jueves

JOSEPH CAMPBELL EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (97)


5 / LA POSESIÓN DE LOS DOS MUNDOS (1)


La libertad para atravesar en ambos sentidos la división de los mundos, desde la perspectiva de las apariciones del tiempo a aquella de la causalidad profunda, y a la inversa, sin contaminar los principios de la una con los de la otra, pero permitiendo a la mente conocer a la una por virtud de la otra, es el talento del maestro. La Bailarina Cósmica, declara Nietzsche, no descansa pesadamente en un solo punto, sino que ligera y alegremente brinca y se vuelve de una posición a otra. Es posible hablar desde un solo punto a la vez, pero eso no invalida las instituciones del resto.

Los mitos no descubren a menudo en una sola imagen el misterio del pronto tránsito. Cuando lo hacen, el momento es un símbolo precioso, lleno de importancia, que debe ser atesorado y contemplado. Un momento así fue el momento de la Transfiguración de Cristo.

“Seis días después tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los llevó aparte, a un monte alto, y se transfiguró ante ellos; brilló su rostro como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías hablando con Él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: ‘¡Señor, qué bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, una para Moisés y otra para Elías.’ (26)  Aun estaba él hablando, cuando los cubrió una nube resplandeciente, y salió de la nube una voz que decía: ‘Este es mi hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle.’ Al oírla, los discípulos cayeron sobre su rostro, sobrecogidos de gran temor. Jesús se acercó, y tocándolos dijo: ‘Levantaos, no temáis.’ Alzando ellos los ojos no vieron a nadie, sino sólo a Jesús. Al bajar del monte les mandó Jesús, diciendo: ‘No deis a nadie esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.” (27)

Aquí, en un momento, se encuentra el mito entero: Jesús el guía, el camino, la visión y el compañero del regreso. Los discípulos son los iniciados, no los amos del misterio, pero que no obstante, fueron introducidos a la plena experiencia de la paradoja de los dos mundos en uno. Pedro estaba tan aterrorizado que tartamudeaba. (28) La carne se había disuelto ante sus ojos para revelar el Verbo. Cayeron sobre sus rostros y cuando se levantaron, la puerta se había cerrado de nuevo.

Debe observarse que este momento eterno se remonta por encima de la realización romántica del destino individual de Kamaru-s-Semán. No sólo tenemos un paso maestro, de ida y vuelta, por el umbral del mundo, sino que observamos una penetración de las profundidades muchísimo más honda. El destino individual no es el motivo ni el tema de esta visión, pues la revelación fue contemplada por tres testigos y no uno; de allí que no pueda ser desentrañada satisfactoriamente en simples términos psicológicos. Por supuesto, podemos descartarla. Podemos poner en duda si esta escena tuvo lugar alguna vez. Pero eso no nos ayudaría, porque los que nos ocupan ahora son problemas de simbolismo y no de historicidad. No nos interesa particularmente saber si en realidad vivieron Rip van Winkle, Kamaru-s-Semán o Jesucristo. Sus historias son las que nos interesan y estas están tan ampliamente distribuidas en el mundo, unidas a diferentes héroes en diferentes países, que el problema de si es o no histórico, vivo, este o el otro portador local del tema universal sólo puede tener una importancia secundaria. El subrayar este elemento histórico llevaría solamente a la confusión, serviría para ofuscar el mensaje de la imagen.

¿Cuál es el significado de la imagen de la transfiguración? Esto es lo que tenemos que preguntarnos. Pero para poder explicarlo en terrenos de universalidad y no de sectarismos, debemos ir a otro ejemplo, igualmente celebrado, del suceso arquetípico.


Notas

(26) “No sabía lo que decía, porque estaban espantados”, Marcos, 9:6.

(27) Mateo, 17:1-9.

(28) Hay un cierto elemento de comicidad en el proyecto inmediato de Pedro (anunciado cuando la visión está todavía delante de sus ojos) de convertir lo inefable en un cimiento de piedra. Sólo seis días antes, Jesús le había dicho: “tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi iglesia”, y un momento después: “no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres”. (Mateo, 16: 18,23.)

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