martes

ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (23) - MIJAIL. BAJTIN


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El cristianismo aparece desde nuestro punto de vista como un fenómeno complejo y heterogéneo. (17) Lo constituyeron los siguientes momentos diversos: 1) una consagración profundamente específica de la interna corporeidad humana, de las necesidades corporales por parte del judaísmo con base en una vivencia colectiva del cuerpo con la predominancia de la categoría del otro; la autopercepción de uno mismo dentro de esta categoría, una vivencia ética propia con respecto al cuerpo casi estuvo ausente (la unidad del organismo popular). El momento sexual (lo dionisíaco) de la unión corporal interna también era débil. El valor del bienestar corporal. Pero gracias a las condiciones especiales de la vida religiosa, el momento plástico y pictórico no pudo alcanzar un desarrollo significativo (tan sólo en la poesía). “No te vayas a construir un ídolo”; (18) 2) la idea de la encarnación de Dios (Zelinski) y de la deificación del hombre (Harnack), perteneciente plenamente a la antigüedad clásica; 3) el dualismo gnóstico y la ascesis y, finalmente (4) el Cristo de los Evangelios. En Cristo encontramos una síntesis, única por su profundidad, del solipsismo ético, de la infinita severidad del hombre para consigo mismo, esto es, de una actitud hacia su persona que es intachablemente pura, con una bondad hacia el otro que es de carácter ético y estético: aquí por primera vez se manifiesta una infinita profundización del yo-para-mí, pero este ya no es frío sino infinitamente bueno para con el otro, es un yo que hace toda la justicia al otro como tal, que descubre y afirma toda la plenitud de la particularidad valorativa del otro. Para este yo, todos los hombres se dividen en sí mismo, que es único, y en todos los demás hombres, en él mismo, que perdona a otros, y en otros los perdonados, él que es salvador y todos los demás, salvados, él quien acepta el peso del pecado y la expiación y todos los demás, liberados de este peso y expiados. De allí que en todas las normas de Cristo se opongan el yo y el otro: el sacrificio absoluto de sí mismo y el perdón absoluto para el otro. Pero el yo-para-mí es el otro para Dios. Dios ya no se define esencialmente como la voz de mi conciencia, como la pureza de la actitud hacia uno mismo, como la pureza de la arrepentida autonegación de todo lo dado en mí, Dios no es aquel en cuyas manos da miedo caer, no es aquel cuya vida da muerte (19) (autocondena inmanente), sino que es el padre de los cielos que está por encima de mí y que me puede justificar y perdonar en los casos cuando yo desde mi interior no me puedo perdonar ni justificar por principio, permaneciendo puro para conmigo mismo. Lo que yo he de ser para el otro, es Dios para mí. Aquello que el otro supera y rechaza en sí mismo como una dación mala, yo lo acepto y lo perdono en él como la querida carne del otro.

Notas

(17) La visión bajtiniana del problema de la génesis e ideología de la antropología cristiana tiene dos aspectos. Por una parte, esta visión está necesariamente determinada por cierta suma de nociones propias de la ciencia, la filosofía, la ensayística y. en general, la conciencia culta de principios del siglo XX. El autor menciona los nombres de algunos representantes del pensamiento de aquel entonces: al profesor de filología clásica de las universidades de San Petersburgo y de Varsovia F.F. Zelinski, y al corifeo de la teología protestante liberal alemana, el historiador de la Iglesia Adolf Harnack; la presencia de otros se sobreentiende. Este no es el lugar para criticar aquella suma de nociones; es necesario ver plenamente la perspectiva en la que se inscribe otro aspecto original de las formulaciones del autor. Porque, por otra parte, el hilo del pensamiento que sigue consecutivamente desde antítesis entre el cuerpo “interior” y “exterior”, el yo-para-mí y el yo-para-el-otro, manifiesta un acento semántico específicamente bajtiniano en los pasajes donde en general se resumen de una manera diferente los resultados de una época anterior de investigaciones. Así, la correlación de la triple raíz del cristianismo, judaica, helena y “gnóstica” (al fin de cuentas, el dualismo iranio o dualismo sincrético; cf. el otrora vigente problema del mandeísmo, que en su tiempo había hipnotizado a Loisy y Spengler) es el trema preferido de las discusiones de aquella época. Actualmente, este problema no es nada anticuado, a pesar de que, por supuesto, su enfoque está muy modificado por los nuevos datos, ante todo por los materiales de Qumran y por los desplazamientos metodológicos. En los trabajos de Harnack (entre los cuales tuvieron especial popularidad las lecciones Esencia del cristianismo y el compendio Historia de los dogmas, que aparecieron en traducción rusa en 1911), el desarrollo de la doctrina eclesiástica, del culto eclesiástico (junto con el arte relacionado con el culto) y la organización de la Iglesia se describen como una paulatina sustitución de la “pura doctrina de Cristo” por componentes de la cultura helenística. No obstante, la concepción de Harnack presupone una acentuación muy enérgica de la distinción entre el cristianismo “inicial” (aun “puro”) y el cristianismo “temprano” y, por consiguiente, la oposición de la “esencia” del cristianismo a la confusión helenística de esta “esencia”. Por el contrario, Zelinski percibía ya el cristianismo “inicial” (incluyendo la prédica del mismo Jesús en su misma “esencia”) como un fenómeno helenístico, insistiendo sobre todo en las fuentes griegas de filiación divina (cf. F.F. Zelinski, Iz zhizni idei, t.4, San Petersburgo, 1922, pp. 15-16; Religia ellinizma, Petrogrado, 1922, p. 129).

