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Pero también a veces la
pasábamos bien con Gene, por ejemplo. Él era un año mayor que yo y había sido
amigo mío en el barrio y tenía un compañero, Harry Gibson, que una vez peleó (y
perdió) en un ring profesional. Una tarde estábamos fumando con Gene y sus
hermanos mayores, Larry y Dan, y apareció Harry Gibson con dos pares de guantes
de boxeo.
Harry Gibson era un
agrandadito.
-¿Alguien se anima pelear
conmigo? -preguntó.
Nos quedamos todos
callados. El hermano mayor de Gene, Larry, iba a cumplir 22 años. Era el más corpulento,
aunque medio subnormal y demasiado tímido. Era petiso, cabezón y muy musculoso,
pero se asustaba de todo.
-Yo no quiero pelear -le
contestó de golpe al agrandadito.
Entonces todos miramos a
Dan, el hermano del medio, que era un genio para la música y hasta casi se
había ganado una beca. Y él no tuvo más remedio que ponerse los guantes para
pelear…
Harry Gibson era un hijo
de puta que parecía moverse sobre ruedas y cuando se puso a bailotear con
precisión, aplomo y gracia, el sol le brillaba en los guantes. Dan levantaba los
brazos y esperaba. Hasta que el primer golpe de Gibson resonó como el tiro de
un rifle y espantó a dos gallinas. Dan quedó tirado en el pasto con los brazos
abiertos como si fuera un Cristo barato.
-Yo me voy a casa -dijo
Larry, y desapareció.
Gibson se quedó mirando a
Dan con una muequita y Gene se agachó para levantarle un poco la cabeza.
-¿Te sentís bien, Dan?
El otro se sentó
sacudiendo la cabeza muy despacio.
-Jesucristo, este tipo tiene
un arma mortal en los brazos. ¡Sáquenme los guantes!
Gene le desabrochó un
guante y yo el otro. Dan se levantó y empezó a caminar hasta la puerta del
patio como si fuera un viejo.
-Voy a acostarme… -dijo.
Harry Gibson recogió los
guantes y miró a Gene:
-¿Querés probar vos?
Mi amigo escupió en el
pasto.
-¿Querés noquear a toda
la familia, carajo?
-Yo sé que vos sos el que
peleás mejor, Gene. Aunque igual te puedo ganar muy fácil. Y sin usar todos los
golpes que sé.
Entonces Gene me miró y
yo le puse los guantes como si fuera un experto.
Marcaron un cuadrado y Gibson
empezó a bailotear girando hacia la derecha, al revés que Gene. Después uno se
agachó y el otro se inclinó un poco, hasta que Gibson dio un paso adelante y
tiró un gancho de izquierda que aterrizó justo en el medio de los ojos de Gene.
Mi amigo retrocedió unos pasos y Gibson lo siguió hasta acorralarlo contra el
gallinero. Allí lo inmovilizó con otro gancho suave en la frente y le encajó un
derechazo en la sien. Gene resbaló sobre el alambrado hasta darse contra un
poste y no quiso seguir peleando. Entonces Dan salió de la casa con un pedazo
de hielo envuelto en un paño. Se sentó en la escalera del porche y se lo puso
en la frente. Mi amigo se fue retirando contra el alambrado, pero Harry lo
acorraló contra el garage y después de hacerlo doblarse con un gancho al estómago
le encajó un uppercut en la mandíbula. Eso no me gustó nada. Aquel no era el
juego limpio que nos había propuesto y grité:
-¡Pegale de verdad a ese
hijo de puta, Gene! ¡Jugá sucio! ¡Pegale!
Gibson bajó la guardia,
me miró y se acercó.
-¿Qué dijiste, tarado?
-Estaba alentando a mi compañero
-contesté.
Dan ya estaba sacándole
los guantes a Gene.
-¿Acabás de decir que yo
jugaba “sucio”?
-Es que vos dijiste que
no ibas a usar todos los golpes que sabías.
-¿Me estás tratando de
mentiroso?
-Lo que estoy diciendo es
que no mantuviste tu palabra.
-¡Vengan y pónganle los
guantes a esta basura!
Gene y Dan se acercaron a
ponérmelos.
-Tranquilo, Hank -me dijo
mi amigo. -Y aprovechá que quedó medio cansado de pelear con nosotros.
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