miércoles

EL VIENTO DE LA DESGRACIA (SIDA + VIDA) - DANIEL BENTANCOURT (42)


1ª edición / Caracol al Galope 1999
1ª edición WEB / elMontevideano Laboratorio de Artes 2018

Edición y prólogo: Hugo Giovanetti Viola


PARTE 3

25

-ÁNGEL -volví a gritar. Pero ahora lo sentí correr insultándome y riéndose mientras chocaba contra los arbustos como una pelota, apenas un bulto trastabillante y ciego. Y fue recién allí que comprendí que aquello no era Ángel, sino apenas un resto de agonía arrastrándose y casi sin sufrir y habiendo terminado de perder su forma humana y tal vez imposibilitado de entender nada más, sin saber nada más o sin querer saberlo. Después pensé en seguirlo pero me quedé quieto, agachado, sintiendo el frío nocturno y aceptando que todo era inútil, que el sentido de lo que llamábamos vida hasta ese momento dependía de algo que nos faltaba y que ese agujero se me hacía palpable por primera vez y acaso nunca lograría llenarlo.

Al rato empecé a cruzar el bosque por pura obstinación, como si me empujara su última gota de vida.

26

Había caído una vez más, lastimándose el brazo y el estómago con las raíces de un árbol medio arrancado de la tierra y ahora estaba cansado. Cansado cansado cansado, se dijo. Y esta vez la explosión fue como un viejo recuerdo emergido incontrolablemente y tampoco tuvo tiempo ni fuerza para bajarse los pantalones y dejó que aquello se precipitara aunque el dolor incluso se acentuó con el movimiento de las vísceras, era como un dedo de fuego hurgando en una herida que no podía definir ni situar.

Las abejas estaban extrañamente sosegadas, como si no existiesen. Ellas, las mejores ratas de todas, pensó, ya abandonaron el barco. ¿Pero adónde se fueron? Y trató de palparse las costillas y lo único que alcanzó a manotear fue una superficie dura como metal bajo la tela empapada.

Y de golpe, sintiendo cómo la podredumbre se les deslizaba por los muslos y aunque no podía ver el cobertizo de paredes de lata rodeado por túmulos de repuestos herrumbrados que estaba a pocos metros de él, se volvió a levantar manoteando la lluvia y extendiendo cada pie con cuidado y temblando, como si se pudiera caer definitivamente a cada paso, y avanzó hasta lo que le pareció una luz.

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