martes

ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (10) - MIJAIL. BAJTIN


AUTOR Y PERSONAJE EN LA ACTIVIDAD ESTÉTICA (8)


Segundo caso: el autor se posesiona de su personaje, introduce en él momentos conclusivos, la actitud del autor frente al personaje llega a ser en parte la actitud del personaje hacia sí mismo. El personaje comienza a autodefinirse, el reflejo del autor está en el alma o en el discurso del héroe.

El personaje de este tipo puede desarrollarse en dos direcciones: 1) el personaje no es autobiográfico, y el reflejo del autor que se percibe en él realmente lo concluye; si en el primero de los casos que se está analizando sufre la forma, aquí lo que sufre es la convención realista de la postura emocional-volitiva del héroe dentro del acontecimiento. Así es el personaje del seudoclacisismo, el cual sostiene una unidad artística conclusiva que le confiere el autor y que queda fiel a su principio estético en toda manifestación suya, en cada acto, en la mímica, en el sentimiento. En los seudoclásicos como Sumarókov, Ózerov, Kniazhnín, los protagonistas expresan, con mucha ingenuidad, la idea ético-moral que los determina y cuyos portadores son ellos mismos, desde el punto de vista del autor. 2) El protagonista es autobiográfico; al asumir el reflejo conclusivo del autor, su total reacción formadora, el personaje la adopta como un momento vivencial propio y luego la supera; este tipo de personaje es inconcluso, e interiormente rebasa cualquier definición totalizadora como inadecuada para él; el personaje vive la totalidad concluida como una limitación y le contrapone cierto misterio interior que no puede ser expresado. “¿Ustedes creen que yo totalmente estoy aquí -parece que dijera el personaje-, que están viviendo mi totalidad? Ustedes no pueden ver, ni oír, ni saber aquello que es lo más importante para mí.” Este tipo de personaje es infinito para el autor, muchas veces vuelve a renacer exigiendo formas conclusivas siempre nuevas, y las destruye él mismo en su autoconciencia. Así es el personaje romántico: un autor romántico tiene miedo de traicionarse, de ponerse en evidencia a sí mismo a través de su personaje y deja en él una salida interna por la cual podría escabullirse y superar su conclusividad.

Posibilidad final: el personaje es su propio autor, comprende su propia vida estéticamente, está representando cierto papel; ese personaje, a diferencia del infinito héroe del romanticismo y del héroe no expiado de Dostoievski, es autosuficiente y concluido de una manera total.

La actitud del autor frente a su personaje, presentada aquí de una manera sumaria, se complica y se matiza mediante aquellas definiciones ético-cognitivas de la totalidad del personaje que están fusionadas indisolublemente, como hemos visto, con su complementación puramente artística. Así, la orientación objetual y emocional-volitiva del personaje puede ser valiosa para el autor en el sentido cognitivo, ético, religioso, lo cual constituiría una heroización; tal heroización puede ser desenmascarada como algo que pretende injustamente tener importancia, lo cual remite a una sátira, una ironía, etc. Cada momento conclusivo puesto fuera de la conciencia puede ser utilizado en todas estas corrientes (satírica, heroizante, humorística, etc.). Por ejemplo puede existir una satirización de la apariencia, la ridiculización y limitación de su importancia ético-cognitiva mediante una expresión externa, definida, demasiado humana, como también es pensable la heroización a través de la apariencia (lo monumental en la escultura); el plano de fondo, lo invisible y lo desconocido que transcurre a espaldas del personaje, puede volver cómica su vida y sus pretensiones ético-cognitivas: un hombre pequeño sobre el fondo del gran mundo, el pequeño conocimiento que tiene acerca del mundo el hombre, junto a un desconocimiento infinito e inconmensurable, la seguridad que tiene el hombre de ser el centro del todo, y de su exclusividad, junto a la misma seguridad que tienen acerca de sus personas los otros hombres -en todos estos casos el fondo aprovechado para una apreciación ética contribuye al desenmascaramiento. Pero el fondo no tan sólo desenmascara sino que también viste, o sea que puede ser aprovechado para heroizar al personaje que se destaca sobre él. Más adelante veremos cómo la satirización y la ironización siempre suponen una posibilidad de ser vividas, es decir, poseen un grado menor de extraposición. Hemos de demostrar la existencia de una extraposición valorativa de todos los momentos conclusivos frente al personaje mismo, su situación inorgánica dentro de la autoconciencia, su no pertenencia a otro mundo que no sea el del autor, y que, en sí mismos, estos momentos no son vividos por los personajes como valores estéticos; finalmente, hemos de establecer la relación entre estos momentos y los momentos de forma que son imagen y ritmo.

Cuando existe un solo participante único y total, no hay lugar para un acontecer estético; la conciencia absoluta que no dispone de nada que le fuese extrapuesto, que no cuenta con nada que la limite desde afuera, no puede ser estetizada; uno puede familiarizarse con ella, pero es imposible que se vea como una totalidad conclusa. Un acontecer estético puede darse solamente cuando hay dos participantes, presupone la existencia de dos conciencias que no coinciden. Cuando el personaje y el autor coinciden o quedan juntos frente a un valor común, o se enfrentan uno a otro como enemigos, se acaba el acontecer estético y comienza el ético (panfleto, manifiesto, veredicto, discurso laudatorio o de agradecimiento, injuria, confesión autoanalítica, etc.); cuando el personaje no llega a existir, siquiera potencialmente, sobreviene un acontecer cognoscitivo (tratado, artículo, lección); allí donde la otra conciencia viene a ser la abarcadora conciencia de Dios, tiene lugar un acontecer religioso (oración, culto, rito).

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