2 / LA HUÍDA MÁGICA (2)
La fuga es el episodio
favorito del cuento popular, en el cual se desarrolla bajo muchas divertidas
formas.
Los Buriat de Irkustsk (Siberia),
por ejemplo, afirman que Morgon-Kara, su primer shamán, era tan competente que
podía atraer las almas de los muertos. Por ese motivo, el Señor de los Muertos
se quejó al Alto Dios del Cielo, y Dios decidió poner a prueba al shamán. Tomó
posesión del alma de cierto hombre y la metió en una botella, cubriendo la boca
con la yema de su pulgar. El hombre enfermó y sus parientes mandaron por Morgon-Kara.
El shamán buscó por todas partes el alma que faltaba. Buscó por el bosque, por
las aguas, por los desfiladeros de las montañas, la tierra de los muertos, y al
fin subió, “montado en su tambor”, al mundo de arriba, en donde fue forzado a
buscar por un largo tiempo. Entonces observó que el Alto Dios del Cielo tenía
una botella tapada con la yema de su pulgar y reflexionando sobre esa circunstancia,
cayó en la cuenta de que dentro de la botella estaba el alma que él había
venido a buscar. El astuto shamán se convirtió en avispa. Voló hacia Dios y le
dio un aguijonazo tan fuerte en la frente, que le hizo quitar el pulgar de la
abertura y la cautiva huyó. Antes de que Dios pudiera evitarlo, ya iba el
shamán Morgon-Kara sentado en su tambor y camino a la tierra con el alma
recobrada. La fuga en este caso, sin embargo, no fue enteramente triunfante.
Terriblemente indignado, Dios disminuyó para siempre poder del shamán partiendo
su tambor en dos. Por eso los tambores de los shamanes, que originalmente (de
acuerdo con la historia de los Buriat) tenían dos parches de cuero, desde ese
día tienen uno solo. (4)
Una variedad popular de
la huida mágica es aquella en que se dejan abandonados objetos que hablan del
fugitivo y así retardan la persecución. Un cuento maorí de Nueva Zelanda habla
de un pescador que un día, al llegar a su casa, descubrió que su mujer se había
tragado a sus dos hijos. Ella yacía en el suelo quejándose. Él le preguntó qué
le pasaba y ella declaró que estaba enferma. Él quiso saber dónde estaban los
dos muchachos y ella le dijo que se habían ido. Pero él supo que ella mentía.
Con su magia, la obligó a vomitarlos y ellos salieron vivos y enteros. Después
el hombre tuvo miedo de su esposa y decidió escapar de ella tan pronto como
pudiera, junto con los muchachos.
Cuando la ogresa fue a
buscar agua, el hombre, con su magia, hizo que el agua bajara y se alejase de
ella, de modo que tuviera que caminar una considerable distancia. Luego, por
medio de gestos, ordenó a las chozas, a los macizos de árboles que crecían
cerca del pueblo, a los basureros y al templo en lo alto de la colina que
respondieran por él cuando su esposa regresara y lo llamara. Se dirigió con los
muchachos a su canoa y se hicieron a la vela. La mujer regresó y, como no los
encontró, empezó a llamarlos. Primero contestó el basurero. Ella fue en esa
dirección y los llamó otra vez. Las casas contestaron, luego los árboles. Uno
detrás de otro, los diversos objetos de la vecindad le respondieron y ella
corría, cada vez con más azoro, en cada dirección. Se cansó, empezó a jadear y
a sollozar y, al fin, cayó en la cuenta de lo que le habían hecho. Se apresuró
a subir al templo en lo alto de la colina y miró hacia el mar, donde la canoa
era apenas una mancha en el horizonte.
Otra bien conocida
variedad de la huida mágica es aquella en que el héroe que huye echa tras de sí
una serie de obstáculos. “Dos hermanitos estaban jugando cerca de una fuente y
repentinamente cayeron en ella. Había adentro una bruja del agua y la bruja les
dijo: ‘Ahora os tengo. Os haré trabajar para mí.’ Y se los llevó con ella. A la
niña le dio a hilar un copo de lino sucio y la hizo sacar agua de una poza sin
fondo. El niño tenía que hacer leña con un hacha mellada. Y todo lo que les
daba de comer eran mendrugos duros como piedras. Finalmente los niños perdieron
la paciencia y esperaron un domingo en que la bruja fuera a la iglesia, y
escaparon. Cuando la misa se acabó, la bruja descubrió que los pájaros habían
volado y los persiguió con poderosos saltos.
Pero los niños la
espiaron desde lejos y la niña dejó caer un cepillo para el pelo que se
convirtió inmediatamente en una gran montaña peluda con miles y miles de
filamentos sobre los cuales la bruja podía difícilmente trepar; sin embargo, lo
hizo. Tan pronto como los niños la vieron, el niño tiró un peine que
inmediatamente se convirtió en una montaña en forma de peine con mil veces mil
picos, pero la bruja supo cómo evadirlos y finalmente los atravesó. Luego, la
niña tiró un espejo que se convirtió en una montaña espejo que era tan lisa que
la bruja no pudo escalarla. Entonces pensó: ‘Regresaré a casa corriendo a
buscar mi hacha y partiré en dos la montaña del espejo.’ Pero cuando regresó y
rompió el cristal, los niños ya estaban muy lejos y la bruja del agua tuvo que
regresar a la fuente.” (6)
Notas
(4) Harva, op. cit.,
pp. 543-544, cita “Pervyi buryatskii shamán Morgon-Kara”, Isvestiya
Vostochno-Siberskago Otdeia Russkago Obshcheestva, XI, 1-2 (Irkutsck,
1880), pp. 87 ss.
(5) John White, The Ancient History of the Maori,
his Mythology and Traditions (Wellington, 188649), vol. II, pp. 167-171.
(6) Grimm, Nº 79.
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