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“¡LEVÁNTENSE! AUN DESPUÉS DE QUE
SE DERRAME LA SANGRE”, DICE LA CONQUISTA,
NUESTRA SEÑORA DE LOS CONQUISTADOS
Masacre de los soñadores:
La Madre Maíz (4)
Ahora, al pasado otra vez, para entender más de la
indestructibilidad de la Madre
También me preguntaba si la sola semilla dorada cubierta de sangre que Las
Sedas sostenía en su palma había sobrevivido otro derramamiento de sangre
además de la Conquista, uno que dicen que ocurrió en el corazón de lo que
algunos llaman el México de la preconquista, precisamente cuando los
matones-invasores desembarcaban en la costa oeste de México.
Se dice que ocurrió una trágica matanza justo antes de que los ejércitos
del Viejo Mundo invadieran. En ese entonces, se consideraba que los sueños
nocturnos eran información. Los sueños nocturnos, como vemos también en
nuestros tiempos, pueden advertir, pueden mostrar cómo proteger. Los sueños nocturnos
se extendían como mensajes enviados por la Madre y el Pueblo Santo, que aman a
sus hijos, de muchos tipos y tonalidades y pieles. Estos mensajes llegan cuando
las puertas del alma se abren del todo al dormir.
Esta leyenda persistente habla de un suceso horrendo desatado por el
emperador mismo del pueblo azteca, el cacique, el rey-emperador,
Motecuzoma Xocoyotzin, también conocido como Moctezuma. La historia se
desenvuelve así: el líder central de los aztecas, en su angustia, dañó a los
hijos de la Madre al violentar los sueños.
Escuchen…
La masacre de los soñadores (1)
Hace mucho tiempo, tan lejano como el horizonte en las fértiles planicies,
la antigua tierra mexicana estaba cubierta de verdes maizales, una variedad
ancestral de maíz que explotaba con energía y fortaleza para la gente.
Hace mucho tiempo, este maíz silvestre tenía colores: dorado, rojo, azul,
blanco, negro, a veces granos de muchos colores todos revueltos bajo una sola
hoja. A veces los granos eran uniformes en su apariencia, a veces tenían formas
irregulares por naturaleza.
A diferencia de los invasores extranjeros aun por llegar, que juzgarían al
pueblo nativo como “no aceptable”, el maíz era considerado una Gran
Madre que no discriminaba en contra de sus hijos, sino que los amaba y
alimentaba a todos, quienes, como Ella, venían en muchos tamaños, formas y
colores.
En ese tiempo, la Madre Maíz se conocía entre algunas tribus nahuas
o aztecas ancestrales como Xilomen. En la sagrada memoria, Xilomen era esposa
de Tezcatlipoca, el ícono de la Memoria. La Memoria y la Madre estaban unidos
como una fuerza, amados por quienes quienes conocían sus historias. Uno siempre
recordaría a su propia Madre; la Madre siempre recordaría a sus
hijos.
Moctezuma, en ese entonces soberano de la ciudad más grande de México, Tenochitlán,
había estado escuchando rumores sobre guerreros de piel pálida que descendían
completamente armados en la costa oriental de México.
Sin estar seguro de qué hacer o creer, el atribulado Moctezuma mandó llamar
a los soñadores tribales de todos los pueblos a lo largo de su imperio.
Por tierra, desde cientos de kilómetros de distancia vinieron los
soñadores, vestidos con sus ceñidores, campanas, cueros, linos que les dieron
sus madres, capas emplumadas, jícaras, piedras de jade; quipus, hilos
anudados para contar; sus pergaminos para orar hechos de corteza, sus caras
para caminar, bastones de mando, los bezotes que les atravesaban los labios,
sus pieles tatuadas.
Estos viajeros musculosos -viejos, de mediana edad y muy jóvenes- se
dejaron venir desde cada valle, cada volcán, cada cueva con una cama
policromada para curar los sufrimientos, de cada fortaleza de piedra, de nobles
dinastías, de los pueblos polvorientos más pobres. Todos llevaban su espejo de
sueños.
Así llegaron las legiones de soñadores a la ciudad de islas flotantes del
imperio azteca, Tenochitlán. Se presentaron ante un Moctezuma altamente
interesado y él ordenó a los soñadores que le contaran los sueños que hubieran
estado teniendo sobre la cosa más misteriosa imaginable: El Futuro.
En el curanderismo, las costumbres ancestrales de sanación
constantemente involucradas en los nuevos remedios descubiertos como efectivos
junto con los antiguos y probados por el tiempo, el “Futuro” en los sueños
puede entenderse como un plano amplio y abierto de posibilidades. Por el
predominio de soñadores que veían imágenes parecidas de manera repetida, se
entendía que una familia, un grupo, un pueblo, bien podrían llegar a seguir una
trayectoria u otra.
Los soñadores tribales asumieron su vocación para soñar “por el pueblo de
este mundo”, como su serio compromiso con lo más sagrado de lo Sagrado: cuidar,
educar y proteger la sabiduría de las almas, así como su Madre les había
enseñado a proteger la sabiduría de las plantas y los animales.
Los soñadores tribales llevaban vidas de conducta correcta, sin rencor ni
venganza, para permanecer lúcidos, en vez de obnubilados, para poder escuchar,
detectar y ver en el espejo de los sueños los mensajes enviados entre los cielos
y la tierra, para cumplir su promesa de ser mensajeros lúcidos.
Los sueños: este conjunto de portales diminuto pero poderoso. Las plegarias
de los soñadores pidieron aun a la Fuente más alta que se le concediera al
soñador la visión en sueños, así como una boca de miel para decir la verdad y
un corazón inmaculado para poder ver a través de él, pues se considera al
corazón un gran lente de claridad capaz de flotar sobre el pasado, presente,
futuro, lo finito e infinito. Y finalmente, los soñadores pidieron por todo
ello la gracia de registrar con precisión las posibilidades que vieran en los
sueños.
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