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CON JAIME ROOS - VIVIR LAS COSAS QUE NO TIENEN NOMBRE

por Andrés Torrón
En casa hay un teléfono fijo habilitado solo para recibir llamadas. Las contadas veces que suena, ya sé de antemano quién va a estar del otro lado. No solo porque generalmente combinamos previamente día y hora por e-mail, sino porque ya nadie llama a un número de línea salvo Jaime Roos.
Nuestra amistad fue creciendo a partir de mi trabajo en las reseñas históricas para las últimas dos tandas de la reedición de su discografía (colección Obra completa) y después de las largas charlas que mantuvimos para mi libro sobre su álbum Mediocampo. Más allá de estos proyectos, seguimos viéndonos en su casa de La Floresta, escribiéndonos o hablando de cosas simples o profundas, según la ocasión.
Obviamente, en este último par de meses la pandemia ha sido el tema recurrente. Y, ligado a ella, la postergación forzada de los ensayos para los recitales que marcarían su vuelta a los escenarios, la cada vez más concreta posibilidad de tener que reprogramarlos –con seis funciones prácticamente agotadas- y la angustia que todo eso representaba.
Cuando hablamos la semana pasada Jaime me comentó muy consternado que la difícil decisión estaba tomada. Su esperadísimo regreso iba a tener que diferirse para el año próximo.
“No se puede anunciar una cosa así solo con un comunicado”, le dije. “Tenés que hacer una conferencia de prensa o dar una entrevista”.
“Tenés razón”- me contestó. “Hay que hacer una entrevista… ¿por qué no la hacés vos?”
Mi respuesta fue un inmediato y contundente: “hagámosla”.
Le pregunté para qué medio. “Para ninguno”- me respondió. “La hacemos para nosotros, si no quedamos mal con un pueblo. Vos la colgás en tus redes, yo la replico en las mías y en mi página web”.
Y así se dio esta entrevista, la primera en Uruguay de Jaime Roos en más de cinco años, motivada por una pandemia y una obligada postergación.


La Floresta, 29 de mayo 2020.
¿Cuándo empezaste a vislumbrar que el espectáculo peligraba?

El primer ensayo con los integrantes del coro estaba pautado para el 15 de marzo. Dos días antes aparecieron los primeros casos del virus en el país y hubo que suspenderlo. Ahí mismo empecé a vislumbrar que las cosas se iban a complicar. Al pasar los días, le fui haciendo una sencilla pregunta a todos las personas de mi entorno, incluyendo a la producción: “¿Se imaginan ustedes a 2.000 personas sentadas en una sala cerrada a 50 centímetros una de la otra en el mes de agosto?”. La respuesta siempre era “no”, aunque con el prudente “vamos a ver qué pasa”. Era razonable dejar pasar el tiempo para ver como evolucionaba la cosa, y aun más teniendo en cuenta que el Uruguay estaba manejando admirablemente la crisis. Pero, los hechos demostraron que la posibilidad de hacer un concierto con un aforo completo en una sala cerrada en el corto plazo está por fuera de la realidad.

La productora AM decidió entonces reprogramar para abril 2021, con un esquema de funciones exactamente igual al de agosto 2020, y con la posibilidad de devolución de entradas para aquellos que quieran hacerlo. Estamos de acuerdo en todo, considero que una reprogramación para noviembre hubiera sido temeraria. Al día de hoy estamos de vuelta en la primera casilla. No pudimos subirnos ni al camión, pero prometemos volver enteros al tablado.

Para la gente va a ser un bajón sin duda, pero para vos la frustración debe ser aun mayor…

Por eso necesitaba poder abordar el tema a fondo en una entrevista, para poder trasmitirle a la gente mi tristeza, mi decepción y enojo por no poder tocar, pero al mismo tiempo decirle que vamos a volver con toda la fuerza.

No quiero hacer de esto un lamento. Se me ocurrió festejar mis 50 años arriba del escenario, celebrar la culminación de la Obra completa. Venía todo tan lindo… Si no hubiera sido porque esta fatalidad le cayó al planeta entero, hubiera pensado que era yo que estaba engualichado. Tenemos todos un bajón tremendo. Pero al mismo tiempo somos conscientes de que estamos en medio de una calamidad. Me parece una obscenidad deprimirme por el hecho de cancelar un concierto si lo comparo con las situaciones dramáticas que están viviendo millones de personas en el mundo.

