EL TEATRO MORTAL (16)
Durante medio siglo, al
menos, se ha aceptado que el teatro es una unidad y que todos los elementos
deben fundirse, y esto es lo que determinó la aparición del director escénico.
Sin embargo, se trata de una unidad externa, de la suficiente mezcla externa de
estilos para que los que son contradictorios no produzcan una sensación poco
armónica. Si consideramos cómo puede expresarse la unidad interna de un trabajo
complejo, llegamos a la conclusión de lo contrario, es decir, que es esencial
la no armonía de los elementos externos. Si profundizamos en el tema y
consideramos al público -y a la sociedad de la que procede dicho público-,
observamos que la verdadera unidad de todos estos elementos puede estar mejor
servida por factores que en otros niveles parecen desagradables, discordantes y
destructivos.
Quizá una sociedad
estable y armónica sólo necesite buscar medios de reflejar y reafirmar en su
teatro esa armonía, uniendo a intérpretes y público en un mutuo “sí”. Pero a
menudo un mundo cambiante y caótico ha de elegir entre un teatro que ofrece un
espurio “sí” o una provocación tan intensa que astilla a su público en fragmentos
de vividos “noes”.
Las charlas que he dado
sobre estos temas me han enseñado mucho. Siempre hay alguien que surge con
preguntas de este tipo: a) si creo que todos los teatros que no están al nivel
más alto han de cerrarse; b) si creo que es malo que la gente se divierta en un
buen espectáculo; c) cuál es mi opinión sobre el teatro no profesional.
Suelo responder que en
modo alguno quisiera pasar por censor, prohibir algo o estropear la diversión
de nadie. Tengo la máxima consideración por los teatros de repertorio, así como
por los grupos que a lo ancho del mundo se esfuerzan, en condiciones difíciles,
por mantener el nivel de su trabajo. Me merece el máximo respeto el deleite
ajeno y particularmente su frivolidad. Yo mismo entré en el teatro por razones
voluptuosas y en cierto modo irresponsables. La distracción es algo excelente.
Pero a mi vez pregunto a mis interlocutores si realmente creen que, en
conjunto, los teatros les dan lo que esperan o desean.
No me preocupa de manera
particular el derroche, pero creo que es una pena no saber qué se está
derrochando. Algunas señoras ancianas usan billetes de una libra como señal en
los libros, necia costumbre si se hace de manera distraída.
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