martes

CHARLES BUKOWSKI - JAMÓN Y CENTENO (LA SENDA DEL PERDEDOR) - 19


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A Frank le gustaban los aviones. Me prestaba todas sus novelitas sobre la primera guerra mundial. Las mejores eran las de Ases del aire. Las batallas eran fantásticas, con los Spads y los Fokkers mezclándose en el cielo. Me las leí todas. Lo que no me gustaban era que siempre perdieran los alemanes, pero igual me parecían fabulosas.

Me gustaba ir a la casa de Frank a devolverle las novelas que me había prestado para llevarme otras. Su madre usaba zapatos con tacos y tenía unas piernas preciosas. Se sentada en un sillón con las piernas cruzadas y la pollera muy levantada. El padre de Frank se sentaba en el otro sillón. Siempre estaban bebiendo. Su padre había sido aviador en la guerra y se había estrellado. En uno de los brazos tenía un alambre en lugar de un hueso. Le pagaban una pensión. Pero en un gran tipo. Siempre charlaba con nosotros.

-¿Cómo les va, muchachos? ¿Cómo andan?

Entonces nos enteramos que iba a haber un espectáculo aéreo. Uno de los grandes. Frank consiguió un mapa y decidimos ir haciendo auto-stop. Yo pensaba que iba a ser imposible llegar, pero Frank decía que sí. Su padre nos prestó la plata.

Bajamos al bulevar con nuestro mapa y al final alguien nos levantó. Era un viejo que se pasaba constantemente la lengua por los labios y usaba una vieja camisa a cuadros cerrada hasta el cuello. No usaba corbata. Tenía unas extrañas cejas que se le enrulaban sobre los ojos.

-Me llamo Daniel -dijo.

Frank dijo:

-Él es Henry y yo soy Frank.

Daniel siguió manejando. Entonces sacó un Lucky Strike y lo prendió.

-¿Ustedes viven con sus padres, chiquilines?

-Sí -dijo Frank.

-Sí -dije yo.

A Daniel ya se le había humedecido el cigarrillo. Paró en un semáforo.

-Ayer agarraron en la playa a dos tipos que estaban abajo del muelle. La policía se los llevó presos. Uno de los tipos se la estaba chupando al otro. ¿Qué carajo le importa eso a la policía? Da bronca.

El semáforo cambió y Daniel volvió a arrancar.

-¿No les parece que fue una estupidez que la policía no les haya dejado que se le chuparan, muchachos?

No contestamos.

-¿No les parece que dos tipos tienen derecho a una buena mamada? -dijo Daniel.

-Yo pienso que sí -dijo Frank.

-Sí -dije yo.

-¿Adónde van? -preguntó Daniel.

-Al espectáculo aéreo -dijo Frank

-¡Ah, un espectáculo aéreo! ¡Cómo me gustan! Si les parece vamos juntos a verlo.

No contestamos.

-¿Bueno, qué les parece?

-Okey -dijo Frank.

El padre de Frank nos había dado suficiente para la locomoción y la entrada, pero nosotros decidimos ahorrar las plata del transporte haciendo auto-stop.

-A lo mejor les gusta más ir a nadar, muchachos -dijo Daniel.

-No -dijo Frank-, queremos ir a ver el espectáculo.

-Nadar es más divertido. Podemos jugar carreras. Conozco un sitio donde podemos estar solos. Yo nunca me metería abajo del muelle.

-Queremos ir al espectáculo -insistió Frank.

-Bueno -dijo Daniel-, vamos al espectáculo.

Cuando llegamos nos bajamos del coche y mientras Daniel lo trancaba Frank dijo:

-¡CORRÉ!

Empezamos a correr hacia la entrada del espectáculo y Daniel nos gritó:

-¡EH, DEGENERADITOS! ¡NO SE ESCAPEN! ¡VUELVAN!

Nosotros seguimos corriendo.

-Cristo -dijo Frank. -¡Ese hijo de puta está loco!

Ya casi habíamos llegado a la verja de la entrada.

-¡LOS VOY A AGARRAR, PENDEJOS!

Nosotros pagamos y entramos corriendo. El espectáculo todavía no había empezado pero ya había muchísima gente.

-Vamos a escondernos abajo de la tribuna -dijo Frank.

Las gradas habían sido armadas con tablones especialmente para el espectáculo. Nos metimos abajo. De golpe encontramos a dos chiquilines mirando para arriba a través de las gradas. Eran un poco mayores que nosotros. Tendrían 13 o 14 años.

-¿Qué estarán mirando? -dije yo.

-Vamos a ver -dijo Frank.

Nos acercamos y uno de ellos nos gritó:

-¡Vayánse a la mierda, soretes!

-¡Carajo, Marty, dejalos mirar un poco!

Nos seguimos acercando y al llegar miramos para arriba junto con ellos.

-¿Qué pasa? -pregunté yo.

-¿No la ves, carajo? -dijo uno de los chiquilines.

-¿Si veo qué?

-Es una concha.

-¿Una concha? ¿Dónde?

-¡Allí, justo allí arriba? ¿No la ves?

Y la señaló.

Había una mujer sentada. No llevaba bombacha, y mirando entre las tablas se le podía ver la concha.

-¿La ves?

-Sí, la veo. Es una concha -dijo Frank.

-Bueno, ahora rajen de aquí y no le cuenten nada a nadie.

-Pero queremos verla un poco más -dijo Frank. -Otro poco.

-Bueno, pero no mucho,

Y nos quedamos allí mirándola.

-La veo -dije yo.

-Es una concha -dijo Frank.

-Es una concha de verdad -dije yo.

-Si -nos dijo uno de ellos. -Eso es lo que es.

-Siempre voy a acordarme de esto -dije yo.

-Bueno, guachos, ahora váyanse.

-¿Por qué? -preguntó Frank. ¿Por qué no podemos mirar un poco más?

-Porque ahora tengo que hacer una cosa -dijo uno de ellos. ¡Así que váyanse!

Nos fuimos.

-No entiendo qué va a hacer -dije yo.

-Yo tampoco -dijo Frank. -Capaz que le va a tirar una pedrada.

Salimos de abajo de la tribuna fijándonos si Daniel seguía allí. No los vimos por ningún lado.

-A lo mejor se fue -dije yo.

-A esa clase de tipos no le gustan los aviones -dijo Frank.

Subimos a las gradas a esperar que empezase el espectáculo. Me fijé en todas las mujeres que estaban sentadas.

-Cuál será -dije.

-Desde arriba no te podés dar cuenta -dijo Frank.

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