miércoles

EL TESORO DE RONALDINHO Terrorismo en Francia ‘98 (2) - Hugo Giovanetti Viola


5

Isabelino Pena contestó:

-El gallo original figura en una tela de Manuel Espínola Gómez que se llama Alborada en las gargantas. Y a Felisberto se le ocurrió fabricar naves con ese formato para sacar a pasear a las Hortensias, aunque yo no tenía idea de que hubiera algún modelo capaz de trasladar patrullas interoceánicas.

-Bueno -sonríe el Bigote, apenas dejamos atrás el bochinche montada por la torcida brasileña en La Contrescarpe. -Uruguay podrá no estar presente futbolísticamente en el mundial, pero esta Brigada del Gran Tiempo tiene amplia mayoría celeste.

-¿Hace mucho que trabaja con Bajtin? -guardó la pipa el detective para prender un Peter Stuyvesant.

-No. Es la primera vez. El ruso averiguó que soy especialista en realidad virtual y me propuso manejarle los destelladores.

-¿Y por qué le interesa tanto la realidad virtual? Si se puede saber.

-Me conmueve -se frena de golpe el hombre que parece conservar su derrota adolescente entre un formol seboso. -Es de las poquísimas cosas que pueden motivar a un francés de mi generación. Eso y los renacidos. Ustedes, tan simpáticos. Ojalá yo pudiera soñar con el Gran Tiempo.

-Ojo que es una profecía de evolución dimensional y no cualquier sueñito.

Entonces el hotelero le abrazó los hombros al viejo casi enano y sentenció:

-Es ficción, camarada. La salvación que el hombre necesita de verdad no existe, Ya lo sabemos.

-¿Es aquí? -señalo la luz fantasmagórica de un corredor y aprovecho para sacarme su húmero de encima.

-En el subsuelo. ¿Pero usted cómo puede estar tan seguro de que los depredadores de rosas van a estar ahí abajo?

Isabelino Pena no contestó.

-Espéreme un momento que hablo con la patrona -empieza a caracolear por una escalera ferruginosa el Bigote.

El detective avanzó algunos pasos para asomarse a una especie de portería donde se escuchaba el tintineo de una voz muy senil:

-Mirá, lo que yo hacía cuando me ocupaba con los camioneros de la rambla del Ukraina era cerrar los ojos y sentirme la Virgen. Porque esas bestias de los Urales pagan bien si tragás, nada más: no hay tu tía. Lo que ayudaba mucho era que ellos venían siempre con noche blanca. Y yo primero me ocupaba gratis con el comisario del hotel para que no me denunciara y después caminaba hasta el río tratando de flotar. El pasto se ponía todo azul a esa hora. Y al subir a la cabina del camión me podía sentir Ella. Y los podía aguantar y hasta tenerles pena. ¿Entendés?

No puedo distinguir a la vieja que habla, pero sí a una muchacha quinceañera que toma mate sentada en el suelo.

-Hoy podrías un poco, Gardelito -se irritó de repente la voz superadulta. -Mirá cómo está la Bicha de jodida.

Y entonces se oye el oro insondable de un canario que nos dibuja en las entrañas una triple inscripción: Saber amar la luna / cuando ella / no se ama. La muchacha sacó la boca de la bombilla y subió su perfil con los ojos cerrados. Y durante unos momentos nadie puede dudar que flota como Ella.


6

Isabelino Pena fue sobresaltado por el rechinar metálico de la escalera. El Bigote me hace señas de que baje: la muchacha sigue en trance y aprovecho para escurrirme y caracolear hacia el subsuelo con picazón en la nariz.

-Te hace falta la fe para volar a oscuras / te hacen falta las puras / soledades del sur -escucharon berrear acaribeñadamente al Papalote, mientras atravesaban un pasadizo que desembocaba en el bar del quilombo.

El Negro Jefe cachetea un taburete-bongó rodeado por las putas, que todavía no están vestidas para trabajar. Una especie de odalisca elefantiásica candombeaba zarandeando sus pechos color moka entre el mostrador y el piano, y al ver al detective carcajeó:

-Hay que joderse. Me faltaba el pitufo pa coser la cajeta. ¿Cómo le va, mi santo?

El Bigote nos mira sin entender y chisto:

-Santo tu madrina, darling. Y vos no te las tirés de diosa del Pantanoso, tampoco. ¿O ahora que estás anclada en París hay que mandarte barquitos con castañas y olvidarse del corso donde te basureaban?

-Te hace falta rugir la mansa llamarada / te hace falta una espada / para partir el mar -bachateó el Papalote, cortinado por los aullidos del ovejero tuerto.

Entonces Yemanjá del Mar Dulce me hace una guiñada entrompando el mascarón siniestro y les grita a las muchachas:

-Todo el mundo a santiguarse con el Lobo, carajo!!!! Y que no quede tristeza viva en el campamento!!!!

Los ojos del Papalote se atigraron bajo el panamá en el momento de rematar tras un largo redoble:

-Y si ya te clavaste al perfume profundo / no te quejes del mundo / porque no hay más que hablar.

Después las putas empiezan a agacharse una por una frente al perro, que les apoya la flor-hueso sobre el rostro con feroz precisión.

-La miseria de amor -le explicó Isabelino Pena al hotelero.

Y de golpe la patrona mira para todos lados y termina por chillar desorbitadamente:

-Falta la Bicha, che!!!! A ver si le explicás que sanatas de la rusa tiene todos los días y hoy aquí tallan héroes de exportación, carajo!!!! Y además que ni sueñe con oír a Gardelito porque estoy segurísima que ese vuelve a cantar un día antes del espiche y nada más: igual que el cogotudo que se emporotó a Leda.