Para comprender la lógica de las formulaciones del autor es útil hacer algunas observaciones. La interpretación bajtiniana de la visión del mundo en el Antiguo Testamento en pocas y exactas palabras resume toda una serie de intuiciones propias y ajenas. El autor logró superar el carácter abstracto de las viejas nociones acerca del “monoteísmo ético” que asciende todavía al iluminismo religioso de Moses Mendelsshon, es decir en el siglo XVIII, y que posteriormente se retomó en muchas ocasiones, hasta llegar al libro del neokantiano Hermann Cohen Die Religion der Vernunft aus den Quellen des Judentums (1919), y vio el carácter densamente “corporal” del Antiguo Testamento (cf. el centro de la noción de Leiblichkeit en la interpretación de la Biblia por Martin Buber a quien Bajtin perfectamente conocía y apreciaba; ver M. Buber, Werke, Bd. 2, Schiriften zur Bibel, Muinich, 1963, passim), sin caer en los excesos del “machismo” sensualista característico para los hermeneutas relacionados con la filosofía de la vida, tanto fuera del judaísmo (en Rusia, V. Rozanov) como dentro de este (ver O. Goldberg, Die Wirlichkeit der Hebräer, Berlín, 1925). La “corporeidad” del Antiguo Testamento se describe por excelencia como “interior”, es decir, no contemplada desde el exterior, sino como vivenciada empáticamente en el interior, en tanto que necesidad y satisfacción, y sin embargo no como la corporeidad individual de un solo hombre sino la corporeidad colectiva de una comunidad étnico-sacral: la “unidad del organismo del pueblo”. En esta relación conviene señalar que el filósofo hebreo-alemán y traductor de la Biblia Franz Rosenzweig, conocido en sus tiempos, seriamente estuvo pensando en la posibilidad de traducir la expresión del antiguo hebreo “pueblo santo” (goj qadosh, p. ej. en Éxodo XIX, 6 y XXIV, 3) con la expresión alemana heiliger Leib, o sea cuerpo santo (testimonio de M. Buber en una carta del 25 de enero de 1953; ver M. Buber, Briefwechsel aus sieben Jahrhunderten, Bd. 3, Heildelberg, 1975, p. 326).

(18) Se trata de la prohibición del Antiguo Testamento: “No te hagas ídolo ni imagen alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra, y en las aguas debajo de la tierra” (Éxodo XX, 4).

(19) En el Antiguo Testamento Yavé le dice a Moisés: “…no puede verme el hombre y seguir viviendo.” (Éxodo XXXIII, 20; cf. también Jueces XIII, 22: “Y dijo Manoaj a su esposa: ‘Seguro que vamos a morir, porque hemos visto a Dios’”). Sin embargo, en el Nuevo Testamento, en un lugar donde según el contexto se sobreentiende la vivencia de lo divino relacionada con el Antiguo Testamenrto, se dice: “¡Qué cosa más espantosa es caer en las manos del Dios vivo!” (Hebreos X, 31).

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