martes

CLARISSA PINKOLA ESTÉS - DESATANDO A LA MUJER FUERTE (17)


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“¡LEVÁNTENSE! AUN DESPUÉS DE QUE
SE DERRAME LA SANGRE”, DICE LA CONQUISTA,
NUESTRA SEÑORA DE LOS CONQUISTADOS

Masacre de los soñadores:
La Madre Maíz (4)

Ahora, al pasado otra vez, para entender más de la indestructibilidad de la Madre

También me preguntaba si la sola semilla dorada cubierta de sangre que Las Sedas sostenía en su palma había sobrevivido otro derramamiento de sangre además de la Conquista, uno que dicen que ocurrió en el corazón de lo que algunos llaman el México de la preconquista, precisamente cuando los matones-invasores desembarcaban en la costa oeste de México.

Se dice que ocurrió una trágica matanza justo antes de que los ejércitos del Viejo Mundo invadieran. En ese entonces, se consideraba que los sueños nocturnos eran información. Los sueños nocturnos, como vemos también en nuestros tiempos, pueden advertir, pueden mostrar cómo proteger. Los sueños nocturnos se extendían como mensajes enviados por la Madre y el Pueblo Santo, que aman a sus hijos, de muchos tipos y tonalidades y pieles. Estos mensajes llegan cuando las puertas del alma se abren del todo al dormir.

Esta leyenda persistente habla de un suceso horrendo desatado por el emperador mismo del pueblo azteca, el cacique, el rey-emperador, Motecuzoma Xocoyotzin, también conocido como Moctezuma. La historia se desenvuelve así: el líder central de los aztecas, en su angustia, dañó a los hijos de la Madre al violentar los sueños.

Escuchen…

La masacre de los soñadores (1)

Hace mucho tiempo, tan lejano como el horizonte en las fértiles planicies, la antigua tierra mexicana estaba cubierta de verdes maizales, una variedad ancestral de maíz que explotaba con energía y fortaleza para la gente.

Hace mucho tiempo, este maíz silvestre tenía colores: dorado, rojo, azul, blanco, negro, a veces granos de muchos colores todos revueltos bajo una sola hoja. A veces los granos eran uniformes en su apariencia, a veces tenían formas irregulares por naturaleza.

A diferencia de los invasores extranjeros aun por llegar, que juzgarían al pueblo nativo como “no aceptable”, el maíz era considerado una Gran Madre que no discriminaba en contra de sus hijos, sino que los amaba y alimentaba a todos, quienes, como Ella, venían en muchos tamaños, formas y colores.

En ese tiempo, la Madre Maíz se conocía entre algunas tribus nahuas o aztecas ancestrales como Xilomen. En la sagrada memoria, Xilomen era esposa de Tezcatlipoca, el ícono de la Memoria. La Memoria y la Madre estaban unidos como una fuerza, amados por quienes quienes conocían sus historias. Uno siempre recordaría a su propia Madre; la Madre siempre recordaría a sus hijos.

Moctezuma, en ese entonces soberano de la ciudad más grande de México, Tenochitlán, había estado escuchando rumores sobre guerreros de piel pálida que descendían completamente armados en la costa oriental de México.

Sin estar seguro de qué hacer o creer, el atribulado Moctezuma mandó llamar a los soñadores tribales de todos los pueblos a lo largo de su imperio.

Por tierra, desde cientos de kilómetros de distancia vinieron los soñadores, vestidos con sus ceñidores, campanas, cueros, linos que les dieron sus madres, capas emplumadas, jícaras, piedras de jade; quipus, hilos anudados para contar; sus pergaminos para orar hechos de corteza, sus caras para caminar, bastones de mando, los bezotes que les atravesaban los labios, sus pieles tatuadas.

Estos viajeros musculosos -viejos, de mediana edad y muy jóvenes- se dejaron venir desde cada valle, cada volcán, cada cueva con una cama policromada para curar los sufrimientos, de cada fortaleza de piedra, de nobles dinastías, de los pueblos polvorientos más pobres. Todos llevaban su espejo de sueños.

Así llegaron las legiones de soñadores a la ciudad de islas flotantes del imperio azteca, Tenochitlán. Se presentaron ante un Moctezuma altamente interesado y él ordenó a los soñadores que le contaran los sueños que hubieran estado teniendo sobre la cosa más misteriosa imaginable: El Futuro.

En el curanderismo, las costumbres ancestrales de sanación constantemente involucradas en los nuevos remedios descubiertos como efectivos junto con los antiguos y probados por el tiempo, el “Futuro” en los sueños puede entenderse como un plano amplio y abierto de posibilidades. Por el predominio de soñadores que veían imágenes parecidas de manera repetida, se entendía que una familia, un grupo, un pueblo, bien podrían llegar a seguir una trayectoria u otra.

Los soñadores tribales asumieron su vocación para soñar “por el pueblo de este mundo”, como su serio compromiso con lo más sagrado de lo Sagrado: cuidar, educar y proteger la sabiduría de las almas, así como su Madre les había enseñado a proteger la sabiduría de las plantas y los animales.

Los soñadores tribales llevaban vidas de conducta correcta, sin rencor ni venganza, para permanecer lúcidos, en vez de obnubilados, para poder escuchar, detectar y ver en el espejo de los sueños los mensajes enviados entre los cielos y la tierra, para cumplir su promesa de ser mensajeros lúcidos.

Los sueños: este conjunto de portales diminuto pero poderoso. Las plegarias de los soñadores pidieron aun a la Fuente más alta que se le concediera al soñador la visión en sueños, así como una boca de miel para decir la verdad y un corazón inmaculado para poder ver a través de él, pues se considera al corazón un gran lente de claridad capaz de flotar sobre el pasado, presente, futuro, lo finito e infinito. Y finalmente, los soñadores pidieron por todo ello la gracia de registrar con precisión las posibilidades que vieran en los sueños.

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