No solo había expectativa por el show, sino una gran alegría en la gente por tu vuelta. Supongo que lo percibiste…

Mi sentimiento solo se puede definir con la palabra gratitud. Y la única manera que tengo de devolver tanto afecto, de expresar esa gratitud, es haciendo el mejor concierto posible. Esto lo venía sintiendo de antes, no tiene que ver con la pandemia. Cuando anuncié el show empezaron a suceder cosas. Es difícil después de tantos años que una emoción te agarre por sorpresa. Uno está curtido para las malas pero también para las buenas. Cuando se pusieron a la venta las entradas y empecé a ver lo que sucedía, se lo comentaba asombrado a algunos amigos y todos me decían que era algo obvio, que estaba visto que iba a pasar eso. Yo no lo veía así en absoluto. ¿Por qué era supuestamente obvio que la gente quisiera verme luego de tantos años de ausencia y se agregaran funciones con meses de anticipación?

Me pasó lo mismo con la orquesta. Son todos unos tigres, veteranos de varias guerras y tenían un entusiasmo juvenil. Entonces, esto que empezó solo por mis ganas de hacer un espectáculo ya no pasa por un deseo o un capricho personal. Siento un auténtico compromiso con la gente y con el plantel del show, no solo con los músicos sino con el sector técnico completo y con la productora. Vamos a hacer Mediosiglo el año que viene con el mismo equipo. Esta vuelta del destino no nos va a ganar. Y no es una bravuconada. No es agarrarse la camiseta y gritar “vamo’ nosotros”. Es expresar una fuerza interior genuina que sentimos todos.

Me hablabas de que es difícil volver a emocionarse después de estar tan curtido. ¿El no poder sentir nuevas emociones fue una de las razones por las que dejaste de tocar en vivo?

Me bajé del escenario a mediados del 2015 absolutamente quemado. Realmente dudaba que volviera a presentarme en vivo. Como sé que nunca hay que decir “nunca jamás” me callé la boca, pero interiormente tenía grandes dudas de que me volviera la comezón. Pasaron tres años y medio y no se me iba el moretón. Recién a comienzos de 2019 empecé a sentir que tenía ganas de hacer “algo”. Estaba en la recta final del proyecto Obra completa. Y las opciones eran dos, muy sencillas: disco nuevo o espectáculo nuevo. Al menos para mí, hacer las dos cosas en simultáneo es imposible. Entonces comencé a reflexionar en cuál de las dos direcciones embarcarme. Presté mucha atención a lo que la gente me trasmitía. El 95 por ciento quería verme en vivo y un 5 por ciento -en el cual está la mayoría de mis amigos- quería un disco nuevo. Debo haber hecho un auto-sicoanálisis de un mes. Había días que me despertaba pensando en que tenía que subirme al escenario y romper todo. Pero al otro día me levantaba y me decía “pero yo estoy loco, otra vez a la picadora no” y lo descartaba de plano. Pensé en ir a un sicoanalista pero me di cuenta que sabía lo que me iba a preguntar. Entonces la terapia me la hice yo mismo y finalmente asumí que quería hacer un concierto, y ahí mismo me puse a imaginarlo y planificarlo con una renovada ilusión. Y se alinearon los astros porque una cosa era la decisión de hacerlo, pero otra era que si no aparecía una buena propuesta por parte de una productora seria yo no me subía al escenario. Porque dentro de esa terapia que llevé a cabo me impuse una cláusula de hierro: que nunca más, bajo ningún concepto, iba a producir un espectáculo. Una cosa es la dirección artística, otra es la producción propiamente dicha. Y un día, sin decir agua va, apareció la productora AM a hacerme una propuesta realmente seria y he trabajado espectacularmente bien con ellos.

Hay una idea generalizada de que desde que te bajaste del escenario te tomaste un período sabático y que estás en una especie de retiro espiritual. ¿Qué podés decir a eso?

He trabajado mucho a lo largo de toda mi vida. Y estos cinco años seguí trabajando al mismo ritmo. No paré nunca. Lo que sucedió es que me alejé del mundo del espectáculo y me vine a vivir a La Floresta. Quizás eso dio lugar a esa visión estereotipada de retiro espiritual o año sabático. Lo que hemos buscado a lo largo de todos estos años junto con Andrea, mi mujer, es el crecimiento espiritual. Esto puede sonar como frase de libro de auto-ayuda, pero no es así. Es un crecimiento espiritual criollo nomás. Tratar de alejarnos de las situaciones y las personas dañinas e intentar vivir del lado de la luz en forma permanente. Buscar llevar una vida cotidiana luminosa.

