lunes

ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (5) - MIJAIL. BAJTIN


AUTOR Y PERSONAJE EN LA ACTIVIDAD ESTÉTICA (3)


El procedimiento más común, hasta en un trabajo histórico-literario más serio y concienzudo, es el de buscar el material biográfico de las obras, y viceversa, el de explicar una obra determinada mediante la biografía, y se presentan como suficientes las justificaciones puramente fácticas, o sea las simples coincidencias en los hechos de la vida del personaje con los del autor, se realizan extracciones que pretenden tener algún sentido, mientras que la totalidad del personaje y la del autor se desestiman de una manera absoluta; por consiguiente, se menosprecia también un momento tan importante como lo es la manera de enfocar un acontecimiento, la manera de vivirlo dentro de la totalidad de la vida y del mundo. Parecen sobre todo increíbles las confrontaciones fácticas y las correspondencias entre la cosmovisión del personaje y la del autor -por ejemplo, un aspecto del contenido abstracto de una idea determinada se confronta con una idea parecida del personaje. Así los puntos de vista sociopolíticos de Griboiédov se comparan con las correspondientes opiniones de Chatski (personaje de una de sus obras) y se toma por demostrada la afinidad o identidad de sus opiniones; otro tanto sucede con los puntos de vista de Tolstoi y los de Liovin (personaje de Ana Karénina). Como veremos más adelante, es imposible suponer una coincidencia a nivel teórico entre el autor y el personaje, porque la correlación que se da entre ellos es de orden absolutamente distinto; siempre se desestima el hecho de que la totalidad del personaje y la del autor se encuentran en niveles diferentes: no se toma en cuenta cómo se manifiesta la actitud hacia el pensamiento e inclusive hacia la totalidad teórica de una visión del mundo. Es una práctica muy común la de discutir con un personaje en vez de hacerlo con el autor, como si fuera posible disentir o estar de acuerdo con la categoría del ser; se desconoce la refutación estética. Desde luego, a veces el autor convierte a su personaje en el portavoz inmediato de sus propias ideas, según su importancia teórica o ética (política, social), para convencer de su veracidad o para difundirlas, pero este ya no sería un principio de actitud hacia el personaje que pudiese llamarse estéticamente creativo; sin embargo, cuando sucede tal cosa, generalmente resulta que, independientemente de su voluntad y la conciencia del autor, existe una adecuación de la idea a la totalidad del personaje, no a la unidad teórica de la cosmovisión; la idea se ajusta a la individualidad completa del personaje, en la cual su aspecto, sus modales, las circunstancias absolutamente determinadas de su vida tienen tanta importancia como sus ideas; es decir, en este caso, en vez de la fundamentación y la propaganda de una lugar tiene lugar la encarnación del sentido del ser. Cuando esta reelaboración no se realiza, aparece un prosaísmo no disuelto en la totalidad de la obra, que tan sólo puede ser explicado comprendiendo con anticipación el sentido general y estéticamente productivo de la actitud del autor hacia su personaje. De igual modo puede ser establecido el grado de declinación de la idea pura del autor, es decir, el sentido del trabajo que se realiza sobre la idea original en la totalidad de la obra. Todo lo dicho no niega en lo absoluto la posibilidad de una confrontación científica productiva de las biografías del personaje y del autor, así como la comparación entre sus visiones del mundo, procedimiento útil tanto para la historia de la literatura  como para un análisis estético. Estamos rechazando únicamente aquel enfoque infundado y fáctico que es actualmente el único que predomina, el que se basa en la confusión entre el autor-creador, que pertenece a la obra, y el autor real, que es un elemento en el acontecer ético y social de la vida. En este enfoque también tiene lugar una incomprensión del principio creativo de la actitud del autor hacia su personaje, como resultado tenemos la incomprensión y distorsión (o, en el mejor de los casos, una transmisión de hechos desnudos) de la individualidad ética y biográfica del autor por un lado, y la incomprensión de toda una obra y de su protagonista por otro. Para poder aprovechar una obra como fuente para sacar conclusiones de todo tipo acerca de los momentos que no le pertenecen, hay que comprender su estructura creativa; y para utilizar una obra literaria como fuente biográfica resultan ser del todo insuficientes los procedimientos que se aplican a las fuentes empleadas por la ciencia de la historia, porque tales procedimientos, justamente, no toman en cuenta la estructura específica de una obra -lo cual debería ser una condición filosófica previa. Por lo demás, hay que anotar que el error metodológico señalado afecta mucho menos a la historia literaria que a la estética de la creación verbal; para la última, las especulaciones histórico-genéticas son sobre todo funestas.

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