¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más
profundo centro;
pues ya no eres equiva,
acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este
dulce encuentro!
DECLARACIÓN (12)
27
/ Es a asaber; acaba de ya de consumar conmigo
perfectamente el matrimonio espiritual con tu beatífica vista; porque esta es
la que pide el alma. Porque, aunque es verdad que en este estado tan alto está
el alma tanto más conforme y satisfecha cuanto más con gran transformación de
amor acompañada, y para sí ninguna otra cosa sabe ni acierta a pedir, sino todo
para su Amado -pues la caridad, como dice San Pablo (I, Cor. 13,5) no
pretende para sí sus cosas, sino para el amado, porque vive en esperanza
todavía, en que no se puede dejar de sentir vacío, tiene tanto de gemido
(aunque suave y regalado) cuanto le falta para la acabada posesión de la adopción
de hijos de Dios, donde, consumándose su gloria, se acabará su apetito: el cual,
aunque más juntura tenga con Dios, nunca se hartará ni aquietará hasta que
parezca su gloria (Ps. 16,15), mayormente teniendo ya el sabor y golosina
de ella, como aquí se tiene; que es tal, que si Dios no tuviese aquí favorecida
la carne, amparando al natural con su diestra -como hizo a Moisés en la piedra,
para que sin morirse pudiese ver su gloria (Ex. 33,22)- a cada llamarada de estas
se rompería el natural y moriría, no teniendo la parte interior vaso para
sufrir tanto y tan subido fuego de gloria.
28
/ Y por eso este apetito y la petición de él no es
aquí con pena, que no es aquí capaz el alma de tenerla; sino con deseo suave y
deleitable, pidiéndolo en conformidad de su espíritu y sentido; que por eso
dice en el verso: acaba ya si quieres, porque esta es la voluntad y
apetito, tan hecho uno con Dios que tiene por su gloria cumplirse todo lo que
Dios quiere. Pero son tales las asomadas de amor y gloria que en estos toques
se trasluce quedar a la puerta por entrar en el alma, no cabiendo por la
angostura de la casa terrestre, que antes sería poco amor no pedir entrada en
aquella perfección y cumplimiento de amor. Porque, demás de esto, ve allí el
alma que en aquella fuerza de deleitable comunicación del Esposo la está el
Espíritu Santo provocando y convidando con aquella inmensa gloria que le está
proponiendo ante sus ojos, con maravillosos modos y suaves afectos, diciéndola
al espíritu lo que en los Cantares a la esposa. lo cual refiere ella, diciendo:
Mirad lo que me está diciendo mi Esposo: levántate y date priesa. Amiga mía,
paloma mía, y ven; pues ya es pasado el invierno, y la lluvia se fue y alejó, y
las flores han parecido en nuestra tierra, la higuera ha producido sus frutos,
las floridas viñas han dado su olor. Levántate, amiga mía, graciosa mía, y ven,
paloma mía, en los horados de la piedra, en la caverna de la cerca; muéstrame
tu rostro, suene tu voz en mis oídos, porque tu voz es dulce y tu rostro
hermoso (2,10-14). Todas estas cosas siente el alma y las entiende distintísimamente
en subido sentido de gloria, que la está mostrando el Espíritu Santo en aquel
suave y tierno llamear, con gana de entrarle en aquella gloria. Y por ella
aquí, provocada. responde aquí diciendo: Acaba ya si quieres; en lo cual
le pide al Esposo aquellas dos peticiones que él nos enseñó en el Evangelio,
conviene a saber: Adveniat regnum tuum; fiar voluntus tua (Mt. 6,10). Y
así es como si dijera: Acaba, es a saber, de darme este reino; si
quieres, esto es, según es tu voluntad.
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