Eso no es incompatible con el trabajo musical, ¿no?

Para nada. Me tomo el atrevimiento de citar a Shakespeare en Rey Lear: uno tiene que tratar de volverse sabio antes que volverse viejo, porque si se da a la inversa estás en el horno.

Yo realmente no me doy cuenta, pero soy viejo. En determinado momento y después de hacer tantas barrabasadas en mi vida llegué a la conclusión de que iba a hacer todo lo posible para volverme sabio antes que viejo. No sé si lo logré, solo la gente que me rodea puede decirlo. Lo único que sé es que estoy mucho mejor que hace cinco años. No pasa por tocar o no tocar en vivo, en este caso eso sería una consecuencia y no una causa. Pasa por un cambio radical de vida.

Te voy a poner un ejemplo: pensá en el living de tu abuela, no en el tuyo. Me lo imagino cargado de objetos, de muchas cosas queridas y bonitas. Ahora imaginate una pelea sin tregua de perros durante diez minutos en ese living. Pensá en cómo queda. ¿Si querés reparar las cosas u ordenarlas por donde empezás?

Mi vida era ese living después de la pelea de perros. Ahora es muy diferente y está bastante prolijo. Cuando vos estás en pleno naufragio de tu vida emocional y profesional, con problemas económicos, administrativos, de salud, ¿por donde arrancás si sos consciente que todo está relacionado con todo? En eso estuve estos cinco años.

¿La Obra completa tiene que ver con toda esta cosa de reconstruir el living?

Por supuesto. Vos fijate que en el año 2014 me di cuenta que le había dedicado mi vida a mi obra y que esa obra se estaba desintegrando. Entonces tomé la decisión de dedicarme a restaurarla e incluso a darle nueva sangre. Jamás me imaginé que me iba a llevar tanto tiempo. Jamás imaginé que iba tener que vivir cinco años en el pasado, ya lo he dicho. Mirá que uno no sale indemne de vivir en el pasado. Pero, dentro de ese ordenamiento general, lo de la obra era un detalle no menor. Está clarísimo para mí que la Obra completa tal cual como fue formulada, con los discos con la mejor calidad de sonido posible, los diseños de tapa originales y las reseñas históricas que hicieron Guilherme de Alencar Pinto y vos, fue muy importante en esa reconstrucción de la que hablábamos. También la aparición del libro El Montevideano de Milita Alfaro, el libro sobre Brindis por Pierrot de Mauricio Rodríguez y el tuyo sobre Mediocampo son fundamentales. Los veo como parte de un todo. Cinco años atrás las nuevas generaciones no tenían la menor idea de mi vida, de mi obra, solamente había retazos de información que circulaban por aquí y por allá.

¿Sos consciente de que hay un nuevo público de Jaime Roos? Gente que no había nacido cuando grabaste la mayoría de tus discos.

Sí, y eso me provoca una alegría ansiosa y me da un enorme alivio. Siempre aposté a que esas canciones le iban a ganar al tiempo, ya te lo he comentado, pero una cosa es pensar “esto va a suceder” y otra es vivirlo cuarenta años después. Aparecen situaciones y emociones desconocidas que me provocan un cierto nerviosismo dentro de la alegría. Cualquiera se puede imaginar lo feliz que me pongo cuando de repente aparece un pibe y se me pone a hablar de la letra de “Luces en el Calabró”. O leo un análisis hecho por vaya uno a saber quién en algún blog de no importa qué lugar desarrollando unas ideas muy profundas sobre determinada canción y haciéndome sentir que entendió todo. ¿Sabés la felicidad que te da la comprensión del otro? Toda esta ansiedad desembocó en querer volver a tocar en vivo.

Tocar para gente que capaz que nunca te vio en vivo…

Esto que me comentás de que se siente en el aire que hay una audiencia renovada evidentemente es un gran aliciente para querer subirme al escenario. Recibir a la gente como el anfitrión que da una fiesta y hacer todo lo posible para que sean felices en esa velada. El desafío es hacerlo sin facilismos, desde un sitio legítimo, de forma tal que la gente pueda trascender.

