¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más
profundo centro;
pues ya no eres equiva,
acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este
dulce encuentro!
DECLARACIÓN (10)
22
/ Y las flaquezas y miseria que antes el alma tenía
sentadas y encubiertas en sí, las cuales antes no veía ni sentía, ya con la luz
y calor del fuego divino las ve y las siente; así como la humedad que había en
el madero no se conocía hasta que dio en él el fuego y le hizo sudar, humear y
respendar; y así hállase el alma imperfecta acerca de esta llama. Porque, ¡oh
cosa admirable!, levantase en el alma a esta sazón contrarios contra
contrarios: los del alma contra los de Dios, que embisten el el alma; y, como
dicen los filósofos, unos relucen cerca de los otros, y hacen la guerra en el
sujeto del alma, procurando los unos expeler a los otros por reinar ellos en
ella, conviene a saber, las virtudes y propiedades de Dios en extremo perfectas
contra los hábitos y propiedades del sujeto del alma en extremo imperfectos,
padeciendo ella dos contrarios en sí. Porque, como esta llama es de extremada
luz, embistiendo ella en el alma, la luz luce en las tinieblas del alma, que
también son extremadas, y el alma entonces siente sus tinieblas naturales y
viciosas, que se ponen contra la sobrenatural luz y no siente la luz
sobrenatural, porque no la tiene en sí como sus tinieblas, que las tiene en sí,
y las tinieblas no comprehenden a la luz (Io 1,5). Y así, estas
tinieblas suyas sentirá en tanto que las embistiere la luz, porque no pueden
ver las almas ver sus tinieblas si no embistiere en ella la divina luz, hasta
que, expeliéndolas la luz, quede ilustrada el alma y vea la luz en sí
transformafa, habiendo sido limpiado y fortalecido el ojo espiritual con la luz
dvina. Porque inmensa luz en vista impura y flaca, totalmente le eran tinieblas,
sujetando el eminente sensible la potencia; y así, érale esta llama esquiva en
la vista del entendimiento.
23
/ Y porque esta llama de suyo es amorosa en extremo
y tierna y amorosamente embiste en la voluntad, y la voluntad de suyo es seca y
dura en extremo, y lo duro se siente cerca de lo tierno, y la sequedad cerca
del amor, embistiendo esta llama amorosa y tiernamente en la voluntad, siente
la voluntad su natural dureza y sequedad para con Dios; y no siente el amor y
ternura de la llama, estando ella prevenida con dureza y sequedad, en que no
caben estos otros contrarios de ternura y amor, hasta que, siendo expelidos por
ella, reine en la voluntad amor y ternura de Dios. Y de esta manera era esta
llama esquiva a la voluntad, haciéndola sentir y padecer su dureza y sequedad.
Y, ni más ni menos, porque esta llama es amplísima e inmensa y la voluntad es
estrecha y angosta, siente su estrechura y angostura la voluntad en tanto que la
llama la embiste, hasta que, dando en ella, la dilate o que la ensanche, y haga
capaz de sí misma. Y porque también esta llama es sabrosa y dulce, y la
voluntad tenía el paladar del espíritu destemplado con humores de desordenadas
aficiones, érale desabrida y amarga y no podía gustar del dulce manjar del amor
de Dios. Y de esta manera también siente la voluntad su aprieto y sinsabor
cerca de esta amplísima y sabrosísima llama, y no siente el sabor de ella
porque no la siente en sí, sino lo que tiene en sí, que es su miseria. Y, finalmente,
porque esta llama es de inmensas riquezas, bondad y deleites, y el alma de suyo
es pobrísima y no tiene bien ninguno ni de qué se satisfacer, conoce y siente
claramente sus miserias y pobreza y malicia cerca de estas riquezas y bondad y
deleites, y el alma de suyo es pobrísima y no tiene bien ninguno ni de qué se
satisfacer, conoce y siente claramente sus miserias sus miserias y pobreza y
malicia cerca de estas riquezas y bondad y deleites, y no conoce las riquezas,
bondad y deleites de la llama, porque la malicia no comprende a la bondad, ni
las pobrezas a las riquezas, etcétera, hasta tanto que esta llama acabe de
purificar el alma y con su transformación la enriquezca, glorifique y deleite.
De esta manera le era antes esquiva esta llama al alma sobre lo que se puede
decir, peleando en ella unos contrarios contra otros: Dios, que es todas las
perfecciones, contra todos los hábitos imperfectos de ella, para que, transformándola
en sí, la suavice y pacifique y esclarezca, como el fuego hace al madero cuando
ha entrado en él.
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