jueves

ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (33) - MIJAIL. BAJTIN


b) (6)

Algunos de los estéticos expresivos (la estética schopenhaueriana de Hartmann), para explicar el carácter específico de la empatía y la simpatía en la vida interior, introducen el concepto de sentimientos ideales o ilusorios, a diferencia de los sentimientos reales de la vida real y a aquellos que son provocados en nosotros por una forma estética. El placer estético es un sentimiento real, mientras que la empatía a los sentimientos del héroe es sólo ideal. Los sentimientos ideales son aquellos que no despiertan la voluntad de acción. Una definición semejante no soporta la crítica. No vivenciamos los sentimientos aislados del héroe (que no existen) sino su totalidad espiritual, nuestros horizontes coinciden y es por eso por lo que cometemos internamente, junto con el héroe, todos sus actos como momentos necesarios de su vida vivida por nosotros empáticamente: al vivenciar el sufrimiento internamente vivenciamos también el grito del héroe, al vivenciar el odio, internamente vivenciamos un acto de venganza, etic.; puesto que sólo participamos en las vivencias del héroe, coincidimos con él; la intromisión en su vida está abolida porque supone una extraposición con respecto al héroe, como en el caso de nuestro espectador ingenuo. He aquí algunas otras explicaciones de las particularidades de la empatía: al transformanos, ampliamos el valor de nuestro yo, nos iniciamos (interiormente) en lo humanamente importante, etc.: en todos estos casos no rompemos el círculo de una sola conciencia, vivencia propia y actitud hacia sí mismo; no se introduce el valor de la categoría del otro. En los límites de una teoría expresiva desarrollada consecuentemente, la empatía o la simpatía hacia una vida son simplemente su vivencia, la repetición de la vida no enriquecida por ningún valor nuevo que transgreda a ella misma, es la vivencia dentro de las mismas categorías en las que efectivamente vive la vida un sujeto real. El arte me da la oportunidad de vivir varias vidas, en lugar de una, y de enriquecer con lo mismo la experiencia de mi vida real, de iniciarme interiormente en otra vida por ella misma, por su significado vital (“importancia humana”, de acuerdo con Lipps y Volkelt).

Hemos sometido a la crítica el principio de la estética expresiva en su forma más pura y en una aplicación consecuente. Pero esta pureza y consecuencia no tienen lugar en los trabajos reales de los estéticos expresivos; ya hemos señalado que sólo mediante una evasión del principio y mediante el carácter inconsecuente de la teoría expresiva logra esta no romper la relación con el arte y seguir siendo una teoría estética. Estas desviaciones del principio de la estética expresiva las aporta la experiencia estética real, que los estéticos expresivos desde luego poseen pero a la que dan una interpretación estética falsa, y estos aportes estéticos reales no nos permiten ver lo erróneo que es el principio general tomado en su pureza; impiden verlo tanto a nosotros mismos como a los estéticos expresivos. La desviación más grande que comete la mayoría de los estéticos expresivos en relación con su principio general, y que nos permite comprender la actividad estética de la manera más correcta, es la definición de la vivencia participada o empatía como algo simpático, lo cual a veces se expresa directamente (en Cohen, en Groos), o se deduce inconscientemente. El concepto de una vivencia simpática, desarrollada hasta sus últimas consecuencias, destruiría radicalmente el principio expresivo y nos llevaría a la idea de un amor estético y a una correcta actitud del autor respecto al héroe. ¿Qué es entonces una vivencia simpática? Una vivencia simpática “emparentada con el amor” (Cohen) ya no viene a ser una vivencia pura o empatía respecto al objeto, al héroe. En los sufrimientos de Edipo, que vivenciamos empáticamente, en su mundo interior, no hay nada parecido al amor hacia sí mismo; su amor propio o egoísmo, como ya lo hemos apuntado, es algo totalmente distinto y, desde luego, no se trata de empatía respecto a este egoísmo cuando se habla de una vivencia simpática; más bien se habla de la creación de una nueva actitud emocional con respecto a toda su vida interior en su totalidad. Esta simpatía emparentada con el amor cambia radicalmente toda la estructura emocional y volitiva de la vivencia interna empática respecto al héroe; a esta vivencia se le da un matiz y una tonalidad absolutamente nuevos. ¿La estamos uniendo a la vivencia del héroe? Y si lo hacemos, ¿de qué manera? Se podría pensar que este amor fuese un sentimiento tan participado en un objeto estéticamente contemplado como los demás estados interiores; sufrimiento, paz, alegría, tensión, etc. Cuando llamamos bello o simpático a un objeto o a un hombre, le atribuimos cualidades que expresan nuestra actitud hacia él como si fueran sus rasgos internos. Efectivamente, el sentimiento de amor parece que penetra en el objeto, cambia su apariencia para nosotros, y sin embargo esta penetración tiene un carácter totalmente distinto que cuando atribuimos a un objeto otra vivencia como su estado propio, como, por ejemplo, la atribución de alegría a un hombre que sonríe felizmente, de paz interior a un mar inmóvil y tranquilo, etc. Mientras que estas últimas empatías llenan de vida, desde adentro, un objeto externo, al crear una vida interior que dé sentido a su apariencia, el amor, en cambio, parece que penetrara totalmente su vida exterior y su vida interior simpatizada; este amor matiza y transforma para nosotros el objeto completo ya existente, que posee alma y cuerpo. Es posible intentar a dar una interpretación puramente expresiva a la simpatía emparentada con el amor; efectivamente, se puede decir que la simpatía sea una condición necesaria para una vivencia empática; para poder tener empatía hacia una persona, es necesario que este alguien nos sea simpático; no podemos vivenciar un objeto antipático, no podemos interiorizarlo, más bien lo rechazamos, lo evadimos. Una expresión pura debe ser simpática para poder introducirnos en el mundo interior del que la expresa. En efecto, la simpatía puede ser una de las condiciones de la empatía, pero no es condición única ni obligatoria; pero, por supuesto, con ella no se agota el papel de una empatía estética; la simpatía acompaña y penetra la empatía durante todo el período de contemplación estética del objeto, transformando todo el material contemplado y empatizado. Una vivencia simpática de la vida del héroe es una vivencia realizada en una forma totalmente diferente de la que aparecería en una vivencia real para el mismo sujeto de esta vida. Una vivencia simpática está lejos de buscar el límite de la coincidencia absoluta, de la fusión con la vida vivenciada, porque esta fusión significaría una eliminación de este coeficiente de la simpatía, del amor y, por consiguiente, de aquella forma que había sido creada por estos últimos. Una vida vivenciada empáticamente no se concibe en la categoría del yo, sino en la del otro, como la vida de otro hombre, de otro yo, tanto exterior como interior (acerca de la vivencia de una vida interior, ver el siguiente capítulo).

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