AUTOR
Y PERSONAJE EN LA ACTIVIDAD ESTÉTICA (10)
La fijación de la apariencia propia durante la realización de la acción
puede resultar una fuerza fatal que destruya la acción. Así, cuando es
necesario realizar un salto difícil y arriesgado, es extremadamente peligroso
seguir el movimiento de las piernas: hay que recogerse por dentro y calcular
los movimientos desde adentro. La primera regla de todo deporte es mirar hacia
delante y no la propia persona. Durante una acción difícil y peligrosa yo me
encojo todo hasta lograr una unidad interior pura, dejo de ver y de oír todo lo
externo, reduzco mi persona y mi mundo a la autosensación pura.
La imagen externa de la acción y su relación externa y visible con respecto
a los objetos del mundo exterior nunca son dados a la misma persona que actúa,
y cuando irrumpen en la conciencia activa inevitablemente se convierten en freno,
en punto muerto de la acción.
La acción desde el interior de una conciencia activa niega por principio la
independencia valorativa de todo lo dado, existente, habido, concluido,
destruye el presente del objeto en aras de su futuro anticipado desde adentro.
El mundo de la acción es el mundo del futuro anticipado. La finalidad anticipada
de la acción desintegra la existencia dada del mundo objetual externo, el plan
de una futura realización desintegra el cuerpo del estado presente
del objeto; todo el horizonte de la conciencia activa se compenetra y se
descompone en su estabilidad por la anticipación de una realización futura.
De allí que se siga que la verdad artística de una acción expresada y
externamente percibida, su integración orgánica en el tejido externo del ser
circundante, la correlación armoniosa con el fondo en tanto que conjunto del
mundo objetual estable dentro del presente, transgreden básicamente la
conciencia del que actúa; se efectúan sólo por una conciencia que se encuentre
fuera y no participe de la acción como finalidad y sentido. Sólo la acción de
otro hombre es la que puede ser comprendida, y artísticamente constituida por
mí, mientras que la acción desde mi interior por principio no se somete a la
forma y conclusión estética. Aquí estamos hablando, por supuesto, de la concepción
de la acción como algo puramente plástico y visual.
Las características principales plásticas y pictóricas de la acción
exterior: epítetos, metáforas, símiles, etc., jamás se realizan con la mente
del actor y nunca coinciden con la verdad interna de finalidad y sentido de la
acción. Todas las características literarias trasponen la acción a otro plano,
en otro contexto de valores donde el sentido y la finalidad de la acción llegan
a ser inmanentes al acontecimiento de su realización, se hacen tan sólo el momento
que llena de sentido la expresividad externa de la acción, es decir,
transfieren la acción del horizonte del actor al horizonte de un observador
extrapuesto.
Si las características plásticas y pictóricas de la acción están presentes
en la conciencia del mismo actor, entonces su acción en seguida se desprende de
la seriedad tediosa de su finalidad, de su necesariedad real, de la novedad y
productividad de lo que está por realizarse, y se convierte en un juego,
degenera en un gesto.
Es suficiente analizar cualquier descripción literaria de una acción para
convencerse de que en una imagen icónica, en el carácter de tal descripción, la
perfección artística y lo convincente descansan en un contexto semántico de la vida
ya muerto, que transgrede la conciencia
del actor en el momento de su acción, y de que nosotros, los lectores mismos,
no estamos interesados en la finalidad y el sentido de la acción internamente,
porque en caso contrario el caso objetual de la acción estaría atraído por
nuestra conciencia activa vivida desde adentro, y su expresividad externa se encontraría
desintegrada: no esperamos nada de la acción y no contamos para nada con
respecto a ella en un futuro real. El futuro real está sustituido en
nuestra conciencia por un futuro artístico, y este futuro artístico
siempre está predeterminado artísticamente. Una acción artísticamente
constituida se vivencia fuera del tiempo fatal del suceso de mi única vida. En
este mismo tiempo fatal de mi vida ni una sola acción se vuelve hacia mí con su
lado artístico. Todas las características plásticas e icónicas, sobre todo los
símiles, neutralizan este futuro fatal y real, todas ellas se extienden en el
plano de un pasado autosuficiente y del presente, desde los cuales no puede
surgir un enfoque de un futuro vivo y aun riesgoso.
Todos los momentos de la conclusión plástico-pictórica de la acción
transgreden por principio el mundo de propósitos y del sentido en su
irremediable necesidad e importancia, una acción artística se concluye fuera de
la finalidad y el sentido allí donde estos dejan de ser las fuerzas motrices
únicas de mi actividad, lo cual sólo es posible e internamente justificado con
respecto a la acción de otro hombre, cuando mi horizonte es el que completa y
concluye el suyo, que actúa y se desintegra gracias a una finalidad tediosa y
anticipada.
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