martes

SAN JUAN DE LA CRUZ - LLAMA DE AMOR VIVA (14)


¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro;
pues ya no eres equiva,
acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este dulce encuentro!

DECLARACIÓN (12)

27 / Es a asaber; acaba de ya de consumar conmigo perfectamente el matrimonio espiritual con tu beatífica vista; porque esta es la que pide el alma. Porque, aunque es verdad que en este estado tan alto está el alma tanto más conforme y satisfecha cuanto más con gran transformación de amor acompañada, y para sí ninguna otra cosa sabe ni acierta a pedir, sino todo para su Amado -pues la caridad, como dice San Pablo (I, Cor. 13,5) no pretende para sí sus cosas, sino para el amado, porque vive en esperanza todavía, en que no se puede dejar de sentir vacío, tiene tanto de gemido (aunque suave y regalado) cuanto le falta para la acabada posesión de la adopción de hijos de Dios, donde, consumándose su gloria, se acabará su apetito: el cual, aunque más juntura tenga con Dios, nunca se hartará ni aquietará hasta que parezca su gloria (Ps. 16,15), mayormente teniendo ya el sabor y golosina de ella, como aquí se tiene; que es tal, que si Dios no tuviese aquí favorecida la carne, amparando al natural con su diestra -como hizo a Moisés en la piedra, para que sin morirse pudiese ver su gloria (Ex. 33,22)- a cada llamarada de estas se rompería el natural y moriría, no teniendo la parte interior vaso para sufrir tanto y tan subido fuego de gloria.

28 / Y por eso este apetito y la petición de él no es aquí con pena, que no es aquí capaz el alma de tenerla; sino con deseo suave y deleitable, pidiéndolo en conformidad de su espíritu y sentido; que por eso dice en el verso: acaba ya si quieres, porque esta es la voluntad y apetito, tan hecho uno con Dios que tiene por su gloria cumplirse todo lo que Dios quiere. Pero son tales las asomadas de amor y gloria que en estos toques se trasluce quedar a la puerta por entrar en el alma, no cabiendo por la angostura de la casa terrestre, que antes sería poco amor no pedir entrada en aquella perfección y cumplimiento de amor. Porque, demás de esto, ve allí el alma que en aquella fuerza de deleitable comunicación del Esposo la está el Espíritu Santo provocando y convidando con aquella inmensa gloria que le está proponiendo ante sus ojos, con maravillosos modos y suaves afectos, diciéndola al espíritu lo que en los Cantares a la esposa. lo cual refiere ella, diciendo: Mirad lo que me está diciendo mi Esposo: levántate y date priesa. Amiga mía, paloma mía, y ven; pues ya es pasado el invierno, y la lluvia se fue y alejó, y las flores han parecido en nuestra tierra, la higuera ha producido sus frutos, las floridas viñas han dado su olor. Levántate, amiga mía, graciosa mía, y ven, paloma mía, en los horados de la piedra, en la caverna de la cerca; muéstrame tu rostro, suene tu voz en mis oídos, porque tu voz es dulce y tu rostro hermoso (2,10-14). Todas estas cosas siente el alma y las entiende distintísimamente en subido sentido de gloria, que la está mostrando el Espíritu Santo en aquel suave y tierno llamear, con gana de entrarle en aquella gloria. Y por ella aquí, provocada. responde aquí diciendo: Acaba ya si quieres; en lo cual le pide al Esposo aquellas dos peticiones que él nos enseñó en el Evangelio, conviene a saber: Adveniat regnum tuum; fiar voluntus tua (Mt. 6,10). Y así es como si dijera: Acaba, es a saber, de darme este reino; si quieres, esto es, según es tu voluntad.

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