AUTOR
Y PERSONAJE EN LA ACTIVIDAD ESTÉTICA (5)
La conciencia del personaje, su modo de sentir y
desear el mundo (su orientación emocional y volitiva) están encerrados como por
un anillo por la conciencia abarcadora que posee el autor con respecto a su
personaje y su mundo; las autocaracterizaciones del personaje están abarcadas y
compenetradas por las descripciones del personaje que hace el autor. El interés
vital (ético y cognoscitivo) del personaje está comprendido por el interés
artístico del autor. En este sentido, la objetividad estética se mueve en un
sentido diferente con respecto a la objetividad cognoscitiva y ética: esta última es una apreciación
imparcial y desapasionada de una persona y de un suceso determinados desde el
punto de vista común o tenido por tal, que aspira a ser un valor universal,
ético y cognoscitivo; para la objetividad estética, el centro valorativo es la
totalidad del personaje y del suceso que le concierne, a los cuales se les
subordinan todos los valores éticos y cognoscitivos; la objetividad ética y
estética abarca e incluye a la
objetividad ético-cognoscitiva. Es obvio que los valores cognoscitivos y éticos
ya no pueden ser momentos conclusivos. En este sentido, tales momentos
terminantes transgreden no sólo a la conciencia real del personaje, sino
también a su conciencia posible, apenas marcada: el autor sabe y ve más no tan
sólo en aquella dirección en que mira y ve al héroe, sino también en otra que
por principio es inaccesible al personaje; esta es la postura que el autor debe
tomar con respecto a su personaje.
Para encontrar al autor concebido de una manera
semejante en alguna obra, hay que precisar todos los momentos que determinan al
personaje y a los sucesos de su vida, los aspectos que transgreden su
conciencia de una manera fundamental, y definir su unidad activa, creativamente
intensa y significativa; el autor es el portador viviente de esta unidad conclusiva,
que se opone a la noción del personaje concebido como otra unidad, abierta e
internamente inconclusa unidad del acontecimiento. Estos momentos activamente
determinantes vuelven pasivo al personaje, así como la parte es pasiva en relación
a la totalidad que la acoge y determina.
De ahí se deduce inmediatamente la fórmula general
de la actitud general y estáticamente productiva del autor frente a su personaje
que es la de una intensa extraposición del autor con respecto a todos los
momentos que constituyen al personaje; es una colocación desde fuera, espacial
y temporalmente hablando, de los valores y del sentido, la cual permite armar
la totalidad del personaje que internamente está disperso en el mundo
determinista del conocimiento, así como en el abierto acontecer del acto ético;
esta colocación desde fuera permite ensamblar al personaje y a su vida mediante
aquellos momentos que le son inaccesibles de por sí; a saber: la plenitud de
imagen externa, la apariencia, el fondo sobre el cual se presenta, su actitud hacia
el conocimiento de su muerte y del futuro absoluto, etc., y permite asimismo
justificarlo y concluirlo al margen del sentido, de los logros, del resultado y
del éxito de su propia vida orientada hacia el futuro. Esta actitud es la que
saca al personaje del acontecimiento único y abierto del ser que abarca tanto a
él como al autor-persona, este acontecimiento donde el personaje como persona
hubiese podido estar junto al autor, como compañero del acontecer vital, o en
contra del autor, como su enemigo, o, finalmente, como él mismo; tal actitud lo
ubica fuera de la caución solidaria, de la culpa solidaria y de la
responsabilidad general, y lo crea como a un nuevo hombre dentro de un nuevo
plano del ser, en el cual el personaje no puede nacer para sí, por su propio deseo;
le da una nueva realidad que para él mismo no es esencial o no existe. Así es
la extraposición del autor con respecto a su personaje, la amorosa autoeliminación
con respecto a su personaje, la amorosa autoeliminación con respecto al espacio
vital del personaje, la purificación del espacio vital para que quede libre
para el personaje y para su ser, la comprensión llena de simpatía y la
definición de su acontecer vital de una manera realista y cognoscitiva, y como
por parte de un espectador éticamente imparcial.
Esta actitud, formulada aquí de una manera
demasiado sumaria, es profundamente vital y dinámica: la extraposición se
ha de conquistar, y a menudo se trata de una lucha mortal, sobre todo allí
donde el personaje es autobiográfico, aunque no sólo en estos casos: a veces
resulta difícil ubicar su propio punto de vista fuera del punto de vista del
compañero del acontecer vital o fuera del enemigo; no tan sólo el hecho de
situarse dentro del personaje sino también el situarse a su lado o frente a él
distorsiona la visión debido a momentos que la completan de una manera exigua;
entonces resulta que los valores abstractos de la vida son más preciados que su
mismo portador. La vida del personaje es para el autor una vivencia dentro de
las categorías valorativas muy diferentes a las de su propia vida y las de
otras personas que viven a su lado y que participan de un modo real en el
acontecer abierto, único y éticamente evaluable de la existencia, mientras que
la vida de su personaje se llena de sentido en un contexto de valores
absolutamente distinto.
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