miércoles

JOSEPH CAMPBELL EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (93)


4 / EL CRUCE DEL UMBRAL DEL REGRESO (2)


Muchos fracasos atestiguan las dificultades de este umbral afirmativo de la vida. El primer problema del héroe que regresa es aceptar como reales, después de la experiencia de la visión de plenitud que satisface el alma, las congojas y júbilos pasajeros, las banalidades y las ruidosas obscenidades de la vida. ¿Por qué volver a entrar a un mundo así? ¿Por qué intentar hacer plausible, o por lo menos interesante la experiencia de la felicidad trascendental a hombres y mujeres consumidos por las pasiones? Así como los sueños que parecen importantes durante la noche pueden parecer tontos a la luz del día, así el poeta y el profeta pueden sorprenderse haciendo el papel de idiota ante un jurado de ojos graves. Lo más sencillo es mandar al diablo a toda la comunidad y retirarse de nuevo a la pétrea morada celeste, cerrar la puerta y asegurarla. Pero si entre tanto un partero espiritual ha puesto la shimenava enfrente del refugio, ya no puede evitarse el trabajo de representar la eternidad en el tiempo y de percibir en el tiempo la eternidad.

La historia de Rip van Winkle es un ejemplo del delicado caso del héroe que regresa. Rip fue al reino de la aventura inconscientemente, como lo hacemos todos cada noche cuando nos disponemos a dormir. En el sueño profundo, declaran los hindúes, el yo está unificado y dichoso; por lo tanto, al sueño profundo se le llama el estado cognoscitivo. (19) Pero aunque nos renovamos y nos sostenemos por estas visitas nocturnas a la fuente de la oscuridad, nuestras vidas no son reformadas por ellas; regresamos, como Rip, sin nada que muestre nuestra experiencia, como no sean nuestras barbas.

“Rip buscó su rifle, pero en el lugar de su arma, limpia y bien aceitada, encontró una vieja carabina con el cañón lleno de herrumbre, el gatillo flojo y la caja carcomida por los gusanos… Cuando se levantó para caminar se encontró con las articulaciones duras, y desposeído de su actividad usual… Cuando se aproximó al pueblo encontró a varias personas, pero a ninguna que conociera, lo que le sorprendió, porque siempre había pensado que conocía a todos los que vivían en esa parte del campo. Sus ropas también eran de estilo diferente al que él estaba acostumbrado. Todos lo miraban con las mismas señales de sorpresa y cuando ponían los ojos en él invariablemente se acariciaban la barba. La constante repetición de este gesto indujo a Rip a hacer lo mismo involuntariamente y entonces, para su sorpresa, descubrió que su barba había crecido un pie… Empezó a dudar de si él y el mundo que lo rodeaba no habrían sido hechizados…

La aparición de Rip con su larga y canosa barba, con su arma herrumbrosa, su vestidura singular, y un batallón de mujeres y niños que se habían reunido a sus espaldas, atrajo pronto la atención de los políticos de cantina. Lo rodearon mirándolo de la cabeza a los pies con gran curiosidad. El orador se le acercó y llevándolo aparte le preguntó por quién votaba. Rip lo miró estúpidamente. Otro personaje pequeño y activo lo tomó del brazo y poniéndolo de puntillas le preguntó al oído si era federal o demócrata. Rip tampoco pudo entender la pregunta; entonces, un caballero viejo, pomposo y seguro de sí mismo, con sombrero puntiagudo e inclinado, se abrió paso a través de la multitud, empujando con los codos a derecha e izquierda para abrirse paso y, colocándose ante van Winkle, con una mano en la cintura y otra sobre su bastón, y mientras penetraba con el sombrero puntiagudo y los ojos afilados en el mismo fon de su alma, le preguntó con severo tono qué lo había traído a la elección con una escopeta al hombro y un grupo de gente a sus espaldas, y si intentaba iniciar una revuelta en el pueblo. ‘¡Oh, caballero -gritó Rip, bastante acongojado- soy un hombre pobre y tranquilo nacido en el lugar y fiel súbdito del Rey! ¡Dios lo bendiga!’

Aquí surgió un grito de los espectadores: ‘¡Es un tory, un tory, un espía, un refugiado! ¡Échenlo! ¡Fuera con él!. Con gran dificultad el hombre pomposo pudo restaurar el orden.” (20)

Notas

(19) Mandukya Upanishad, 5.
(20) Washington Irving, The Sketch Book, “Rip van Wingle”.

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