, aunque muchos dirigentes de mi Partido digan lo
contrario, en lo personal estoy convencido que debemos apoyar la huelga
general…
-Es lo que los blancos y frenteamplistas
estamos haciendo –corta con cierto orgullo Muñoz. Pero mientras habla se va
arrepintiendo. Conoce a su amigo y sabe que las definiciones de los máximos
dirigentes colorados lo tienen desasosegado.
-Comparto lo que plantea la declaración
conjunta del Partido Nacional y el Frente Amplio. Y me gustaría que mi Partido
también la firmara. Hay que hacer “renunciar” a Bordaberry y convocar a
elecciones generales –complementa Vázquez su postura.
-Que como abogados, por lo menos nos sirva
de consuelo, la decencia de la Facultad de Derecho, que, por lo que me han
contado, por estas horas está por emitir una declaración de condena al régimen
–apacigua Muñoz.
-Habría que conseguirla. Para distribuirla
entre los conocidos. ¡Pero la Facultad tendría que sacarle el título a Alberto
Demichelli, a Aparicio Méndez, a Hamlet Reyes! Y tutti cuanti. ¡A todos los
colaboracionistas! –protesta Vázquez.
-Por mi parte agregaría a Etchegoyen y los
blancos baratos. Y sumo a la lista a “Inmundo” Narancio, que parece que está
dispuesto a asumir como Ministro de Cultura –suspira Muñoz, mientras se levanta
para saludar a Doris, que acaba de entrar al escritorio.
-Vengo de lo de Gloria Fernández, la
modista –explica Doris. Y luego de los saludos de ocasión, agrega:
-Me llevó mi vecina, fuimos a buscar unos
vestidos. Está asustada, me contó que el Ejército armó barricadas en Suárez y
Reyes y que varios bancos fueron desalojados con carros de asalto.
-¿Cómo está Gloria? –se interesa Vázquez.
Conoce a la modista y a su familia desde hace años. Gente muy sufrida, que se
ha hecho camino en la vida a fuerza de mucho trabajo.
-Enloquecida. No sabe qué hacer con los
chiquilines porque las clases de Primaria y Secundaria están suspendidas hasta
el 20 de julio. Pero además tiene al Tito, el marido, ocupando el Frigonal y a
Milton, su hermano, ocupando la Planta de ANCAP. Sin ir más lejos, estaban
comentando cuando llegué, que en La Teja se concentraron los vecinos del barrio
y los obreros de la Refinería, de las textiles, de las curtiembres y de otras
empresas y marcharon en una manifestación, que por lo que me dijeron fue
enorme. ¡Miles! En la casa también había otra gente, menos metida en lo que
está sucediendo. Muchos están preocupados por la falta de kerosene, ahora que hace tanto frío, por la falta de
transporte, por la falta de comida, por la oscuridad en los barrios… Y hay
miedo y preocupación por las sanciones que puedan imponer las empresas a los que
no van a trabajar.
-¡Miren la televisión! Es la enésima vez
que veo y escucho el mismo comunicado oficial, anuncia que es inminente el
desalojo de la Refinería de La Teja. Están amenazando. Cabe esperar un
endurecimiento de parte del gobierno en contra de los ocupantes –señala Muñoz
la pantalla chica.
-¡Ojalá que la gente se mantenga serena!
–suspira Doris, antes de retirarse.
***
Para los ocupantes y la población en
general el penetrante frío de fines de junio es otro enemigo a vencer. Así lo
siente Juan José, que no cesa de caminar dentro de la fábrica para calentarse,
pero no puede evitar que le tiemblen los músculos y que le castañeteen los
dientes. Lo siente en el pelo duro y erizado, en los pies y en las manos.
Estuvo expuesto a las inclemencias durante todo el día, desde que por la mañana
participó en las movilizaciones callejeras de Paso Carrasco, junto a los
obreros del Frigorífico y a los de Fulgor y Ayax; pero lo que más le preocupa
es mejorar en algo las condiciones de sus compañeros. Por eso mientras recorre
el taller los conmina a que se muevan, a que no estén quietos, para mantener
los órganos vitales funcionando, hasta que se consigan nuevas fuentes de calor.
