En la antología My Dear Boy: Gay Love Letters Through the Centuries [Mi querido niño: letras de amor homosexual a lo largo de los siglos], una colección que reúne todas las disidencias, ternuras y pasiones del amor romántico homosexual, viene la correspondencia entre Allen Ginsberg y el poeta Peter Orlovsky.
Estos escritores se conocieron en San Francisco en 1954, y se habían embarcado en lo que Ginsberg llamo un “matrimonio” que duró desde esa fecha hasta el mismo día de su muerte en brazos de su amado. El amor de Ginsberg y Orlovsky, aunque no dejó de ser promiscuo y apasionado, queda lejos de ese mundo “beat” de drogas, viajes y omnímoda libertad, como si hubieran construido una burbuja hecha de distinta materia que el mundo en el que existían.
Sus cartas, llenas de erratas y faltas de puntuación, denotan arrebatos impulsados por emociones intensas, rápidas, genuinas más allá de la gramática. Pero sobre todo, estas cartas fluyen hacia una ternura mutua que va surgiendo producto de la separación y la geografía. En una carta del 20 de enero de 1958, Ginsberg le escribe a su “Petey” desde París, recontando un encuentro con su amigo Burroughs, otra figura icónica de la subcultura literaria homosexual. Su encuentro con Burroughs fue como una transferencia de epifanías y tranquilidades, como si Burroughs le hubiera asegurado que todos, por fin, estaban salvados:
Querido Petey:
¡Ay Corazón ay Amor todo de pronto se convierte en oro! ¡No tengas miedo, no te preocupes, la cosa más extraordinaria ha sucedido aquí! No se dónde comenzar si no en lo más importante. Cuando Bill [William Burroughs] vino, yo, nosotros, creíamos que era el mismo viejo loco Bill, pero algo le había pasado a Bill desde la última vez que lo vimos… Pero anoche finalmente Bill y yo nos sentamos a la mesa de la cocina, frente a frente, y hablamos y le confesé toda mi duda y mi miseria, ¡y en frente de mis ojos se convirtió en un Ángel!
¿Qué le pasó en Tánger estos últimos meses? Parece que dejó de escribir y se sentó en su cama todas las tardes pensando y meditando solo & dejó de beber –y finalmente amaneció en su consciencia, lenta y repetidamente, todos los días, por muchos meses—consciencia de un “benevolente centro sensible a la Creación entera”; tuvo aparentemente, a su propia manera, lo que yo he estado cargando de tu y yo, una visión grande y pacífica de Cerebroamor…
Desperté esta mañana con gran placer de libertad & gozo en mi corazón, Bill está salvado, Yo estoy salvado, tú estás salvado, todos estamos salvados, todo ha sido arrebatador desde entonces –sólo me siento triste de que quizá tú te fuiste preocupado cuando nos dijimos adiós y nos besamos tan torpemente—desearía tener eso de nuevo para decirte adiós felizmente y sin las preocupaciones y dudas que tuve ese polvoso atardecer cuando te fuiste… Bill es naturaleza cambiada, incluso yo me siento muy cambiado, grandes nubes se disiparon, como siento cuando tu y yo tenemos rapport, bueno, nuestro rapport ha permanecido en mí, conmigo, en lugar de perderlo, estoy sintiendo con todos algo de lo mismo que entre nosotros.
Un par de semanas después, Orlovsky responde la carta desde Nueva York:
…No te preocupes querido Allen las cosas van bien –aún cambiaremos al mundo a nuestro deseo—incluso si tenemos que morir— pero AY el mundo tiene 25 arcoíris al borde de mi ventana…
Tan pronto como Ginsberg recibe la carta, le escribe de regreso y cita a Shakespeare como si por primera vez en la vida hubiera entendido su Soneto 30:
He estado correteando con poetas locos e infames & devoradores del mundo aquí & estaba extrañando palabras amables del cielo que tú has escrito, vinieron tan frescas como una brisa de verano & “cuando pienso en ti, querido amigo, reparo mis dolores y acabo con mis penas”, vinieron una y otra vez a mi mente –es el final de un soneto de Shakespeare—él debió haber estado muy felizmente enamorado también. Nunca había pensado en eso…
Escríbeme pronto, amor, Te escribiré un grande y largo poema que siento como si tú fueras al Dios que le rezo –
Amor,
Allen
(CULTURA INQUIETA / 13-2-2017)
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