EL TEATRO MORTAL (13)
Es tremendamente difícil escribir
una obra de teatro. La propia escena del drama exige al dramaturgo que se
adentro en personajes opuestos. No es un juez, es un creador; incluso si su
primer intento dramático comprende sólo dos personajes, ha de vivir plenamente
con ellos, cualquiera que sea su estilo. Esta entrega total de uno a otro
personaje -principio en que se basan todas las obras de Shakespeare y de
Chejov- es una tarea sobrehumana. Requiere un talento singular que quizá no se
corresponde con nuestra época. Si a menudo la obra del dramaturgo principiante
parece tenue, quizá se deba a que el campo de su experiencia humana no es aun
amplio; por otra parte, no hay nada más sospechoso que el escritor maduro que
se sienta a inventar caracteres y nos cuenta todos los secretos de estos. El
rechazo de los franceses a la forma clásica de la novela fue una reacción
contra la omnisciencia del autor. Si se pregunta a Marguerite Duras qué siente
su personaje contestará que no lo sabe; si se le pregunta a Robbe-Grillet el
motivo de un cierto acto de alguno de sus personajes dirá: “Lo único que sé
seguro es que abrió la ventana con la mano derecha”. Pero esta forma de pensar
no ha llegado al teatro francés, donde el autor sigue haciendo en el primer
ensayo su exhibición personal, leyendo en voz alta e interpretando todas las
partes. Esta es la más exagerada forma de una tradición que resulta difícil
hacer desaparecer en el mundo entero. El autor se ha visto obligado a convertir
su especialidad en una virtud, a hacer de lo literario una muleta para su
vanidad, que, en su fuero interno, sabe que no está justificada por su trabajo.
Tal vez la soledad es parte importante para la labor creadora del autor. Es
posible que sólo con la puerta cerrada, en comunicación consigo mismo, pueda
dar forma a imágenes y conflictos interiores que le sería imposible expresar en
público. No sabemos cómo trabajaban Esquilo o Shakespeare. Lo único que sabemos
es que gradualmente la relación entre el hombre que en su casa se sienta a expresarlo
todo en el papel y el mundo de la escena y de los actores cada vez es más tenue,
más insatisfactoria. Los mejores dramaturgos ingleses salen del propio teatro:
Wesker, Arden, Osborne, Pinter, para citar claros ejemplos, son tanto
directores y actores como dramaturgos e incluso a veces han sido empresarios.
Trátese de hombres de
letras o actores, lo cierto es que a muy pocos autores se les puede aplicar el
calificativo de inspirados. Si el dramaturgo fuera amo y no víctima cabría
decir que habría traicionado al teatro. Como es lo segundo, debemos decir que
traiciona por omisión; los autores no hacen frente al desafío de su época.
Naturalmente, aquí y allá, hay excepciones, brillantes, asombrosas. Pero vuelvo
a comparar la cantidad de nuevo material que entra en las películas con la
producción mundial de textos dramáticos. En las nuevas piezas que se proponen
imitar la realidad se acentúa más lo imitativo que lo real; en las que exploran
caracteres, rara vez se pasa de personajes tópicos; si lo que ofrecen es argumento
lo llevan a extremos atractivos; incluso si lo que desean evocar es un ambiente
elevado, se contentan por lo general con la calidad literaria de la frase bien
construida, si persiguen la crítica social, rara vez tocan el meollo del problema;
pretenden hacer reír, emplean medios muy gastados.
Por consiguiente, a
menudo nos vemos obligados a elegir entre reponer obras viejas o montar piezas
nuevas que consideramos inadecuadas, sólo como un gesto hacia el tiempo
presente. O bien crear por nuestra cuenta una obra, como, por ejemplo, cuando
un grupo de actores y escritores del Royal Shakespeare Theatre, ante la
existencia de una pieza sobre el Vietnam, montaron una mediante el empleo de
técnicas de improvisación con el fin de llenar el vacío. La creación en grupo
puede ser infinitamente más rica, si el grupo es rico, que el producto de un
individuo poco relevante, aunque esto no demuestra nada. Lo cierto es que se
necesita al autor para alcanzar esa cohesión y enfoque finales que un trabajo
colectivo no puede realizar.
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