El detective se atenazó la nariz mientras un chiquilín de mirada sangrienta y pelo rasta salía de atrás del mostrador a cumplir el encargo.

-El problema es que nos tenemos que llevar a los cantores lo antes posible, doña Yema -se anima a confesar el Bigote. -Hay canyengue mundialista en el hotel.

-Bueno: entonces te doy permiso para que invites a toda la barra a remojarse la brótola o la raya antes de la macumba, qué joder -sacó una llave del escote la patrona. -Tomá: llamamos por teléfono desde mi escritorio y después conversamos. Capaz que hasta podés pedirme un milagro de Abita y todo.

-¿Un milagro de quién? -se le abultan las sienes al Bigote.

-Del diablo -rezongó Isabelino Pena, observando a una puta celulítica que se arrodilló a llorar entre el negro y el perrazo.


7

Isabelino Pena y el hotelero no esperaron la llegada del resto de la Brigada para recorrer el quilombo. El laberinto adonde dan las puertas recién iluminadas me retrotrae al Tren Fantasma del Parque Rodó, aunque aquí apesta a infierno de verdad. El detective demoró en reconocer a la muchacha que había recibido arrodillada la bendición del Lobo. Ahora el espejismo de la luz negra la hace parecer una vedette vencida por la inflación, pero con una piel que brilla como chorros de cobre emergentes de la minúscula fluorescencia del body.

-Hola -le acarició las lentejuelas el hotelero. -¿De qué país sos?

-De uno de cuyo nombre no me quiero acordar. Vine pal campeonato.

Tiene dos dientes verdes y un bigotazo oxigenado que me raspa el estómago.

-Cómo te llamás, maja -preguntó el detective.

-Aldonza.

Entonces me explotan los estornudos y terminamos llorando de la risa hasta que un esqueleto sin máscara nos interrumpe para pedir precio por una fiestita.

-Depende con quién sea -contestó Aldonza.

-Y a quién me recomendás.

-A la Bicha, chaval. Esa es Nuestro Señor disfrazado de yegua.

El esqueleto está recubierto por un cuerpo de apariencia perfectamente humana, y sin embargo el rostro-máscara le cuelga como un pellejo.

-Disculpe la ignorancia -murmuró Isabelino Pena mientras caminaban detrás de Aldonza y su cliente en dirección a la pieza de la Bicha. -¿A estos cosos les funciona la pistola virtual?

-No, Monsieur. Cuando entran en la pieza se sacan todo el equipo y utilizan los huesitos de los dedos, nomás. Lo sé de buena fuente.

Al final del corredor había un amontonamiento de hinchas brasileños y escoceses que parecían contemplar algo más fascinante que el debut de sus selecciones en el mundial. Y cuando nos abrimos paso aprovechando el hueco que provoca la gorda veo a la infanta tirada de espaldas sobre la cama, haciendo oscilar sus nalgas apenas defendidas por dos borlas celestes.

-Carajo: me hizo mojar igual que un chiquilín -se abanicó la cara con el gacho el detective después que Aldonza cerró la puerta.

El Bigote me acaricia la gomina reseca con más autocompasión que piedad y retruca:

-A mí antes me pasaba.


8

Isabelino Pena le pidió a Mozart que tocara otra vez Only you. No se puede creer cómo lo memorizó tan indeleblemente y ya es capaz de trasmutarlo en un Andante que parece flamear apenas despeinado por un vuelo de gallo.

-Hermano -le pidió Onetti al negro, que escuchaba el piano con el poso dorado de un lagrimón serpenteándole hasta la guayabera. -¿No le decís al suizo que lo quiero?

Jung está sentado entre la Hortensia y Felisberto, y mientras me sirve vino gruñe:

-Contéstele que yo también lo quiero. Por favor.

En ese momento el ovejero se incorporó y jadeó en dirección a la puerta del bar que daba al laberinto. Entonces vemos aparecer a la Bicha, con el pelo negro amantillado enmarcándole el orgullo por ser Miss Fiestitas: se queda contemplando sin pestañear las teclas color llama y de golpe sonríe.

-Tenez -le dijo Felisberto, señalándole la flor-hueso ofrecida por el Lobo.

La infanta le hace caso recién cuando termina la música y se escapa sonriendo.

-¿No se acordará de Yesterday? -le preguntó el detective a Mozart. -La que estaba sonando cuando llegué a l’Escholier.

El profeta vacía la copa que hay encima del piano y enseguida cabecea afirmativamente, pero la irrupción de tres esqueletos desenmascarados no lo deja empezar: los cosos quedan estaqueados frente a la Hortensia y uno de ellos pide precio por una fiestita con la muñeca.

-El Gran Tiempo no se manosea -ladró el detective.

-Sí. Pero ustedes piquenselás, murga de pelotudos -grita Yemanjá, saliendo desde su escritorio con el Bigote. -Los invito a ocuparse con la mejor merca hispanoblableteante que hay en París y lo que hacen es chuparle la sangre al cordero y arriba traen competencia, saturados del orto!!!!

Mozart ayudó a Felisberto a cargar la muñeca y Jung apuntaló a Onetti, que estaba muy borracho. El Papalote le regala su rosa a la patrona y los esqueletos se sientan en la barra atendida por el rasta.

-Mejor llamamos los taxis desde acá -propuso Isabelino Pena, sonándose la gran nariz goteante.

-¿Así que te las tirás de botón privativo y ni siquiera papás que la brigada de los mamertos finolis viaja en gallo, pitufo? -me escracha con su mirada color borra de café recién hecho la diosa.

El detective miró asombradamente al hotelero y el otro explicó:

-Bajtin nos dio permiso para usarlo en vuelos cortos.

En el laberinto se desencadena una batucada y el Lobo responde alzando un aullido amoroso.

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