AUTOR Y PERSONAJE EN LA ACTIVIDAD ESTÉTICA
(17)
LA TOTALIDAD TEMPORAL DEL
HÉROE
(el problema del hombre
interior o el alma) / 8
Pero esta liberación
esencial del determinismo es imposible con respecto a mi propia vivencia,
aspiración, acción. El futuro interno anticipado de la vivencia y la acción, su
propósito y sentido, desintegran el carácter definido del camino de la
aspiración; ni una sola vivencia en este camino llega a ser independiente para
mí, determinada, adecuadamente descriptible y expresable mediante la palabra e
incluso mediante un sonido de tonalidad determinada (desde mi interior sólo
existe la tonalidad de oración, de súplica y de arrepentimiento); además, esta
inquietud e indefinición tienen un carácter de principio: una amorosa demora de
la vivencia, necesaria internamente para iluminar y definir la última, y las
mismas fuerzas emocionales y volitivas necesarias para ello, serían una
traición a la forzada seriedad del sentido-propósito de la aspiración, una
separación del acto de determinación viva hacia la dación. Yo debo abandonar
los límites de la aspiración, colocarme fuera de ella para poderla ver
encarnada interna y significativamente. Para ello es insuficiente la salida
fuera de los confines de una sola vivencia dada, provisionalmente aislada de
otras (un aislamiento semántico, o bien tendría un carácter sistemático, o bien
sería la inmanentización estética de un sentido carente de importancia), lo
cual es posible cuando la vivencia se aleja de mí hacia un pasado temporal;
entonces yo temporalmente me ubico fuera de ella; para una amorosa
definición estética es insuficiente esta provisional extraposición respecto a
la vivencia; es necesario abandonar los límites de todo lo dado vivenciado que
llena de sentido las vivencias separadas de la totalidad, es decir, dejar los
límites el alma dada que es la que se realiza. La vivencia debe ingresar a un pasado
semántico absoluto, con todo su contexto semántico gracias al cual cobra
sentido. Sólo bajo esta condición la vivencia de una aspiración puede adquirir
una cierta duración, un contenido casi observable directamente, y solamente así
el camino interno de la acción puede ser fijado, determinado, amorosamente
concentrado y medido por el ritmo, lo cual sólo sucede debido a la
actividad de otra alma, en su contexto abarcador emocional y volitivo. Para mí
mismo, ni una sola vivencia ni aspiración mía pueden pasar a formar parte de un
pasado semántico absoluto, aislado y delimitado del futuro, justificado y
concluido fuera de él, puesto que es a mí a quien yo encuentro en la
vivencia dada; yo no lo niego en tanto que es mío en la unidad de mi
vida, sino que lo relaciono con un futuro semántico, lo hago indiferente con
respecto a este futuro, traslado su justificación y cumplimiento hacia lo
inmediato (que aun puede tener solución), y todo esto porque yo soy quien lo
habita, porque aun no existe plenamente. Así nos hemos enfrentado al problema
del ritmo.
El ritmo es la ordenación
valorativa de la dación interna, de la existencia. El ritmo no es expresivo en
el sentido exacto de la palabra, no expresa la vivencia, no se fundamenta desde
su interior, no es una reacción emocional y volitiva al objeto y al sentido,
sino que representa una reacción a esta reacción. El ritmo no tiene objeto en
el sentido de que no se relacione directamente con el objeto, sino con la
vivencia del objeto, con la reacción a ella, por lo cual disminuye la
importancia objetual de los elementos de la serie.
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