¿Cómo es posible que las personas esclavizadas aún quisieran cantar y
bailar? La respuesta es muy sencilla: el canto y el baile al ritmo de la música
abrían un espacio para la expresión y la libertad. A pesar de que durante cerca
de cuatro siglos, desde 1492 hasta 1888 (año en el que se abolió la esclavitud
en Brasil), los países europeos deportaron más de 25 millones de africanos
hacia la esclavitud, el público general no tiene lo suficientemente presente
este período —uno de los más dolorosos y reprochables de la historia de la
humanidad—. Aquellos hombres, mujeres y niños que fueron sacados brutalmente de
sus pueblos en el continente africano y en Madagascar hacia las colonias
europeas sólo llevaron consigo su cultura de origen: sus creencias religiosas, su
medicina tradicional, sus costumbres culinarias y las canciones y bailes que se
preservaron en los nuevos destinos llamados asentamientos o plantaciones.
Intentaremos evocar algunos de esos momentos nefastos a través de las emociones
y la energía vital de la música.
Pero ¿cómo es posible que las personas esclavizadas aún quisieran cantar
y bailar? La respuesta es muy sencilla: el canto y el baile al ritmo de la
música abrían un espacio para la expresión y la libertad. Eran una manera de
manifestar sus dichas e infortunios, su sufrimiento y esperanza. Para todas
estas gentes con orígenes e idiomas diametralmente opuestos, el canto y el
baile proporcionaban un universo compartido y una forma de resistirse a la
negación de su humanidad.
En este concierto, la música viva, heredera de las antiguas tradiciones
de los descendientes de esos esclavos que dejaron huellas profundas en la
memoria de los pueblos afectados, desde las costas de África occidental, hasta
Brasil, México y las islas del Caribe, entablará un diálogo con formas
musicales hispánicas y europeas inspiradas en los cantos y bailes de los
esclavos, indígenas y pueblos de todo tipo de mezcla racial. La herencia
africana y americana se combina así con elementos importados y tomados de la
época renacentista y barroca de Europa.
Gracias a la sorprendente fuerza vital y la profunda emotividad de su
música, logramos evocar la historia de la segunda etapa del “comercio
triangular” y el tráfico de esclavos que aún perdura en la memoria de los
descendientes de las víctimas en Brasil (jongos, caboclinhos paraibanos,
ciranda, maracatu y samba), Malí (cantos de griot), Colombia, México y Bolivia
(tradicionales cantos y bailes africanos). El testimonio de la colaboración más
o menos forzada de los esclavos en la liturgia de las iglesias del Nuevo Mundo
se ve representado en villancicos de negros, villancicos de indios y negrillas,
canciones cristianas compuestas por Mateo Flecha el Viejo (La negrina), Juan
Gutiérrez de Padilla (manuscritos de Puebla), Juan de Araújo, Roque Jacinto de
Chavarría y fray Filipe da Madre de Deus, entre otros, que surgen de una
cultura de conquista y evangelización forzosa.
En este programa, nuestro objetivo es mantener viva la memoria de esta
tragedia humana y rendir homenaje a las víctimas de la terrible trata de
millones de hombres, mujeres y niños africanos que fueron deportados
sistemáticamente durante siglos. No debemos olvidar que el “comercio
triangular” que unió a Europa, África y el Nuevo Mundo y que apuntaló el
crecimiento económico de las principales naciones de Europa y sus colonias en
América no se abolió hasta finales del siglo XIX. Posiblemente las potencias de
hoy —que tanto se beneficiaron del trabajo gratuito de los esclavos en tiempos
coloniales— deberían reflexionar acerca de su responsabilidad en la difícil
situación actual de los pueblos africanos y proponer soluciones más eficientes
y humanas ante los problemas de inmigración clandestina hacia el sur de Europa.
Escuchemos los ritmos y las canciones que nos traen a la memoria aquella
historia forjada en el sufrimiento, cuando la música llegó a ser un medio de
supervivencia y, por fortuna para todos nosotros, el único remanso de paz,
consuelo y esperanza.
(NODAL Temas / 31-8-2018)
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