Ese es mi deber como anfitrión: hacer las cosas de tal manera que la gente se sumerja en las canciones para vivir las cosas que no tienen nombre. Para escuchar hablar de las cosas relevantes que tienen nombre están los actos políticos, por ejemplo. En un espectáculo mi misión es crear una carpa de circo donde se entra a una realidad separada. Para mí el espectáculo es un éxito cuando la gente abandona la sala y siente extrañeza de la calle, como nos pasa cuando nos concentramos en una buena película. Si son artistas y tienen ganas de volver a su casa y pintar un cuadro o escribir una canción, o si quieren ir al boliche de la esquina a cantar todos juntos, entonces “misión cumplida”.

¿Y que pasa con los discos?, ¿pueden ser también una entrada para vivir las cosas que no tienen nombre?

Es distinto. Los discos los hago para mí con la esperanza de que les guste a los demás. Los espectáculos los hago para la gente con la esperanza de que me sienta feliz al hacerlos. Es una avenida de doble mano.

El disco lo hago porque tengo la necesidad de hacerlo, y mi relación contigo no se da en forma colectiva, es mano a mano, en el momento y lugar donde elijas escucharlo. No lo hago para complacerte, aunque tenga la esperanza de que así sea. No pretendo hacértela fácil. Si la canción logra trascender, logra hacerte entrar en esa tierra de las cosas sin nombre, me va a emocionar, eso es obvio. Yo dejo la obra ahí, vos ves que hacés.

Me ha pasado con canciones que en su momento quedaron ahí. Fijate “Milonga de Gauna”; salió en el álbum Contraseña, donde el 90 por ciento de las canciones son de otros autores, porque precisamente de eso se trata el disco. El álbum prácticamente no tuvo críticas especializadas, para variar, y la canción “Milonga de Gauna” nunca fue analizada. Últimamente hay mucha gente que me habla de “Milonga de Gauna”, veinte años después. ¿Te das cuenta?

Hay otra cosa ahí. Creo que ahora no solo hay un nuevo público, la crítica también está más receptiva a tu obra. No creo que hoy un disco como Contraseña fuera ignorado, ni que Fuera de ambiente, tu último álbum, pasara desapercibido. De hecho mucha gente lo considera hoy uno de tus mejores álbumes…

A mí como artista no me hace gracia estar sujeto a un momento de mayor o menor receptividad, tanto de la crítica como de la audiencia. Cuando publiqué Fuera de ambiente en 2006, se vendió mucho, hicimos una gira muy exitosa. Pero en los últimos shows de la temporada tenía que saltearme las canciones nuevas porque a la gente no le interesaba escucharlas. El público tomó Fuera de ambiente como el rito necesario del disco nuevo para justificar una nueva gira para escuchar los temas viejos. El disco no fue concebido así y creo que es uno de mis mejores trabajos. Y vos me decís “ahora llegó el momento, el contexto es favorable y mucha gente lo considera uno de tus mejores discos”. Me dan ganas de contestarte un disparate.

Pero como te digo una cosa te digo la otra. Lo único que importa es estar conforme con uno mismo y con lo que uno hace y dejar que pase el tiempo.

El juez más estricto lo tenemos dentro nuestro. A veces uno toma ciertas decisiones por temor al juicio de la manada, pero el peor juicio sigue siendo el propio. No podés fallarte a vos mismo.

Lo que sucede es que uno para ciertas cosas de la vida tiende erróneamente a recordar las cosas amargas que se vuelven más importantes que las dulces. Eso denota resentimiento y está mal. Sin embargo para cualquier artista resulta muy difícil olvidar el dolor ante determinados hechos, determinados ninguneos o falsedades, es difícil. Hay una canción de Bob Dylan que siempre he citado — “Where Are You Tonight?” del disco Street Legal- y que dice “haceme acordar de mostrarte las cicatrices”.

Pero podríamos decir que el tiempo te dio la razón. Ganaste el partido…

En todo caso, si alguien ganó fue mi obra, no yo. Lo que sí puedo expresar es que en estos últimos años le he recuperado el gusto a la vida al punto de vivir la vejez como una permanente aventura. Para todos la vejez es una palabra aterradora, no conozco a nadie que quiera ser viejo. Entonces llegar a este punto y hacerle señas a la gente que está lejos -a los jóvenes- y decirles “miren que se está fenómeno acá” es increíble. La aventura no es una película de Indiana Jones. La aventura es que cada día sea impredecible. Que te levantes siempre con curiosidad y esperanza.

(La Floresta, 29 de mayo 2020)

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