EL TEATRO MORTAL (17)
El problema del teatro
mortal es semejante al del pelmazo. Todo individuo pelmazo tiene cabeza,
corazón, brazos, piernas, cuenta por lo general con familia y amigos, incluso
tiene admiradores. Sin embargo, suspiramos cuando nos lo encontramos, y con
este suspiro lamentamos que, por la razón que sea, se halle en el fondo y no en
la cima de sus posibilidades. Al decir mortal no queremos decir muerto, sino
algo deprimentemente activo y, por lo tanto, capaz de cambio. El primer paso
hacia dicho cambio consiste en admitir el hecho sencillo, aunque desagradable,
de que lo que en el mundo se llama teatro es el disfraz de una palabra en otro
tiempo plena de sentido. Tanto en guerra como en paz, el colosal carromato de
la cultura sigue rodando y aporta las huellas de cada artista al montón cada
vez más alto de las inmundicias. Teatros, actores, críticos y público están
trabados entre sí en una máquina que rechina, pero que nunca se detiene.
Siempre hay una nueva temporada en puerta y estamos demasiado atareados para
formular las únicas preguntas vitales que dan la medida de toda la estructura.
¿Por qué, para qué el teatro? ¿Es un anacronismo, una curiosidad superada,
superviviente como un viejo monumento o una costumbre de exquisita rareza? ¿Por
qué aplaudimos y a qué? ¿Tiene el escenario un verdadero puesto en nuestras
vidas? ¿Qué función puede tener? ¿A qué podría ser útil? ¿Qué podría explorar?
¿Cuáles son sus propiedades especiales?
En México, antes de la
invención de la rueda, los esclavos tenían que acarrear gigantescas piedras a
través de la selva y subirlas a las montañas, mientras sus hijos arrastraban
sus juguetes sobre minúsculos rodillos. Los esclavos construían los juguetes,
pero durante siglos no consiguieron establecer la conexión. Cuando buenos
actores interpretan malas comedias o revistas musicales de segunda categoría,
cuando el público aplaude mediocres puestas escénicas de los clásicos simplemente
porque le agradan los trajes o los cambios de decorado, o la belleza de la
primera actriz, no hay nada malo en esta actitud. Sin embargo, ¿se ha tomado
conciencia de lo que hay debajo del juguete que se arrastra con una cuerda? Lo
que hay debajo de una rueda.
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