Es lo que insistentemente recomienda Andrea cada vez que se cruzan en el
Hospital. Pero nada protege tanto del frío como los relatos que corren, son
historias de la resistencia obrera, que con toda su mitología animan el alma.
Entre ellas la que escuchó hace unos momentos sobre las numerosas
movilizaciones relámpago realizadas en la Curva de Maroñas, pocas horas atrás.
–¡Cada vez que nos disolvían, nos
juntábamos en las calles paralelas y volvíamos sobre 8 de Octubre! -festejaba
un trabajador, mientras los demás le exigían detalles.
Pero también fue un soplo de calor, cuando
durante la tarde confirmaron que el golpismo había sido derrotado en Chile, de
todas las gargantas emergió espontáneamente La Internacional. Ahora están todos
sumidos en una tensa espera, a Juan José lo preocupa, en particular, y se lo ha
dicho a sus compañeros, que hay que estar preparados y al tanto de la respuesta
del Gobierno a los planteos de la CNT. En su opinión la represión se va a
agudizar y por eso camina entre angustiado y vigilante, alrededor del fierro
congelante de las máquinas, con la Spika en el oído. Nota en su cuerpo que el
frío ha aumentado con la caída del tenue sol, hasta los límites de lo
soportable; durante la tarde casi fue detenido frente a la Fábrica BAO, porque
por la baja temperatura la batería, agotada, no permitía que el auto arrancara,
justo cuando llegaba la represión. La conocida marcha de las Fuerzas Conjuntas
lo lleva a refugiarse junto a otros trabajadores, en un lugar adonde puede
escuchar mejor el discurso de Bolentini, quien se explaya durante 45 minutos.
En sus oídos retumba la amenazante frase final: “Este país tendrá seguridad.
Este país verá restablecidos sus servicios y abastecimiento. No importa lo que
pueda costar”.
-¡Hijo de puta! –exclama Juan José, pero
las palabras salen de su boca en forma de vapor.
***
Cristina ocupa la Facultad de Derecho y
también está pendiente de la radio. La firme declaración de la Asamblea General
del Claustro se le ocurre que es la mejor respuesta a las bravuconadas del
ministro. En uno de sus párrafos la Universidad de la República ha reafirmado
que, “como siempre, consustanciada con la causa popular, acompaña esta ejemplar
resistencia al golpe de estado” y piensa que por supuesto el poder va a
reaccionar. Por momentos se estremece, el frío le entumece piernas y brazos y
empaña las ventanas, sobre las cuales, agolpados, puertas y bancos y toda clase
de objetos, ofician de barricada. También está a la expectativa de lo que pueda
acontecer hasta que le avisan que Bolentini amenazó al Rector que la
Universidad tiene hasta las seis de la mañana para desalojar, de lo contrario
entrará un pelotón militar. Cristina armada de un fierro se prepara para lo que
venga, mientras escucha los comunicados contra la CNT, que contradictoriamente
la alegran porque confirman la dimensión de la huelga. Son las 22 horas cuando
oye la disposición del Ministro del Interior de restablecer la normalidad en
todo el territorio nacional antes de las 7 horas de la mañana, pero mientras no
se disponga otra cosa, continuará vigilando. Para animarse repite lo que
siempre dice Juan José, que no hay otra normalidad que la de la lucha. ¿Adónde
andará tan sensible que es al frío? La embarga la ternura y el afán de
protegerlo. Para su último cumpleaños le regaló una bufanda tejida por ella,
“para cuando te lleven preso”, le dijo en tono de broma. Pensando en él se le
pasan las horas. Es medianoche. De pronto descubre que la policía está rodeando
la Facultad. La adrenalina ahuyenta el frío. Está tensa. Pero un compañero le
avisa:
-Vení con nosotros, nos vamos en las
camionetas de la Facultad de Agronomía para que no nos arresten, por ahora
vamos a desocupar.
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