El nacimiento del tango como canción
Pascual Contursi en 1917 pone letra al tango “Lita” de Samuel Castriota, que
se convierte así en “Mi noche triste”, el primer tango canción. Lo graba Gardel
antes que nadie en ese mismo año y, todavía más importante, advierte la
potencial riqueza de una nueva forma que se suma a la existente de la danza,
convertida en canto. Con esta genial percepción de la nueva especie, Gardel encarna
la Guardia Nueva desde el dominio vocal. Es por ello que se ha atribuido
erróneamente a Discépolo la frase Gardel “subió el tango de los pies a la boca”.
Fue en realidad Agustín Remón y la frase era algo distinta: “subió el tango de
los pies a los labios”, dato que debo a Horacio Arturo Ferrer.
Quizá convenga detenerse un instante y retener lo señalado por Vega: hasta
entonces el dominio cantado lo componían las canciones criollas (zambas, estilos,
chacareras y cifras) conjuntamente con el arte de los payadores, también enclavado
en los dominios de lo criollo.
La letra fijada de antemano es lo contrario de la improvisación y en el
limbo del suburbio donde los payadores habían dejado las pulperías de sus
actuaciones primigenias, refugiándose en cafetines y comités políticos, ahora
surge con Gardel un competidor de cuidado. La leyenda quiere que el gran Gabino
Ezeiza le dijera a Gardel: “contigo se terminaron los payadores”.
En cierto modo, esos payadores milongueros, que empleaban precisamente el
metro de la milonga abandonando la cifra que era la fórmula previa, para sus
improvisaciones, apuntaban ya hacia el tango. No debe olvidarse que la misma
milonga de las payadas inauguró con su música, junto con el tango, el ciclo de
pareja estrechamente abrazada.
El mérito de Pascual Contursi es enorme e indiscutible. Se inscribe en la
vasta galería de los poetas que sirvieron al tango desde la ribera de la
literatura, de la poesía sin más. Su acierto fue tan grande que creo el
arquetipo del género: la queja por el amor desdichado, el dolor de la pareja
amada perdida, que ya no acompaña al antiguo amante. La misma queja que vive en
tantas vetas del canto popular del mundo. Citemos el “Saint Louis Blues” para poner
un ejemplo de lengua sajona o “Las hojas muertas” para evocar a la Piaf y el
repertorio de la canción francesa. El reproche que se ha hecho al tango como “lamento
del cornudo” aunque bastardo en su mera enunciación, le cabe a muchas variantes
del canto popular en todo el mundo.
Este modelo fundador del tango emplea en su texto algunas voces lunfardas,
como “percanta”, “amuraste”, entre otras. Con lo cual también se anticipa a una
tendencia que entreteje el idioma español con las voces del arrabal
rioplatense. Celedonio Flores, el genial autor de “Mano a mano” es quizá el más
conspicuo poeta que cultivó esa línea. Por el contrario, los tangos que con
letra de Alfredo Le Pera llevan música de Gardel, inician una línea de
castellano depurado, libre de los términos del suburbio de Buenos Aires o
Montevideo, quizá porque, al margen del talento de su autor, tuvo claro que
ampliado el ámbito de los oyentes al resto de Latinoamérica y a la propia
España, era preferible tomar esa senda. Ni más ni menos la misma razón que hizo
en su momento cantar en castellano a Nat King Cole, a la Piaf, y al propio Gardel,
en intento felizmente desechado pronto, en inglés.
No es descabellado decir que Le Pera y sus letras llevan a Homero Manzi.
Curiosamente, el estupendo letrista era al mismo tiempo autor de los libretos
lamentables de varias películas de Gardel. En un fenómeno paralelo al insuficiente
actor que era este, contrapuesto al admirable intérprete vocal.
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